Bellvale Bruderhof es una comunidad cristiana ubicada en el estado de Nueva York, donde viven unas doscientas personas. Alan Koppschall, de Plough, entrevista a Jeff King, quien dirige la granja comunitaria.

Plough: Cuénteme de su trabajo. ¿En qué consiste?

Jeff King: La comunidad Bellvale comparte un almuerzo diario, y mi trabajo consiste en proporcionar las verduras para cada comida. Cultivo judías verdes, tomates, maíz, brécol, pepinos, calabacines, melones, patatas y otras verduras en unas cuatro hectáreas. Converso con el equipo de cocina de la comunidad para decidir qué cultivar. Solo cultivamos verduras que requieran poco trabajo para preparar. Podría cultivar guisantes, por ejemplo, pero ¿quién va a recogerlos y desgranarlos para doscientas personas?

Después, estudio estos objetivos de producción y elaboro un calendario de plantación para el año. Cada hortaliza tiene sus propios requisitos: el tiempo de plantación, los nutrientes, la mitigación de insectos y enfermedades, y los métodos de cosecha. A veces, cultivar hortalizas mixtas es como tener veinte hijos que reclaman tu atención al mismo tiempo; tienes que decidir cuál la necesita más.

Mi equipo básico cada temporada es de dos ayudantes; parte de mi trabajo consiste en formarlos y asignarles tareas. También llevamos a cabo un programa educativo para el campamento de verano de los niños. Mi trabajo consiste en planificar las experiencias —por ejemplo, escardar zanahorias o recoger tomates—, dar instrucciones y supervisar. Intento que sea lo más atractivo e interesante posible. Siempre tengo en mente que estoy reclutando discretamente a la próxima generación de agricultores.

Además, están las operaciones cotidianas. Hacemos compost, plantamos, nos ocupamos de insectos y enfermedades, cosechamos y almacenamos. También organizamos grandes proyectos, por ejemplo, en verano tenemos un día en el que la mayoría de los miembros de la comunidad vienen y juntos cosechamos y guardamos dos mil libras de judías verdes para el invierno.

Fotografías cortesía del entrevistado.

Ustedes siguen los principios de la agricultura regenerativa. ¿Podría explicarla?

La agricultura regenerativa no es más que observar cómo crecen las plantas en la naturaleza e intentar reproducirlo en los cultivos de hortalizas. Cuando empiezas a observar los ecosistemas naturales, te das cuenta de que todo funciona en conjunto. En un ecosistema sano y funcional, todo está equilibrado.

La agricultura regenerativa se rige por seis principios: el uso de cultivos de cobertura, la menor alteración posible del suelo, la diversificación de las especies vegetales, el mantenimiento de raíces vivas, la integración de animales en la explotación, y el contexto: las prácticas que sirven a un agricultor quizá no funcionarán en tu terreno.

Usted no siempre empleó prácticas regenerativas. ¿Qué le llevó a hacer ese cambio y cómo ha sido esa transición?

Hace quince años, cuando tenía veintiuno, me pusieron al frente de una explotación hortícola de ocho hectáreas. Mi padre es agricultor ecológico y me ha inculcado su aversión a los productos químicos. Pero cuando me hice cargo de la granja, el miedo al fracaso y la presión por producir una cosecha suficiente me hicieron confiar en los productos químicos para solucionar los problemas. Teníamos cuatro plagas principales de insectos y varias enfermedades que afectaban a nuestros cultivos. Utilizábamos pesticidas para resolver estos problemas. También utilizábamos herbicidas, para las patatas y las zanahorias, y fertilizantes químicos.

Al mismo tiempo, yo utilizaba prácticas de la agricultura regenerativa como el cultivo de cobertura, el compostaje y el laboreo mínimo. El principal problema era que utilizábamos un sistema híbrido, en parte químico y en parte regenerativo. Los productos químicos contrarrestaban los beneficios del sistema regenerativo. Teníamos fungicidas que mataban a los patógenos, pero también mataban a los hongos beneficiosos de nuestro suelo. Lo mismo ocurría con los insecticidas. Acababan con las plagas, pero también con los depredadores potenciales que podrían mantenerlas a raya. El fertilizante químico inhibía la relación planta-microbio e impedía que funcionara y prosperara.

Se estaba volviendo frustrante. Incluso fumigando con fungicidas, perdía cosechas a causa de las enfermedades. Para que un sistema químico funcione, hay que aplicar los tratamientos con constancia y regularidad. Hay que empezar pronto en la fase de trasplante y aplicarlos semanalmente. Hay que utilizar varios tipos diferentes de productos químicos, en la medida en que las enfermedades y los insectos desarrollan resistencia.

Si no vas a ir a por todas con los productos químicos, no vas a tener éxito con ellos. Por eso, después de diez años con un sistema híbrido, me di cuenta de que tendría que dar el salto a una práctica totalmente regenerativa. Tuve que dejar los productos químicos y confiar en la naturaleza para solucionar los problemas.

¿Tiene alguna anécdota concreta o algún momento educativo en el que se diera cuenta de que las prácticas que estaba empleando eran erróneas?

En 2015, un miembro de la organización Soil Food Web nos habló de los exudados radiculares. Una planta crea energía a través de la fotosíntesis y libera parte de esta energía en forma de glucosa en el suelo, lo que alimenta a los microbios. Los microbios usan y procesan esta energía, poniendo así nutrientes a disposición de la planta en una relación simbiótica. Cuando escuché esto, empecé a comprender la importancia de la biología del suelo, lo que ha cambiado por completo mi forma de ver la agricultura.

