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    Child running toward her mother

    Los niños y el pecado

    viernes, 22 de junio de 2012

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    Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad. – 1 Jn 1:8-9

    A pesar de la inclinación pecaminosa de todo ser humano, los niños están más cerca de Dios que nosotros, y si alguien entrará en el reino de los cielos, son ellos. Sin embargo, es un error considerar a los niños buenos por naturaleza, verlos color de rosa y disculpar todo lo que hacen por ser meramente infantil.

    Cuando los niños hacen algo malo, siempre debemos recordar que ellos no ven las cosas como nosotros los adultos. Sin embargo, es un error pensar que no son capaces de pecar. Son capaces y se les debe ayudar una y otra vez a elegir el bien sobre el mal. Porque su voluntad es aun muy libre, no se les debe permitir caer en lo malo, y sí ayudarlos a que triunfe lo bueno.

    Cualquier tipo de crueldad y dureza son un error siempre, como también la tolerancia extrema. Por lo tanto la disciplina y aun el castigo son necesarios, pero esto depende del amor y confianza en la relación. Si amamos a Dios y queremos guiar a los hijos a él, encontraremos la "sal" bíblica que exige amor verdadero.

    No importa qué tan pequeño sea el niño, siempre puede pedir disculpas después de hacer algún daño – y aprender a decirlo en serio. Aprender humildad toma toda la vida, y los padres que no inculcan esto a sus hijos cuando son pequeños, descubrirán que a medida que crecen es más difícil. Por eso el dicho: "niños pequeños, problemas pequeños; niños grandes, problemas grandes" no debe despreciarse como un viejo dicho; los padres que controlan la terquedad de su niño cuando tiene tres años, están muy por adelante de quienes esperan abordar este mismo problema cuando ya son adolescentes.

    Muchas veces el mal comportamiento es una reacción por falta de amor para llamar la atención. En estos casos no debemos hacer conclusiones o asumir que el niño ha hecho mal conscientemente. Los niños son el centro de su pequeño universo y ven todo el mundo alrededor de ellos desde su propia perspectiva. Cuando ellos se apropian de algo con entusiasmo, no es por ser egoístas, sino porque ese algo los absorbe totalmente. Este egocentrismo natural en sí mismo no es malo. Todos los niños necesitan ayuda a medida que crecen para ver más allá de ellos mismos.

    Cuando los niños se lucen o lastiman a otros, cuando mienten o roban - es muy fácil culparlos sólo a ellos. Sin embargo, es sabio que los padres se vean a ellos mismos y se pregunten qué hay en ellos que pudo haber llevado a tal comportamiento. Blumhardt nos aconseja dirigir la espada contra nosotros mismos, y cortar el pecado en nuestros propios corazones — pecado que puede resurgir en nuestra descendencia.

    A los niños que pelean y son envidiosos se les debe ayudar a resolver sus diferencias de manera positiva. Los niños tienen una asombrosa capacidad de compasión, y nuestro enfoque principal debe ser afirmar esta capacidad, en vez de combatir sus inclinaciones egoístas. De esta manera, comenzarán a entender el significado del primer y segundo mandamiento más importantes: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente", y "Amarás a tu prójimo como a ti mismo" (Mt 22:37-39).

    También es importante para ellos aprender – que en la vida no es "justa", que no existe igualdad de oportunidades. Aquellos que logran aceptar esto a una edad temprana, estarán mejor preparados para manejar las crueldades de la adultez. Pero, no debemos ignorar la personalidad del niño y sus efectos dentro de la familia o su grupo en clase. ¿Es él o ella el hijo mayor? ¿El más joven? No hay que mostrar favoritismo, y recordar que la generosidad se enseña con el ejemplo y no con largos discursos.

    En ocasiones la vergüenza o la pena harán que los niños digan una verdad a medias para zafarse de algo. Si realmente tienen miedo de las consecuencias de lo que hicieron, mentirán descaradamente. Esto no debe sorprendernos. Sin embargo, si un niño ha sido deshonesto, es importante esclarecer los hechos para luego ayudar al niño hacerles frente y compensar el daño.

    Creer que el niño ha mentido, pero no es seguro, no hay que presionarle a que confiese. Tratar de atrapar al niño "en el acto" o la evidencia de todos los posibles motivos le hace mucho daño, debilita su autoestima y destruye la confianza. Basta simplemente hacerle saber al niño que la situación es molesta y esperar para esclarecer el asunto más adelante. Los niños casi siempre responden a tal sugerencia, al grado de ir a despertar a sus padres a media noche para admitir que mintieron porque su conciencia les molesta. Cuando la verdad sale a la luz, hay que agradecer su honestidad y perdonarlos, como nos sugiere el mismo Jesús: "…perdónenlo, para que también su Padre que está en el cielo les perdone a ustedes sus pecados" (Mr 11:25).

    Las preguntas infantiles sobre las diferencias entre personas se deben responder sinceramente, no obstante, la burla y la falta de respeto se deben confrontar siempre; comenzar a faltarle el respeto a los demás puede convertirse rápidamente en irreverencia a Dios. Por esta razón, los insultos, las burlas, así como la imitación de gestos o características físicas de otra persona, no se deben permitir.

    En cuanto a pecados sexuales, la indecencia no debe ser ignorada, sin embargo la dureza y el moralismo pueden causar un gran e irreparable daño. Los niños atraviesan periodos de curiosidad sexual, y debemos tener cuidado de no proyectar nuestra perversidad de adultos. Ellos harán preguntas sobre sus cuerpos y sobre el sexo, las cuales debemos contestar con la verdad y sin temor – pero sin ofrecer más información de lo que han preguntado.

    Si un niño ofende en el área sexual, los padres deben hacer un llamado a la conciencia, ayudando al niño a elegir el bien sobre el mal. Un niño puede mentir porque instintivamente se siente mal por lo que hizo. Sin embargo, los padres deben cuidar no darle demasiada importancia al tema; deben concluir lo que ocurrió realmente, disciplinar al niño y después seguir adelante. Un largo interrogatorio lleno de preguntas sólo despertará más la curiosidad sexual y hará aún más pesada la carga del niño.

    Mis padres que trabajaron como maestros, no se cansaron de señalar la gran injusticia que es etiquetar a los niños o adolescentes por sus fechorías. Advirtieron en contra de sacar conclusiones acerca del carácter del niño y su futuro desarrollo, y resaltaron una orientación constructiva para ayudar al niño a encontrar nuevos intereses.

    Dada la abrumadora variedad de métodos que se promueven para educar a los hijos hoy en día, ¿En cuál consejo pueden confiar los padres? Benjamín Spock, cuyos libros influenciaron a toda una generación, sugiere que los padres saben más de lo que ellos creen saber, y que deben confiar en los instintos y habilidades que Dios les dio. Hasta cierto punto él tenía razón, porque si queremos ser padres eficaces debemos confiar en nuestro propio juicio. Sin embargo, para la paternidad hay más que técnicas y métodos, y es ahí donde entra Dios. Para encontrar las mejores respuestas de los hijos, siempre y en primer lugar los padres humildes se dirigen a Dios en oración.

    Decir que los niños "no tienen remedio" muestra la falta de amor y de fe. Si verdaderamente amamos a nuestros hijos, nunca nos rendiremos por desesperación ni perderemos alegría en ellos aun al final del día más difícil, y debemos creer que el poder de redención y alivio de Cristo está con ellos al igual que con nosotros.

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