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    Si crees lo que dices, hazlo realidad

    por Dorothy Day

    jueves, 22 de septiembre de 2022
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    Radicalmente comprometida con el trabajo por la paz, la no-violencia y justicia, Dorothy Day, fundadora del Trabajador Católico, ha inspirado a generaciones de activistas. Su vida la llevó desde la escena bohemia y litararia de Greenwich Village en los años veinte, hasta una vida dedicada a los pobres y marginados.

    Este artículo está compuesto de citas que provienen de La larga soledad y Panes y peces, los dos publicados por Sal Terrae.

    Cristo murió en compañía de dos ladrones, porque no quiso ser rey en este mundo. Durante treinta años vivió en un país ocupado, sin poner en marcha un movimiento clandestino ni tratar de liberarse de un poder extranjero. Sus enseñanzas, además de trascender todo el saber de los escribas y fariseos, nos mostraron la manera más eficaz de vivir en este mundo al tiempo que nos preparamos para el venidero. Y dirigió sus sublimes palabras a los más pobres de los pobres, a las gentes que llenaban los pueblos e iban en busca de Juan Bautista, que se arrastraban, enfermas y menesterosas, a las puertas de los ricos.

    Cristo nos había dado un ejemplo, y nosotros queríamos llegar a los pobres y necesitados. Los pobres eran los que tenían peores empleos, organizados o no, y los que estaban en paro o trabajaban en proyectos estatales de ayuda a los parados. Los necesitados eran los hombres y las mujeres que venían a nosotros en condiciones de indigencia y a los que, no pudiendo hacer otra cosa con ellos, dábamos el alimento y las ropas que teníamos. La miseria humana se debía en buena medida al pecado, la enfermedad y la muerte, pero, aparte d esto, nosotros opinábamos que, de acuerdo con las enseñanzas de Jesucristo, no debíamos permanecer en silencio frente a la injusticia y aceptarla, aunque es verdad que él dijo: “A los pobres los tenéis siempre con vosotros”.


    Si no hemos sido capaces de alcanzar los ideales de Peter [Maurin], tal vez sea porque hemos intentado abarcar demasiado: llevar una escuela, una universidad agrónoma, una casa de retiro, una residencia de ancianos, un albergue de jóvenes delincuentes y de chicas embarazadas, un centro de postgrado para el estudio de las comunidades, las religiones, el hombre y el Estado, la guerra y la paz. Hemos apuntado alto, y esperamos haber hecho al menos lo suficiente para "despertar la conciencia". Este es el camino —o, mejor dicho, éste es un camino— para que aquellos que aman a Dios y a sus semejantes intenten vivir de acuerdo con los dos mandamientos. Las frustraciones que experimentamos constituyen ejercicios de la fe y esperanza, que son virtudes sobrenaturales. Con la oración se puede proseguir alegre e incluso gozosamente. Sin oración, ¡qué triste es el camino!


    ¡Tantos pecados contra los pobres claman al cielo! Uno de los pecados más graves es privar al trabajador de su salario. Otro pecado es inculcarle deseos viles, pero tan compulsivos que quiera vender su libertad y su honor para satisfacerlos. Todos somos culpables de concupiscencia, pero los periódicos, la radio, la televisión y legiones de publicistas (desgraciada generación) estimulan deliberadamente nuestros deseos, cuya satisfacción a menudo significa el deterioro de las condiciones de vida de la familia. Tenemos que hacer todo lo posible para combatir estos males sociales tan difundidos atacando sus causas. Pero por encima de todo debemos tener presente que la responsabilidad es siempre personal. El mensaje que se nos ha encomendado procede de la cruz.

    Los jóvenes se sienten inútiles; no son capaces de ver que sólo podemos ser responsables de la acción del momento presente.

    En nuestro país nos hemos rebelado contra la pobreza y el hambre en el mundo. Nuestra respuesta ha sido típicamente norteamericana: hemos intentado poner todo en orden, construir asilos y hospitales mejores y más grandes. Aquí, loado sea Dios, la miseria va a ser tratada de una manera más eficaz y ordenada. Sí; nosotros hemos intentado hacer mucho, mientras el Estado asumía más y más responsabilidades en la atención a los pobres. Pero la caridad tiene estrictamente la fuerza de quienes la administran. Cuando las ropas de cama no pueden ser revueltas por los miembros deformados por la vejez, y las mesitas de noche no contienen la miseria barahúnda de quienes tratan de crear un hogar en torno a sí con sus escasas pertenencias, sabemos que no estamos atendiendo como debemos a nuestros semejantes.


    Digo que no hemos elegido este trabajo, y ésa es la verdad. Así ocurrió con cada uno de nosotros. John Cort creyó que venía a estudiar el problema de los sindicatos obreros y trabajar al respecto, y se encontró “dirigiendo una pensión de mala muerte”, como él decía. Yo, al ser periodista, pretendía escribir y publicar el periódico todos los meses, escribiendo lo que quisiera, sin estar sometida a un editor. Pero, como escribimos sobre las obligaciones de aquellos que se llaman a sí mismos cristianos y que tratan de “despojarse del hombre viejo con sus obras y revestirse del hombre nuevo”, como decía san Pablo, es como si a cada uno de nosotros se nos dijera: “Muy bien, si crees lo que dices, hazlo realidad”.


    Una de las mayores desgracias de hoy entre los que están fuera de la cárcel es su sentido de inutilidad. La gente joven dice: ¿qué bien puede hacer una persona?; ¿qué sentido tiene nuestro pequeño esfuerzo? No son capaces de ver que tenemos que poner los ladrillos de uno en uno, dar un paso y luego otro, que sólo podemos ser responsables de la acción del momento presente. Pero podemos rogar por un aumento del amor en nuestros corazones que vivifique y transforme todas nuestras acciones individuales, y sabemos que Dios las tomará y las multiplicará, como Jesús multiplicó los panes y los peces.

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    Contribuido por DorothyDay Dorothy Day

    Radicalmente comprometida en favor de la paz, de la no-violencia, de la justicia radical y de la causa de los pobres y los marginados, Dorothy Day era fundador del Movimiento “Catholic Worker”.

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