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La Clínica Apurímac: un fotoensayo
Un camión trae servicios médicos a comunidades quechuas del altiplano peruano.
por Maria Novella De Luca, Monica Pelliccia y Alice Pistolesi
jueves, 29 de mayo de 2025
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Es difícil sobrevivir en la zona centro-sur de la sierra peruana, a 4.000 metros sobre el nivel del mar, y cuando se requiere tratamiento médico es aún más complicado. Pero desde hace más de una década, una ONG dirigida por una misión extranjera de los agustinos —la clínica Apurímac— lleva médicos a los Andes para prestar asistencia médica a las comunidades indígenas quechuas. La región de Apurímac es una de las más empobrecidas del país y de difícil acceso por las malas carreteras. Las enfermedades cardiovasculares y respiratorias crónicas, el cáncer y la diabetes son las principales causas de muerte en la región; estos problemas de salud, a menudo, se ven agravados por la falta de higiene y la nutrición deficiente, características en una economía de subsistencia y con un bajo nivel de alfabetización.

Dando atención médica a las comunidades quechuas. Todas las fotografías de Maria Novella De Luca. Usadas con permiso.
En 2024, la ONG realizó cinco campañas sanitarias en quince pueblos, prestando atención médica a más de tres mil personas. Cada equipo utilizó un camión equipado con una unidad móvil especializada, un laboratorio y una farmacia. “En casi diez años de actividad, nos hemos encontrado con muchas enfermedades crónicas resultadas de las condiciones de vida a gran altitud, como el choque térmico y la dermatitis causada por el sol”, explica Vittorio Villa, director de la clínica de Apurímac. “También son frecuentes las enfermedades dentales y la diabetes, ya que la gente tiende a consumir alimentos y bebidas muy azucarados. La anemia y otras enfermedades nutricionales también son frecuentes y están vinculadas a una dieta pobre, que consiste casi exclusivamente en pollo, arroz y patatas”.

La clínica móbil Apurímac viaja hacia un pueblo remoto.
El apoyo médico no termina con las visitas de los camiones. En los últimos años, la ONG ha introducido la telemedicina en veintiuna comunidades, proporcionando equipos y formación a enfermeras, técnicos de laboratorio y médicos locales.
Yessly
A la pequeña Yessly, de nueve meses, le han diagnosticado microcefalia. Su madre Yanina, de diecinueve años, acompañada por la abuela de la chica, llegaron a pie para pedir asistencia médica.

Yessly con su madre y abuela.
Sin embargo, la terapia adecuada solo está disponible en el hospital de Cusco, la ciudad más cercana. Yanina fue abandonada por su marido y actualmente vive con sus padres, que la están ayudando, aunque ellos a la vez afrontan sus propias dificultades. Como la familia no podía pagar el viaje a la ciudad, el personal de la ONG llevó a Yessly y Yanina a Cusco, donde la niña recibirá terapia para mejorar la movilidad de sus piernas y manos y fortalecer la postura de su cabeza. “Nunca dejamos solos a nuestros pacientes”, explica un miembro del personal. “Son personas que nunca han estado en la ciudad y allí se sienten perdidas y asustadas. Así que, desde la primera visita a domicilio hasta las reuniones con los especialistas, siempre hay alguien con ellos para ayudarles a comunicarse con los médicos y ocuparse de su comida y cualquier otra necesidad que puedan tener”.
Edison
Edison tiene doce años y padece el síndrome de Noonan, una enfermedad genética caracterizada por baja estatura, dismorfismo facial, contracturas musculares y cardiomiopatía. Su marcha y lenguaje están seriamente afectados y tiene baja autoestima. Su padre lo trajo al equipo sanitario, pero él solo habla quechua, por lo que su hermana interpreta al español para los médicos. “Edison es muy joven; tiene muchos años por delante. Necesita apoyo y fisioterapia”, explica un trabajador sanitario, “le cuesta hacer algunos de los movimientos más sencillos”. El equipo espera darle más confianza con fisioterapia y tratamientos neurológicos.

Edison con su padre y hermana.
Edith Giovanna Villegas Alfaro
Edith Giovanna Villegas Alfaro y su hija Alizon Brenda forman parte del personal médico de la caravana. Edith, de cincuenta y cinco años, vive en la ciudad de Abancay, un pueblo de la región de Apurímac, y trabaja como técnico de laboratorio en el Centro Metropolitano de Salud. Ya ha realizado diez campañas de salud en comunidades quechuas con la ONG. “Me encanta ir a las campañas porque puedo ver los cambios en las comunidades a lo largo de los años”, dice. “Lo que más me gusta es trabajar con tranquilidad: aquí fuera nos olvidamos de la ciudad y podemos dedicarnos totalmente a los pacientes que más nos necesitan”.

Alizon Brenda


Edith Giovanna Vellegas Alfaro
Traducción de Coretta Thomson