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    Paraguayan children on swings in park

    La compasión implica acción

    Jesús fue más allá de la mera lástima: actuó con compasión.

    por Reuben Cavanna

    jueves, 20 de julio de 2023
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    • Francisco Montoya Callirgos

      Hola Rubén, buenos días. Gracias por tus reflexuones, muy certeras, metodológicas y propositivas. Además por tu afán de cumplir un mandato divino. Un abrazo en Cristo.

    La compasión, una virtud clave en toda la Biblia, es un impulso espontáneo que proviene de una indicación del Espíritu Santo, e insta a una acción de nuestra parte. La lástima, por otro lado, es solo un sentimiento de pena que, a menudo, no va más allá.

    Al pasar por nuestras calles vemos personas que necesitan ayuda, sin importar en qué parte del mundo vivamos. Cuando los miro, tengo lástima de ellos y pienso, por ejemplo: "si solo hubieran tenido más de atención médica cuando jóvenes, esa pierna funcionaría mucho mejor"; "si uno de sus amigos se hubiera acercado a ellos, cuando inicialmente estaban solos, no habrían llegado a tal desesperación”; “si alguien los conectara con un trabajo, podrían ganarse la vida honradamente”. Pero esto es tener lástima y nada más. Jesús fue más allá: actuó con compasión.

    Dice en Mateo 14:14: “Cuando Jesús desembarcó y vio a tanta gente, tuvo compasión de ellos”. Supongo que veía personas heridas y necesitadas todo el tiempo, como parte de su obra misional, y en este versículo dice claramente qué emociones tenía respecto a ellos. Pero el versículo sigue: “y sanó a los que estaban enfermos”. Aquí vemos que la compasión que sintió Jesús lo llevó directamente a la acción. Escuchó el mandato del Espíritu Santo dentro de sí e hizo algo por todas estas personas. Usó el asombroso poder y su cercanía con Dios para ayudarlos y demostrar lo que Dios puede hacer.

    Paraguayan children on swings in park

    Niños juegan en el parque de Guambaré, Paraguay. Wikimedia Commons

    ¿Qué implica esto para nosotros? Muchos creemos saber lo que debemos hacer, según el ejemplo de Jesús, y luego lo hacemos “porque debemos”. En efecto, estamos tratando de cumplir la ley de dar limosnas. Calculamos lo que debemos hacer y cumplimos, que no está mal en sí. Sin embargo, no lo hacemos movidos por la compasión, la cual surge de un corazón libre, que percibe los mandatos del Espíritu Santo y nos impela a obrar. Podemos buscar esa pequeña voz dentro de cada uno de nosotros y aprender a escucharla.

    Pero uno podría replicar: esa historia fue de las obras de Jesús. ¿Qué pasa con nosotros, los simples mortales? Sin embargo, la Biblia registra otras obras compasivas, como la que realizaron Pedro y Juan, dos discípulos, descrita en Hechos 3:1-8. Debemos recordar que Pedro es conocido como el discípulo impetuoso, dado a la acción —¡a veces precipitada!— y Juan, por el contrario, está quizás en el otro extremo de la escala: se le conoce como el discípulo profundamente sensible y compasivo. ¡Qué equipo! Al subir al templo una tarde, se encontraron a un hombre lisiado pidiendo limosna y se fijaron en la mirada:

     —No tengo plata ni oro —declaró Pedro—, pero lo que tengo te doy. En el nombre de Jesucristo de Nazaret, ¡levántate y anda!

    Y tomándolo por la mano derecha, lo levantó. Al instante los pies y los tobillos del hombre cobraron fuerza. De un salto se puso en pie y comenzó a caminar. 

    Este hombre cojo había estado allí todos los días y probablemente Pedro y Juan —y quizá Jesús también— lo habían visto antes. Pero en este momento algo fue diferente; se podría decir que llegó el momento de Dios. Los dos discípulos se sintieron desafiados por la mirada de este hombre y escucharon una voz interior, que les dio la autoridad para actuar en nombre de Dios. Pudieron transmitir el don de la curación que les había dado Jesús.

    Hay cosas que podemos y debemos hacer cuando la compasión nos impulsa.

    Pero Pedro y Juan habían conocido a Jesús, estaban muy cerca de él y del espíritu que él trajo consigo a este mundo. Todavía podrías preguntar: ¿Qué hay de nosotros, los simples mortales? Ninguno de nosotros tiene ese poder asombroso que tuvo Jesús y ninguno de nosotros estuvo aquí en la tierra durante los años misioneros de Jesús. No obstante, todos tenemos un corazón. Hay cosas que podemos y debemos hacer cuando la compasión nos impulsa. A veces alguien quiere lavar el parabrisas en un semáforo y no quiero que lo haga, pero le doy un poco de dinero o le compro algo de fruta en una esquina, o doy un trabajo pequeño a un mendigo y le pago por hacerlo. Eso es la compasión y cada uno de nosotros puede seguir escuchando y actuando.

    Sin embargo, Jesús nos sigue empujando a ir un paso más allá. La compasión por los pobres o los quebrantados es relativamente fácil de entender, pero Jesús no limitó su compasión a estos. Tenía compasión de todos, sintió su necesidad y respondió. Para él, la clase social, la posición o el poder no existían. Lo demostró, por ejemplo, con sus maravillosas palabras dirigidas a los soldados que lo crucificaron: "perdónalos, porque no saben lo que están haciendo". Luego, ¿qué significa tener compasión de todos, incluso de los poderosos? ¿de los políticos? ¿de los superricos? Algunas de estas personas hacen cosas que parecen sumamente estúpidas, ¡a menudo sus acciones me hacen enojar o me dan ganas de reírme de sus tonterías! Sin embargo, según el ejemplo de Jesús, cualquiera de nosotros podría verse impulsado a un acto de compasión por uno de ellos.

    En suma, amar a quienes nos rodean es bueno y debemos hacerlo. Además, debemos escuchar y estar alerta a los mandatos del Espíritu Santo, que luego pueden empujarnos hacia adelante en actos de compasión. Sé que, si cultivamos la compasión y somos sensibles a esa voz dentro de nosotros, Dios nos guiará.

    Contribuido por Reuben Cavanna Reuben Cavanna

    Reuben Cavanna vive en Villa Primavera, una comunidad Bruderhof en Asunción, Paraguay.

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