El segundo momento fue en 2020, cuando escuché a John Kempf, un líder del movimiento regenerativo, afirmar que las plantas podrían ser completamente resistentes a cualquier insecto o enfermedad. Él ha demostrado ese concepto con su trabajo de consultoría; según su propia experiencia, no hay ningún insecto o enfermedad que no pueda superarse regenerativamente. Es cuestión de que las plantas desarrollen un sistema inmunitario adecuado mediante una nutrición apropiada, que en última instancia procede de microbios sanos en el suelo. Entonces, las plantas pueden acceder a lo que necesitan para crear estos compuestos secundarios —polifenoles, terpenos y antioxidantes—, que forman parte de su sistema inmunitario para defenderse de insectos y enfermedades.

La agricultura regenerativa adopta una visión holística de la naturaleza. ¿Puede darnos unos ejemplos de esto en un contexto agrícola?

Todo funciona conjuntamente porque hay miles de millones de interacciones entre plantas, animales, árboles y microbios. Todo está interconectado. Cada organismo del ecosistema tiene un papel que desempeñar.

Le pondré un ejemplo. Las plantas tienen estomas, que son poros diminutos en el envés de las hojas que se abren para absorber dióxido de carbono y liberar vapor de agua. Se cierran por la noche y se abren antes del amanecer. Se hizo un estudio para determinar qué es lo que provoca que una planta abra sus estomas, ya que esto ocurre antes de la salida del sol. El estudio descubrió que el canto de los pájaros contribuía a la apertura de las estomas. Las plantas utilizaban a los pájaros como despertador para desvelarse y hacer la fotosíntesis.

En un ecosistema sano, existe un equilibrio entre las especies de insectos. Los insectos depredadores mantienen controladas las poblaciones de otros insectos. Las granjas regenerativas —como la nuestra— intentan mantener el mismo equilibrio en sus campos; nosotros hemos plantado, entre los cultivos, plantas perennes, algunas con flores para atraer a los depredadores de insectos beneficiosos. Hace un par de años encontré una chinche rueda comiéndose un escarabajo mexicano del frijol. La chinche rueda es un raro depredador beneficioso de la familia de las chinches asesinas y el escarabajo mexicano es una plaga común de las judías. Me entusiasmó tanto que le hice una foto. Los depredadores de insectos venían a mi granja a ocuparse de mis plagas de insectos. Y veo cada vez más mantis religiosas, el depredador por excelencia, en mis cultivos.

Tradicionalmente se ha distinguido entre horticultura y ganadería, pero en los últimos años usted las ha combinado. ¿Podría contarnos más?

Esta separación solo se produjo el siglo pasado. Antes, la mayoría de las granjas incluían pastos para el ganado, cultivos de campo y cultivos de hortalizas. Ahora la mayoría del ganado está confinado en cebaderos; el estiércol es un problema de gestión de residuos, y nuestros alimentos se cultivan en tierras hambrientas de estiércol y microbios beneficiosos. Pero esta separación no es propia de la naturaleza. Todo ecosistema sano incluye plantas y animales.

Después de conocer este concepto, pensé: ¿Cómo podemos hacerlo en nuestra pequeña parcela de hortalizas? Hablé con el aficionado a las ovejas de nuestra comunidad, que tenía veinte ovejas pastando en un prado adyacente. Hace unos tres años, las pusimos a pastar en mis cultivos de cobertura en primavera, encerrándolos con vallas eléctricas móviles. Pastaron mis cultivos de cobertura de primavera antes de que yo plantara mis cultivos de la temporada principal. Las ovejas se beneficiaron del forraje extra en una época del año cuando los pastos aún crecían lentamente y mi jardín se benefició del estiércol.

Al año siguiente, este amigo criador de ovejas me cedió una zona de pastos para plantar brócoli. Resultó ser un experimento muy interesante: parte de la cosecha de brócoli en el huerto y parte en el nuevo pasto, a treinta metros de distancia, en campos adyacentes con el mismo tipo de suelo. Manejé ambos cultivos de la misma manera, con el mismo programa de riego. Era la misma variedad de semilla, los mismos trasplantes, solo que estaban plantados en zonas distintas. En el suelo que había pertenecido al jardín por años, perdí el noventa por ciento de la cosecha por la podredumbre de la cabeza, por la Alternaria. Fue un fracaso. Pero en el cultivo de pasto —a unos treinta metros de distancia— apenas había Alternaria. ¡Resultó ser una de las mejores cosechas de brócoli que jamás había cultivado! El éxito del brócoli en el pasto se debió, probablemente, a que el pastoreo de ganado sobre hierba tiende a mejorar y mantener la salud del suelo, mientras que la producción anual de hortalizas suele degradar la salud y fertilidad del suelo.

En la comunidad cristiana cada uno tiene un papel específico y todos sirven a un propósito mayor, algo parecido al ecosistema interconectado de una granja. ¿Tiene alguna reflexión sobre la vida y el trabajo tanto en la agricultura regenerativa como en la comunidad cristiana?

Cuanto más diverso es un ecosistema, más sano es. Cada organismo tiene un pequeño papel que desempeñar para el bien común. Lo mismo ocurre en una comunidad. Si todos somos iguales, es como un monocultivo. Pero los distintos tipos de personas se complementan bajo el amor de Dios.

En la agricultura regenerativa hablamos a menudo de reducir los insumos. Esto se debe a que en un ecosistema natural todo —el carbono, el agua, el nitrógeno y otros minerales— se recicla. El único insumo real en un verdadero sistema regenerativo es la luz solar. Es una gran comparación con el funcionamiento de una comunidad cristiana. Al igual que una granja necesita la luz del sol, nosotros necesitamos recibir el amor de Dios a diario para prosperar.


Traducción de Coretta Thomson