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    sun shining on the roof of a church

    Predicar con poder

    Cuando te dispongas a proclamar el evangelio, ahórranos tus anécdotas y opiniones personales.

    por Fleming Rutledge

    lunes, 29 de diciembre de 2025

    Otros idiomas: Deutsch, English

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    Plough: Para empezar, ¿podrías contarnos acerca de tu teología y práctica de predicación?

    Fleming Rutledge: Es tan importante que las personas entiendan que predicar el evangelio requiere un cambio completo de categorías. Predicar el evangelio no se asemeja a nada. La predicación es en sí misma, porque en ella habita y actúa la misma voluntad sobre la cual predicamos. No estamos hablando por nuestra propia agencia. No estamos ejerciendo nuestra propia habilidad retórica. Tampoco estamos compartiendo nuestras experiencias personales, excepto con reserva, bajo ciertas circunstancias y con cuidado. Esto es porque, durante todo el sermón, en realidad estamos siendo usados por el poder de la Palabra de Dios, que es distinto a cualquier otro poder que el mundo haya conocido jamás. Y esta idea de que Dios habla y vive a través de su propia Palabra transmitida mediante los seres humanos es exclusiva del cristianismo. Eso es lo que puede suceder en cualquier sermón. Por digno y tradicional que sea, el sermón es la oportunidad de que el poder del Espíritu Santo haga que Jesús esté vivo entre nosotros. Bueno, no haga que viva, porque él está vivo, sino manifestarlo, vivo, a través del discurso del predicador.

    ¿Cuál es el rol del Espíritu en la prédica, y qué significa esto para la comprensión que tiene el predicador de su propio papel?

    El predicador ha sido escogido, llamado por Dios, al servicio de la Palabra de Dios. El predicador no ha sido llamado para exhibir sus opiniones o experiencias personales o creencias o filosofías. Menos aún el predicador está llamado a ser “espiritual” en el sentido común de la palabra. La “espiritualidad” sugiere algún tipo de capacidad humana que debemos desarrollar por nuestra parte. Pero el Espíritu no actúa de esa manera. El Espíritu, como diría Annie Dillard, golpea puertas, hace volar nuestros sombreros, lo cual nos obliga a llevar casco. El Espíritu sopla donde quiere. Y no podemos hacer que el Espíritu actúe como creemos que podemos hacerlo siendo más espirituales.

    Por eso, a lo largo de mi vida teológicamente consciente, mi énfasis ha sido que predicar significa estar siempre atenta, en sintonía y esperando a que Dios actúe. Dios es el agente activo, las experiencias del predicador no son lo importante. Es lo que puede estar diciendo Dios a través del predicador. Y decir esto requiere cierto nivel de audacia, porque nuestra cultura entera se enfoca en autosuficiencia, autodesarrollo, autodescubrimiento y autoconstrucción.

    sun shining on the roof of a church

    Todas las fotografías de Kati Q. Gaschler. Usadas con permiso.

    James F. Kay, quien enseñó homilética por muchos años en el Seminario de Princeton, cuenta una historia sobre una clase en la cual os estudiantes estaban practicando la predicación. Había un estudiante oriundo del cinturón bíblico, de contexto evangélico, que estaba muy confiado en la superioridad de su formación y su orientación bíblica. Pero al final de su sermón, el profesor Kay le dijo exasperado: “¿Te das cuenta de que Dios no fue el sujeto de ninguna de las oraciones de tu sermón?” Este joven predicador, creyente en la Biblia y seguro de sí mismo, no entendía que, si Dios no es el sujeto de las frases clave del sermón, entonces no es la Palabra de Dios.

    El predicador es solamente este humilde siervo de la Trinidad. Y cosas muy, muy grandes pasarán a través de ti por el poder del Espíritu. No hay nada igual. Sucede domingo tras domingo tras domingo. Y fíjate en esto: puede que el sermón no llegue a más de una o dos personas de la congregación. Depende del Espíritu hablar a las personas que Él elige para que lo escuchen. Pero si Dios está hablando a una, dos o tres personas de la congregación, eso es lo único que importa. Eso es todo lo que necesitas saber. Y puede que ni siquiera lo sepas. El Espíritu lo sabe.

    ¿Cómo se refleja esto en la preparación y la predicación de los sermones?

    El predicador debería comenzar por la exégesis. Esto lo enfatizaba mucho mi profesor de homilías, Edmund Steimle. Antes de escribir una palabra, me pasaba horas haciendo exégesis con comentarios modernos textuales, pero siempre terminaba con Calvino y Barth. Karl Barth es, para mí, el teólogo más confiable y enfocado en el poder de la Palabra. Para mí, es clave pensar la presencia activa de Dios en las escrituras en términos de la Reforma (o patrísticos). A medida que haces la exégesis, estás oyendo a las escrituras delante de ti. Dios está hablando en esta palabra. ¿Qué quiere que diga mañana o este fin de semana? ¿Qué nos está diciendo Dios a través de este pasaje?

