No se puede ser cristiano sin la cruz.

Llevamos a Jesús en nuestros corazones y cuando nos vamos a dormir, esperamos un alegre despertar en la brillante mañana de la eternidad.

Así como una vez los hijos de Israel en el desierto, buscando ayuda de las mordeduras de feroces serpientes, miraban a la serpiente de bronce; de igual manera, nosotros debemos elevar nuestra mirada al crucificado, que llevó nuestra carga y expió nuestra culpa.