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    Paraguay River, view from Cerro Lambaré

    La nueva encarnación

    por Eberhard Arnold

    lunes, 05 de noviembre de 2018
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    En esta charla de 1934 Arnold se dirige a dos visitantes de Inglaterra, y compara la iglesia, como embajada de Dios en la tierra, con la Embajada británica en Berlín.

    El nacimiento de Jesús muestra cómo tienen lugar todos y cada uno de los nuevos nacimientos del espíritu. La palabra vino a María, ella creyó, recibió la palabra, el Espíritu que da vida. Y porque tuvo fe, la palabra viva se encarnó y se formó en ella.

    También hoy la Palabra viva quiere tomar forma. También hoy la Palabra viva quiere encarnarse. También hoy el Cristo eterno quiere tener un cuerpo. Por esta razón el Espíritu Santo sigue siendo enviado desde el trono del Padre: a fin de que Cristo, encarnado primero como hombre, pueda ahora nacer como la iglesia.

    La Palabra viva, que es el Cristo eterno, se hizo cuerpo en el hijo de María. Y la Palabra eterna y viva —Cristo— se hace cuerpo de nuevo en la iglesia. Por ello Pablo dice que se le ha confiado un misterio, que él llama «el misterio del cuerpo de Cristo». El hecho de que la iglesia es el cuerpo de Cristo significa que Cristo recibe un cuerpo, una forma o figura, y se hace visible y real en el mundo. De otra manera la palabra «cuerpo» carece de significado. Y cuando los teólogos dicen que lo que aquí se quiere expresar es el «Cristo invisible», están sencillamente demostrando los desatinos que sólo ellos son capaces de formular. Los apóstoles no creían en fantasmas. Ellos hablaban o del Espíritu, que es completamente invisible, o del cuerpo, que es completamente visible.

    Pablo describe después cómo todo esto se hace visible en la iglesia. Él habla del «misterio» del cuerpo de Cristo, «que es Cristo en ustedes», y luego habla de la expectación de la venida futura de Cristo, la «esperanza de gloria».

    La Palabra, que es Cristo, quiere encontrar un cuerpo en la iglesia. Esto es la encarnación, la corporeidad.

    Estas palabras están tan gastadas que ya no nos dicen nada. Tenemos que traducirlas al lenguaje de nuestros días. En el Nuevo Testamento, «esperanza» significa la expectación, la seguridad de un orden completamente nuevo. «Gloria» significa la majestad de Cristo en su trono. Ésta es la gloria: que Dios reina ahora sobre todas las cosas y que Cristo reina sobre todas las cosas, que todos los problemas políticos, sociales, educativos y humanos se resuelven de una manera concreta por el reinado de Cristo. Esto es la gloria.

    Son muy pocas las personas que en nuestros días captan este realismo de los primeros cristianos. Y es justamente en este sentido tan realista que la Palabra, que es Cristo, quiere encontrar un cuerpo en la iglesia. Las meras palabras sobre el reino futuro de Dios se desvanecen en los oídos de la gente. Por este motivo se necesita la acción. Algo tiene que establecerse, crearse y formarse de manera que nadie pueda ignorarlo. Esto es la encarnación, la corporeidad.

    «Cristo en ustedes» es la primera parte de este misterio. Como Cristo estuvo en María, así Cristo está en nosotros, los que creemos y amamos. Así vivimos de acuerdo con el futuro; el carácter de nuestra conducta es el carácter del futuro de Dios. Esto no es moralismo o legalismo; es una realidad muy natural y sencilla. Tiene lugar ahora, a través de Cristo en la iglesia. El reino futuro toma una forma física en la iglesia.

    Justamente por esta razón la iglesia debe demostrar una paz perfecta y una justicia perfecta. Por ello no puede derramar sangre ni tolerar la propiedad privada. Por ello no puede mentir ni prestar juramento. Por ello no puede tolerar la destrucción de la pureza nupcial y la fidelidad en el matrimonio. Por ello tiene que liberarse también de las acciones por las que personas individuales se hacen grandes. Ninguno de nosotros debe pensar que es un segundo, tercer o cuarto Cristo. La iglesia como cuerpo, y no el individuo dentro de la iglesia, es la encarnación de Cristo.

    Todo en esta iglesia debería estar de acuerdo con la simplicidad de Jesús. También la pobreza pertenece a esta encarnación: debido a que nosotros, que somos representantes de la iglesia, somos llamados a servir a todo el mundo, y debido a que hay tanta necesidad en el mundo, debemos vivir con tanta sencillez como sea posible, a fin de ayudar al mayor número posible de personas. Pero es un error mezclar esta tarea específica de la iglesia con los asuntos públicos. Pablo muestra claramente que la única tarea de la iglesia consiste en ser la encarnación de Cristo, proyectado entre las naciones.

    No es tarea de este cuerpo de Cristo lograr una voz política. Según la verdad apostólica no existe tal cosa como un estado cristiano. Una iglesia cristiana no lucha por los intereses del estado. Pero tampoco lucha contra los intereses del estado. No existe lo que se podría llamar una política cristiana en la Liga de Naciones. Ningún jefe de estado puede empuñar la espada en nombre de Cristo. Ninguna iglesia puede decir que está de acuerdo con esto. Ni tampoco una Liga de Naciones puede armar y organizar una fuerza policial punitiva en nombre de Cristo.

    Un cristiano no participa activamente en política. El apóstol Pablo dice que somos embajadores del reino de Dios.

    Un cristiano no participa activamente en política. El apóstol Pablo dice que somos embajadores del reino de Dios. Y el reino de Dios no está representado por ningún estado de este mundo, sino por la iglesia. Esto significa que no deberíamos hacer nada más que lo que Dios mismo haría por su reino. Al igual que el embajador británico en Berlín no hace nada más que la voluntad de sus superiores en Londres, así también nosotros, sólo debemos hacer la voluntad de Dios. Ya no estamos sujetos a las leyes de este mundo; el territorio de nuestra embajada es inviolable, igual que en la residencia de un embajador, sólo son válidas las leyes del país al que representa el embajador. La voluntad de Dios es unir y, por tanto, nuestra tarea es reconciliar y unir. Nosotros no tenemos otra misión en este mundo.

    Cuando asumimos en nosotros esta misión, corremos un peligro mortal. Porque cualquiera que emprende el camino de Cristo transita por el camino de la cruz; el mundo, el estado y la sociedad no están dispuestos a seguir este llamado. Sin embargo, en lo profundo de cada corazón humano, existe la certeza de que su camino es el camino de la verdad, y esto nos da valor para hablar. No hay mayor audacia que la de la fe. No hay mayor valentía que la del amor.


    Traducción de Raúl Serradell

    Paraguay River, view from Cerro Lambaré
    Contribuido por EberhardArnold2 Eberhard Arnold

    Eberhard y su esposa Emmy estaban desilusionados por el fracaso del establecimiento - especialmente de las iglesias - para ofrecer soluciones a los problemas de la sociedad en los turbulentos años después de la Primera Guerra Mundial.

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