    Esto se llama predicación expositiva. Hoy en día no escucho muchos sermones de este tipo. La mayoría de los predicadores parecen estar mezclando sus propias ideas. Sé que esto puede sonar duro, y no es mi intención. Solo quiero expresar mi profunda decepción. Me decepciona que, al parecer, no se enseñe que la responsabilidad del predicador es dejar que Dios hable, y no encadenar anécdotas o intentar recurrir a sus propias percepciones “espirituales”.

    Una vez estaba por dar una prédica en la capilla de la Universidad de Duke. Me alojaba en el pequeño hotel de siempre en Durham, Carolina del Norte. La noche anterior tuve que pedir que arreglaran algo en mi habitación, y un miembro del personal, un hombre negro de mediana edad, vino a arreglarlo. Debí haber mencionado que iba a predicar en la Capilla de Duke. Él dijo: “Que el Señor te de la fuerza para dar el mensaje”. Esta persona que nunca había visto antes y no volvería a ver jamás reconoció de inmediato que yo, esta mujer blanca, totalmente desconocida para él, era una mensajera y necesitaba recibir la fuerza para serlo. Y eso se ha quedado conmigo todos estos años, que él entendió que yo estaba llevando un mensaje: “mira, este es un mensaje de Dios, no de mí, pero sí del Señor. Les he traído un mensaje de Jesucristo nuestro Señor que vive. Soy la portadora que caerá exhausta al llegar a destino, pero tengo este mensaje para entregar.”

    Este tipo de urgencia no necesita que se levante la voz. No requiere gritar. No requiere gestos. Algunos oradores gesticulan, pero yo nunca lo hago. La energía no proviene de mis gestos enérgicos o de mi posibilidad de actuar algo. Si es un mensaje de las escrituras, entonces te viene desde el Espíritu Santo. En mi opinión, el que predica tampoco debería mostrar emoción innecesaria, porque no se trata de ello. Eso distrae. Si el predicador se vuelve demasiado emocional, las personas empiezan a preocuparse por él y dejan de pensar en lo que está diciendo. Ese es el punto: tratar de servir a la Palabra desapareciendo tú mismo.

    a cross on the ceiling of a church

    ¿Qué motiva a los predicadores y les permite seguir compartiendo este mensaje día tras día?

    Conocer al Señor es lo más importante. El Señor se dará a conocer a través de cualquier predicador que lo conozca. Cuando predicamos deberíamos decir “Déjenme contarles lo que dijo esta persona. Quiero contarles lo que hizo el Maestro”. Mi abuela llamaba a Jesús “el Maestro”. Era una bautista sureña. Y sigo pensando que sería maravilloso que, como cristianos, habláramos entre nosotros sobre el Maestro. Eso me causó una gran impresión cuando era muy pequeño. Ella hablaba del Maestro como si fuera a entrar por la puerta en cualquier momento. “El Maestro dijo esto”, o, “El Maestro nos ayuda a hacer aquello”. Mi abuela falleció cuando yo tenía ocho años, pero quizá fue la figura clave para mí porque conocía al Señor vivo y hablaba de él como una persona a la que conocía.

    Eso es lo que el predicador ha sido elegido para hacer, decir: “Déjenme decirles algo más acerca del Maestro. Quiero contarles otra historia. Déjenme decirles algo más sobre lo que ha hecho y lo que está haciendo y lo que hará, y cómo los ama y cómo quiere que ustedes se conviertan en sus amigos y cómo nunca los dejará y estará con ustedes a su lado en sus dificultades y los levantará”. Es una historia en la que Jesús es el sujeto, el que hace toda la actuación.

    ¿Cómo es predicar sobre política en el momento político actual de una manera fiel y centrada en Dios?

    Siento tanto no ser más joven y poder predicar hoy, porque pienso que estos son momentos de una crisis única en Estados Unidos. Y sobre los predicadores que evitan siquiera mencionarlo, según esta idea de que puedes predicar el evangelio como si nada estuviera pasando, simplemente no estoy de acuerdo.

    Pienso que hay una forma de mencionarlo mediante elipsis. Puedes predicarle a una congregación políticamente dividida usando ilustraciones. Puedes usar imágenes de la vida que sostengan un punto, sin decir “deberías pensar esto” o “deberías hacer lo otro”. Nunca hagas eso. Nunca le digas a las personas qué deberían hacer. Solamente ilústralo. Si es algo que conoces de tu propio pueblo o tu propia ciudad, todavía mejor. Elige algo reconocible, algo con lo que la gente pueda identificarse, porque la mayoría de las personas se intimidan cuando escuchan historias de resistencia heroica. Esa es la única forma de la que creo que puedes hacerlo sin ahuyentar a la mitad de la congregación. Puedes dar un ejemplo de alguien que se comporte de manera piadosa. Un par de veces algún oyente me abandonó, pero solo un par.

