¿Qué tienen estas oraciones vespertinas que todavía hacen que miles de personas en todo el mundo acudan a ellas diariamente, después de un siglo de que fueran pronunciadas? Su rara sencillez y autoridad fluyen de la extraordinaria vida de su autor, Christoph Friedrich Blumhardt, un pastor y teólogo que influyó en Dietrich Bonhoeffer, Paul Tillich y Karl Barth. Barth escribió lo siguiente sobre la actitud de Blumhardt hacia la oración: “Nuestra causa, nuestra esperanza, se promueven mejor con oraciones que con tratados… Si queremos crecer sanos y fuertes, tenemos que comenzar por el principio y volvernos como niños. Aquí es donde Blumhardt puede ser de gran ayuda para la gente en cualquier lugar”. Eugen Jäckh, un amigo de Blumhardt y editor de sus obras completas en alemán, presenta el libro.
Concebido originalmente solo para algunos de los amigos cercanos de Blumhardt, este libro fue compilado después de su muerte en 1919. Las oraciones provienen de los devocionales vespertinos que Blumhardt realizaba en Bad Boll, en Alemania, y que se pronunciaron sin ninguna intención de publicarse. El hecho de que hayan surgido de la vida real en esta forma les ha ganado el aprecio de muchos que las han usado desde entonces. El estilo de las oraciones se ha cambiado lo menos posible a fin de mantener la calidad de la palabra hablada y su sencillez esencial. Los que conocieron a Blumhardt quedaron profundamente impresionados por la calidad pastoral, incluso sacerdotal, de su personalidad. Su preocupación se expresaba no solamente por aquellos que lo conocían o que buscaban su ayuda, sino por todo el mundo. Oraba “sin cesar”, pero no con abundancia de palabras. Se presentaba ante Dios, consciente de la gente y sus necesidades, y responsable por ellos. Las preocupaciones de la gente eran importantes para él, porque las consideraba preocupaciones de Dios.
Cuando oraba, era característico que las primeras tres peticiones de la oración de Jesús siempre salían involuntariamente de sus labios. Vivía en ellas y subordinaba a ellas todo lo demás. “Todo lo que pedimos y anhelamos, todas nuestras preocupaciones hasta la más pequeña, las ponemos en tus manos en una gran petición: que tu nombre sea glorificado en la tierra como en el cielo”.
Las oraciones breves pero sustanciales de Blumhardt incluían todo lo que queremos poner delante de Dios, aunque nunca se perdía en detalles ni trivialidades. Todo su ser, y por consiguiente también su oración, estaba gobernado totalmente por las palabras de Jesús: “busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas” (Mt 6:33). Debido a esto, rara vez lo escuchamos pedir por esas otras cosas.
Las oraciones de Blumhardt inspiran a la paz de una manera notable, desprovista de cualquier emocionalismo exagerado. Esta paz proviene de la inquebrantable convicción de Blumhardt, de que el reino de Dios se ha acercado, a pesar de los tiempos tormentosos y cambiantes. Así que da gracias “por dar a nuestros corazones esperanza por su reino, el reino de Dios. Te agradecemos que una y otra vez podamos sacar fuerzas de esta esperanza, encontrar nueva vitalidad y valor, y descubrir cuan poderosa, aunque imperceptiblemente, está llegando ya tu reino”.
Pero, así como su corazón se estremece en su interior, igual que los corazones de todos aquellos que están esperando la llegada del reino de Dios, el pide: “por la quietud que necesitamos para presentarnos delante de Dios y olvidarnos de todas las cosas que pueden afligirnos, a fin de que Dios pueda hablarnos”.
Al igual que casi todas las cartas de Pablo comienzan con acción de gracias, también las oraciones de Blumhardt siempre están llenas de alabanza y agradecimiento. Porque no hay nada que pueda iluminar nuestros corazones como dar gracias. Pues al agradecer tenemos una actitud positiva, y ante la gratitud desaparece todo lo negativo y adverso.
La acción de gracias en Blumhardt no se pierde en detalles ni superficialidades, sino se dirige completamente hacia lo más íntimo y central que Dios nos ha dado: el ser sus hijos. Por ello Blumhardt nunca se cansa de expresar la sencilla y genuina gratitud de que Dios sea nuestro padre y que nosotros podamos ser sus hijos.
“Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria” (Rom 8:17). Las oraciones de Blumhardt brotan de este sentimiento por el sufrimiento del mundo entero. Pero no hay gemidos en ellas, son fuertes, alegres y seguras de la victoria, en el conocimiento de la promesa de Dios que hemos recibido. Básicamente, todas apuntan hacia la misma dirección, a la oración de que el reino de Dios vendrá, que el Salvador vendrá. Si oramos, todo pecado y necesidad solo puede fortalecer nuestra fe en la certeza de la promesa de Dios, en que el completará su obra y pondrá fin a toda aflicción.
Traducción de Raúl Serradell