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    Morning over the bay

    La leyenda de Cristófero

    por Hans Thoma

    martes, 02 de marzo de 2010

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    Había una vez un niño llamado Ófero. Era fuerte, tan fuerte que no sabía qué hacer con su fuerza. Le costó mucho a su padre encontrarle trabajo adecuado porque, a pesar de su buena voluntad, causó más daño que beneficio en su trabajo. Las herramientas de su padre eran demasiado débiles para sus macizos brazos y se los rompió.

    Pasada la juventud, siendo ya hombre, Ófero parecía un gigante. Su padre, desesperado, le dijo, “Ófero, no puedo ser más tu maestro. Tienes que encontrar un maestro más grande y más fuerte al que servir, uno que utilice tu fuerza de manera correcta y buena.” Ófero salió de su casa y se presentó al rey, ofreciéndole su servicio. El rey, enredado en una guerra, se puso contento tener un soldado tan fuerte. Ófero sirvió al rey fielmente por varios años.

    Un día un visitante al corte del rey mencionó el nombre del diablo en conversación. El rey se vio aterrorizado y tuvo que admitir a Ófero que temía al diablo. Entonces Ófero dejó el servicio del rey para buscar al diablo, ser espiritual tan poderoso que aun los reyes le tenían miedo.

    No tardó mucho en encontrarlo. Apareció a Ófero en forma de un guerrero fuerte, y se le aceptó en su servicio con mucho gusto. Y Ófero llegó a ser un siervo fiel del diablo. Durante muchos años, cometió atrocidades, pero se sentía feliz porque por fin había encontrado a un maestro fuerte.

    Un día, Ófero y el diablo salieron a caballo por un camino solitario en el campo donde encontraron una cruz al lado del camino. El diablo se estremeció y se desvió para no acercarse a la cruz. Ófero, alarmado, le preguntó al diablo qué había de malo.

    El diablo le contó de Jesús, quien fue colgado en la cruz y que es más poderoso que el diablo. Dejando al diablo, Ófero de inmediato se empeñó en buscar a Cristo. La búsqueda fue larga y difícil, y en el proceso, se dio cuenta de que estaba atormentado por los muchos atrocidades cometidas. Casi se desesperaba cuando se encontró con un ermitaño a quien le preguntó cómo podría encontrar a Cristo. El ermitaño le dijo que primero tendría que encontrar remordimiento y arrepentimiento. Pero Ófero le dijo al ermitaño que quería hacer más que sentarse y arrepentirse.

    Entonces el ermitaño le mostró un gran río al cual los viajeros tenían que cruzar. Era profundo, de fuerte corriente y no había puente. Le dijo a Ófero, “Si por causa de amor llevas en hombros a los pobres peregrinos hasta el otro lado del río, quizá encontrarás lo que buscas.”

    Así por muchos años Ófero hizo exactamente esto. Fue exigente consigo mismo, dispuesto día y noche para ayudar a los viajeros. Construyó una cabaña en la ribera del río, y cuando la gente lo llamó, pidiendo ayuda, hizo el favor. Pero durante todo este tiempo tuvo un solo anhelo: encontrar a Cristo.

    Una noche de tormenta oyó la voz de un niño, “Ófero, llévame al otro lado.” Dejó su casa y encontró a un niño acurrucado en la ribera. Lo alzó en sus hombros y empezó a cruzar el río. Pero el niño le resultó más y más pesado, hasta que Ófero por poco se desplomó bajo el peso. Ófero gritó, “O, pequeño niño, pesas tanto que es como si yo cargara el mundo entero sobre mis hombros.”

    El niño contestó, “No sólo cargas la tierra y los cielos, tú cargas a quien lleva el dolor entero del mundo. Soy Jesucristo, tu Rey, a quien buscas y a quien sirves. De ahora en adelante no temerás ni a la muerte ni al diablo. Pasarás a través del sufrimiento del mundo y tu nombre será Cristófero, que significa ‘portador del Cristo.’ Tu alma se iluminará con el amor de Dios, y enseñarás la misericordia a los humanos.” Entonces el niño desapareció.

    Cristófero cumplió con el mandamiento del Cristo y salió al mundo. Por dondequiera que pasara, dio testimonio del amor y el poder del niño, su Rey.

    A muchos de sus amigos, no les gustó el cambio de Ófero: llegaron a odiarlo y se unieron para matarlo. Pero a su voz y al reto de ser portador del Cristo nadie los podrá silenciar.

    painting "Saint Christopher with the Christ Child" by Simon Pereyns, dating 1588, at Catedral Metropolitano, Mexico City "San Cristóbal" de Simon Pereyns, 1588, en la Catedral Metropolitano, Ciudad de México
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