    Sin embargo, aunque las personas puedan sentirse intimidadas por historias de resistencia heroica, si el Espíritu Santo te guía, puedes hacer cualquier cosa. Esto fue clave para el movimiento por los derechos civiles, que creo que fue el movimiento humano en la historia en el que Dios actuó de manera más evidente. A menudo pienso en esta historia, contada por Andrew Young en An Easy Burden (1996), sobre una protesta en la que un grupo de manifestantes negros, dignos, elegantemente vestidos y estoicamente preparados —no, no estoicamente preparados, sino preparados por el Espíritu— se acercaron a un grupo de policías formados en falange. Y entonces, por alguna razón desconocida, la policía retrocedió y les dejó pasar. Y una anciana negra gritó: “El gran Dios Todopoderoso ha vuelto a dividir el Mar Rojo”.

    ¿Qué ha significado la idea de lo sobrenatural, o la trascendencia, para tu predicación y tu vida de fe?

    Pienso que “una sensación de trascendencia” es una mejor forma de llamar a este tema que “sobrenatural”. No creo en absoluto en los fantasmas ni en ese tipo de experiencias que parecen entusiasmar a la gente por algo que han visto u oído. Lo veo en términos de insinuaciones de la realidad de Dios, la sensación de lo sobrenatural que se transmite en las historias del Rey Arturo, todos los cuentos de hadas clásicos, George MacDonald, etcétera. Eso es lo que Tolkien vio y quiso transmitir. Es bien sabido que nunca menciona a Dios en El Señor de los Anillos. Pero Dios siempre está presente en la historia. Así que, en ese sentido, creo firmemente en la trascendencia.

    aisle and pews in a church

    De niña leí los libros originales de Mary Poppins una y otra vez. Si has leído los libros, entiendes que hay algo trascendente ahí, —¡qué trascendencia! — capas de sugerencias de otra dimensión donde existe una especie de humanidad suprema, civilidad, humanidad plena, una sabiduría que existe y que proviene de otro lugar y no es solo fruto de nuestra imaginación. Así que, en ese sentido, creo que los libros de Mary Poppins enseñan una especie de trascendencia, que creo que no tiene nada que ver con lo “sobrenatural” en el sentido de lo paranormal. Hay un reino de sabiduría, en algún lugar, que nos envía mensajeros.

    Hay mucho más para decir acerca de lo sobrenatural. Me impresionó genuinamente leer el Drácula original, de 1897, y quedar completamente absorta. No tenía idea de que era semejante obra literaria. Pienso que la idea de que exista el mal allí afuera, perpetrado de una forma tan sofisticada, también es muy importante, junto con lo que llamábamos “trascendencia”. De hecho, Satanás es una especie de figura trascendente. Aparece de dónde solo Dios sabe. He trabajado en esta cuestión de Satanás y el origen del mal de forma muy seria por muchos años. Todo está en el capítulo sobre el mal en The Crucifixion (2015). Ese es el capítulo más original, y creo que uno de mis mejores trabajos. Es el fruto de una vida de descubrimiento, porque creo que comencé a preocuparme por el mal cuando tenía dieciséis años. Me crucé con la idea de que Dios no crea el mal, que en la narrativa del Génesis la serpiente aparece en el jardín por sí sola. ¿De dónde vino? No sabemos, pero creo que la pregunta debe ser hecha. Esa es otra razón por la cual debemos tener la posibilidad de pensar en un reino que no comprendemos, y debemos admitir que no lo comprendemos para batallarlo eficazmente. Bueno, no somos eficaces. Dios es eficaz.

    Antes de terminar, ¿te gustaría compartir algo más?

    ¿Puedo hablar un segundo de mi profesorado? Antes de que mi esposo comenzara a desarrollar Alzheimer, me alentó a poner en práctica la idea de crear una cátedra Fleming Rutledge de Teología Bíblica en el Wycliffe College, Escuela de Teología de Toronto. El objetivo de esta cátedra es encontrar y contratar a los mejores teólogos de la biblia del mundo que tengan raíces profundas en la doctrina de la Palabra de Dios, personas que tengan doctorados en teología sistemática, pero piensen de forma bíblica. Tuve dos o tres profesores de ese estilo cuando estaba en Union e hicieron toda la diferencia. Esa es la tradición que me gustaría intentar que Wycliffe perpetuara.


    Esta entrevista, realizada por Benjamin Crosby, contribuidor frecuente a Plough, el 10 de marzo de 2025, y ha sido editada para mayor concisión y claridad. Traducción de Micaela Amarilla Zeballos.

    Contribuido por Fleming Rutledge

    Fleming Rutledge es una sacerdote episcopaliana, predicadora, y autora.

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