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    Lo que Dios quiere para la humanidad

    La vida comunitaria es un concepto clave para América Latina hoy.

    martes, 23 de mayo de 2023
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    En mayo de 2023 se publica la versión en español de ¿Por qué vivimos en comunidad?una breve celebración ecuménica de la comunidad cristiana con aportes de Eberhard Arnold, Thomas Merton, Basil Pennington y Pedro Stucky. Sigue el prólogo de Stucky escrito para esta edición latinoamericana.

    Eberhard Arnold, en este pequeño escrito de 1925 ¿Por qué vivimos en comunidad?, que felizmente la Comunidad Bruderhof actual pone a disposición de lectores de este siglo, nos ha dejado un legado de una amplitud y profundidad que difícilmente digerimos. Es menester volver una y otra vez sobre los párrafos de este pequeño testimonio para masticarlo, entenderlo y asimilarlo. Indudablemente, es una joya valiosísima para todas las personas que desean conocer de la vida en comunidad, comparar su propio pensamiento y experiencia, y avanzar en su propia vida comunitaria.

    Lo importante aquí es que Arnold no escribía solo de la teoría, sino de la práctica de sus propias vivencias como individuo, líder, pareja y familia durante cinco años de vida comunitaria. Ya en esa época eran 35 las personas que se habían integrado a la pequeña isla de fe, esperanza y testimonio, en la Alemania del período de entreguerras. Alemania era una nación sumida en la pobreza, la derrota y depresión, y la inflación desbordada, lo que la hacía tierra fértil para propuestas extremas de solución como el nacionalismo excluyente y el comunismo incipiente en el mundo. Allí las dos corrientes mayoritarias religiosas, la luterana y la católica-romana, estaban tan acomodadas y amarradas al establishment que difícilmente se podría encontrar propuestas o prácticas proféticas y alternativas.

    Obviamente, al salir de Berlín unos 500 kilómetros, para asentarse en la aldea de Sannerz y formar una comunidad de vida y amor, Eberhard y Emmy no pretendían solucionar la situación de Alemania ni del mundo. Tenían claro que la solución no era adueñarse de las riendas de poder político y secular (cosa que tampoco les era posible), pues así caerían en la misma dinámica de coerción que ejerce el poder militar y económico, y cederían a la ambición que afecta a quienes siguen esa vía y que han traído tanto sufrimiento y miseria a la humanidad.

    La propuesta de los Arnold y su pequeña comunidad es netamente cristiana; está centrada en Jesús de Nazaret, humano e Hijo de Dios, crucificado, resucitado y ascendido a la derecha de Dios Padre. Este Jesús, que en su vida y enseñanza en la tierra mostró la voluntad de Dios para los humanos y la sociedad, es no solo principio y paradigma para Arnold y todos los cristianos y cristianas, sino el modelo de justicia y dignidad para la persona y el camino para alcanzarlos.

    Este modelo excluye la ambición, el poder coercitivo, la violencia, el engrandecimiento personal y cosas parecidas. Más bien ejerce la compasión y misericordia, la entrega y la humildad en servicio a sus semejantes; e invita a las personas a adoptar voluntariamente estos valores en sus relaciones humanas y vivirlas consciente e intencionalmente. Pero como bien señala Arnold, esto no es posible con nuestro proprio esfuerzo, ni mucho menos obligados, sino por la fuerza del Espíritu de Dios que habita en la voluntad y en el interior de cada individuo; como escribe el apóstol Pablo: “el querer como el hacer” de la voluntad de Dios.

    Para América Latina, donde abundan todo tipo de problemas y propuestas, el escrito de Arnold es particularmente pertinente. Identifica los pecados que nos aquejan que son comunes a las personas y a las sociedades, y se pone al lado de los explotados, débiles y marginados de la sociedad. Reconoce el anhelo tan profundo de la humanidad de encontrar comunidad de vida, donde se compartan los recursos generosos de Dios. Estos anhelos conllevan esfuerzos muy variados, que Arnold ve como válidos pero insuficientes e incompletos. Es verdad, pues el entusiasmo con las ideologías, propuestas y modelos políticos y económicos, y además las demagogias, que no faltan, nos han dejado desilusionados y advertidos que son sirenas que llaman, pero nos llevan a las rocas del fracaso y la frustración.

    Por eso volvemos a la propuesta de Jesús, de la comunidad de amor, que se forma y construye sobre él y se edifica pacientemente por la obra de su Espíritu en mujeres, hombres, jóvenes, niñas y niños que aprenden de él y se ayudan mutuamente en la vida de la iglesia a corregir sus fallas; se escuchan el uno al otro; comparten el liderazgo; viven en libertad y respeto mutuo; se soportan; velan por el bienestar de cada persona, y viven en la alegría de la presencia de Dios y la esperanza de la plenitud de su reino.

    Es relevante en América Latina el escrito de Arnold porque arroja luz sobre nuestras prácticas y modelos eclesiales, los cuales muchas veces están preocupados por su tamaño, su músculo económico y político, su conducción unipersonal y la imposición de ideologías que, en vez de apoyar la vida compartida, estimulan el egoísmo.

    ¿Por qué vivimos en comunidad? Porque es lo que Dios quiere para la humanidad. Arnold y la Comunidad Bruderhof —que se ha formado y extendido desde hace un siglo— son claros en que hay muchas maneras de vivir este llamado de Dios y que el asunto no es insistir en un solo modelo, ni siquiera el modelo que ha escogido el Bruderhof. Más bien, somos llamados a ser comunidades de amor, fe, justicia y esperanza, basadas en el fundamento único que es Jesucristo como lo conocemos en las Escrituras e impulsadas por el Espíritu Santo a orar y trabajar para que se haga la voluntad de Dios aquí en la tierra como se hace en el cielo.

    Contribuido por

    Pedro (Peter) Stucky es un pastor menonita colombiano y cofundador de Mencoldes y Justapaz.

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