En mi calidad de profesora de música recién llegada a una escuela privada de Inglaterra, tuve una bienvenida entusiasta: un recital de “música” de flauta dulce sobre pistas de karaoke Algunos estudiantes resoplaban mientras seguían la elaborada pista de acompañamiento, en tanto otros estaban obviamente aparentando cantar, cada rostro mostrando orgullo y realización. Intenté no dejar que mi propia cara mostrara desaliento ante una explosión de ruido tan fuerte y poco imaginativa. ¿Cómo podían saber que el karaoke es la antítesis del arte? La música es mucho más que un proceso mecánico de hacer sonar notas en la secuencia correcta. Pero no era el momento de amedrentarse. Con tiempo y orientación, el ruido penetrante y prefabricado podía convertirse en música armoniosa, bella e ingeniosa.

Unos años antes, en Australia, había comenzado a tomar cursos para aprender el método Kodály. Zoltán Kodály transformó las escuelas húngaras en “escuelas de canto”, en la década de los cuarenta. Para Kodály, la voz humana es central en una formación musical gozosa, y las características integrales de sus teorías, que se valen de experiencias sociales y culturales, me resultaron atractivas de inmediato. Como si estuvieran haciendo un muestrario de lo mejor de la comida y la literatura de un país, los docentes se valen de lo más rico de las canciones y la música populares para enseñar a sus alumnos conceptos musicales creativos y colaborativos, auditivos y escritos.

Imagen del dominio público

Mi primer año de docencia en Inglaterra fue una curva de aprendizaje para todos. Durante las primeras semanas, cada clase comenzó con la misma rutina. Uno u otro niño solía levantar la mano y preguntar: “¿Cuándo vamos a volver a jugar con la pista de audio?. Esa música era genial”. Pero a medida que el tiempo pasaba, comenzamos a oír y ver una diferencia. Los niños se escuchaban entre sí, trabajaban y se movían juntos como un grupo. Tenían ideas para tocar algunas canciones populares y las traían escritas a modo de sugerencias en trozos arrugados de papel. Trabajábamos juntos para arreglar las canciones y las tocábamos en la flauta dulce en cánones, duetos y tercetos. No volví a oír otra solicitud para usar la pista de audio. Los estudiantes se adueñaron de la música y podían oír que los sonidos que estaban creando eran hermosos. El musical de Navidad de ese año permanece en mí como un recuerdo resplandeciente. Cada ensayo era como si “sonara la Navidad”, realmente disfrutable para estudiantes y docentes.

Durante el resto del año lectivo toda la escuela se enfocó en Italia, y aquello culminó en una fiesta para los padres, una celebración de gastronomía, canto, música y danzas de Italia. Había tantos compositores italianos que era difícil para los niños elegir a cuáles rendiríamos homenaje en esa ocasión festiva. Nos decidimos por Vivaldi y Rossini. El largo del Invierno de Vivaldi cobraba vida a medida que agregábamos matices dinámicos y ornamentación. ¿Puedes oír una habitación llena de estudiantes que ensayan sus gorjeos?

Ninguna vida espiritual es completa sin la música, porque el alma humana tiene regiones que solo se pueden iluminar con ella. —Zoltán Kodály

Luego vino la emoción de la obertura de Guillermo Tell de Rossini. En la clase de arte, los niños habían hecho siluetas de su cara de perfil. Mientras tocábamos la pieza, sus padres se turnaban blandiendo valientemente arcos y flechas e intentando disparar a la manzana pintada sobre cada silueta. Había risas. Algunas siluetas no sobrevivieron. Nos las arreglamos para seguir tocando a través de las risas y llegamos triunfantes a un gran final.

En 2018 acepté un puesto para enseñar música en Nueva York, donde tuve la oportunidad de dar un curso de solfeo conversacional, un plan de estudios pensado para ir desde el primer al octavo grado, escrito y enseñado por John Feierabend, una autoridad pionera en desarrollo de la música y el movimiento en los niños. Feierabend, que estudió con educadores húngaros del método Kodály, ha vuelto la filosofía Kodály accesible para la cultura estadounidense. Cree apasionadamente que la música pertenece a todos, aunque necesita ser recuperada de su condición más reciente como bien de consumo.

Afortunadamente, esta tendencia es reversible. Según Feierabend, todo el mundo debería ser capaz de cantar nanas a sus hijos. Nutrir a nuestros bebés y niños pequeños con música de calidad y juegos con los dedos contribuye a su desarrollo físico, emocional y social. A medida que el niño crece, las actividades adecuadas para cada edad, que implican aproximarse a la música clásica, canciones con repetición y juegos de corro guían al niño para volverse armonioso, ingenioso, rítmico. Los juegos de batir palmas en el patio de recreo continúan las antiguas rimas y tradiciones. Las actividades como las danzas y canciones populares en torno a una fogata reavivan la saludable alegría intergeneracional de los años pasados, cuando los abuelos balanceaban a los bebés sobre las rodillas, y los jóvenes se conocían y enamoraban. ¿Por qué no puede suceder de nuevo?

Fotografía de Mario Meier

Definitivamente, puede comenzar en casa, pero también es cierto que no hay lugar como el aula. Mi clase de música comienza con juegos de exploración del tono (volar en un avión, imitar una flauta de émbolo). Son ejercicios de calentamiento vocal. Continúo con algunas canciones de llamada y respuesta como "Down by the Bay". A menudo, las tonadas sencillas enseñan a hacer rimas, aritmética y geografía. A medida que los niños ganan confianza, cantan en grupos pequeños hasta que adquieren la confianza para llegar a un solo. Hacemos juegos de corro que proponen acción y movimiento. El plan de estudios de Feierabend proporciona guías que van desde acciones similares a la danza hasta música clásica, de manera tal que el ritmo y la cadencia se vuelven una experiencia corporal total: mientras escuchan música clásica, los niños reaccionan con todo su cuerpo, imaginando rápido y lento, liviano y pesado. Desarrollamos habilidades rítmicas haciendo percusión con el cuerpo, luego agregamos autoarpa, xilofonos, tambores. Mientras un estudiante a la vez mantiene el ritmo, yo canto una canción a su tempo, o recito un poema o una rima infantil . Hay tiempo también para que los niños creen su propia tonada.

Me despido de los niños cantándoles una historia, una buena balada clásica como "The Tailor and the Mouse" y "Over in the Meadow". Todas las veces, ellos dicen: “¡Cántala otra vez!”. A lo que respondo: “La próxima semana tendremos diversión de nuevo”. Es mejor dejarlos con ganas de más.

Ninguna clase es igual a otra. Aun así, cada año el objetivo permanece incambiado: que los niños se conmuevan con una música que canta en su corazón. Varios días salgo del aula sintiendo que no estoy a la altura de las circunstancias. Milagrosamente, al día siguiente la inspiración de los niños saca la clase adelante, a medida que se componen nuevas canciones, nacen nuevas acciones. ¡La música vive!


Recursos:

Plan de estudios Feierabend: Este plan de estudios gratuito y accesible incluye ejemplos de lecciones para tres años, más la música, las rimas y la música clásica grabada de referencia.

Método Kodály: Los conceptos de Kodály están basados en la enseñanza, el aprendizaje y la comprensión de música a través de la experiencia de cantar, proporcionando acceso directo al mundo de la música sin los problemas técnicos que implica el uso de un instrumento

Traducción de Claudia Amengual