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Por el amor a la enseñanza pública
Un educador inmigrante nos cuenta por qué eligió enseñar a niños de bajos recursos.
por Anthony Garces-Foley
lunes, 05 de mayo de 2025
Una editora de Plough, Caitrin Keiper, habla con Anthony Garces-Foley, un maestro de una escuela pública en Virginia.
Plough: Eres una persona con una gran pasión por la misión de la escuela pública de servir a cada estudiante, y que la ve como una forma de expresar tu fe. Cuéntanos tu historia.
Anthony Garces-Foley: Fui criado en una familia muy católica en las Filipinas. El tío de mi madre era el cardenal en las Filipinas, el Cardenal Rosales, y su primo era obispo. Yo sabía que la religión era importante en mi familia, pero de chico no la entendía. Luego falleció mi padre y nos vinimos a vivir a Estados Unidos cuando yo tenía 7 años, durante la dictadura de Marcos.
Fue duro. Fue en ese entonces cuando me incliné por la religión. Cada noche, mi madre, mi hermano y yo solíamos rezar el Rosario. Terminé yendo a una escuela católica desde el séptimo grado y luego a Notre Dame, gracias a las becas. Estudié teología para buscar respuestas a mis preguntas sobre la fe.

Anthony Garces-Foley enseña en una escuela pública. Fotografía de Spencer Weiner/Getty Images. Usado con permiso.
Tras graduarme trabajé para los Hermanos de las Escuelas Cristianas y para la Basílica Misión Dolores en San Francisco, donde conocí diferentes formas de la vida eclesiástica. De noche solía sentarme en soledad y leer las escrituras.
Sentí el llamado al servicio y quise convertirme en franciscano; me veía entregando mi vida a la comunidad. Hablé con un franciscano mayor que sugirió que viviera y estudiara junto a otros en formación pero que no me comprometiera a algo todavía. Entonces me inscribí en la Escuela Franciscana de Teología pensando que quería convertirme en cura. Pero luego me enamoré y agradecí haber recibido el consejo de esperar. Pero ¿qué debía hacer a continuación?
Recordé todas esas noches que había pasado leyendo las escrituras; el Evangelio de Mateo fue el que más me conmovió. Incluye el Sermón de la Montaña y muestra a Jesús como una persona asombrosa y valiente que lo desafiaba todo. Es desconcertante. ¿Qué? ¿Se supone que debo amar a mis enemigos? Y me llamó la atención que a él lo llamaban maestro. Pensé, aún puedo hacer el trabajo de Dios. Estamos llamados a ser como Jesús de una forma u otra.
Mi formación había sido en teología, por lo que di clases durante dos años en un secundario católico. Pero aun sentía que no estaba haciendo el trabajo que debía hacer. Sentí el llamado a cambiar a una escuela de Título 1, escuelas públicas que reciben financiación federal para servir a, predominantemente, estudiantes de bajos recursos, y obtuve mis credenciales de enseñanza en primaria y en inglés como segunda lengua (ESOL).
¿Qué te llevó a una escuela de Título I?
Quería servir a estudiantes que están marginalizados en nuestra sociedad. Veo a niños aprender inglés, viviendo en monoambientes, lidiando con cosas muy duras y pienso: Ah, ese era yo. Recuerdo que llegué a este país tras la guerra de Vietnam en los años setenta y me gritaban por parecer vietnamita.
En mi primer día de clases, fui a la cafetería y me dieron una tarjeta para el almuerzo. No sabía qué hacer con ella, y no hablaba el idioma, pero alguien puso comida en mi plato: carne picada en una tortilla. Nunca había comido un taco antes, pero pensé: ¡Esto es maravilloso! Y luego un chico se me acercó y me dijo: “Oye, ¿Quieres tu taco?” Como no entendí la pregunta, lo cogió y se marchó corriendo. Tenía siete años. Lloré. Ese chico había robado mi almuerzo. Ese día no almorcé.
A medida que pasaba el tiempo, aprendía mediante la observación. Una vez estaba en el patio y un niño dijo, “Tengo que ir a mear”, y luego corrió al baño. Cuando volví al salón de clases, le dije a mi maestra: “Tengo que ir a mear”. Me regañó por ser ‘grosero’.
¿Cómo podía yo saberlo? Pensé, si alguna vez soy maestro, intentaré entender por lo que está pasando alguien.
Hubo muchas otras veces donde sentí miedo e incomprensión. Y si yo sentía esos miedos y sentimientos de alienación, ¿a qué se enfrentan estos niños que pasaron por el Tapón del Darién? Dejas tu vida atrás y te embarcas en una travesía difícil, solamente para llegar al otro lado y enfrentarte a tanta discriminación. Piensas haber llegado a este lugar maravilloso, pero hay cucarachas en tu mochila y una maestra te está diciendo que sigues sin ser lo suficientemente bueno. Es tan desalentador.
Quiero que mis estudiantes conozcan su valor y lo que pueden lograr. Por eso comparto mi historia y la de otros que perseveraron a pesar de sus lugares de origen.
Había una chica a la que daba clase en quinto grado, una estudiante de ESOL de Pakistán. Era una estudiante brillante, pero no se le otorgaba un reconocimiento especial ni se la tenía en cuenta para los programas académicos más prestigiosos del distrito. Años más tarde, me encontré con ella en Starbucks. Se había dejado la piel en secundaria y estaba a punto de graduarse con una beca completa para asistir a Princeton.
Quedé boquiabierto. Hice que viniera a hablar a los profesores y alumnos de la escuela primaria, y hasta hoy la pongo como ejemplo.
Incluso para la inmensa mayoría de los que no van a una universidad prestigiosa, un profesor que te valora por lo que eres marca una gran diferencia.
Hubo un chico que el último día de clases no se quería ir. Le pidió permiso a su mamá para ayudarme a limpiar, y se quedó todo el rato. Mientras limpiaba, podía ver lágrimas en sus ojos. Me dijo: “Te voy a echar de menos”. A veces no soy consciente del efecto que genero en los jóvenes hasta que me lo demuestran. Soy más que un profesor para estos chicos, y debo tener eso presente.
¡Aunque a veces son ellos los que me enseñan a mí! Tuve un alumno famoso por sus problemas de conducta, y sentía que no estaba logrando llegarle. Un día cuando pensé que no me estaba escuchando, me harté. Me miró y me preguntó: “¿Qué te sacó de quicio?” Me detuve y le dije: “Gracias. No me di cuenta de que estaba perdiendo los estribos y tú te has dado cuenta”.
Esto me cambió profundamente. Un chico con el que muchos pensaban que era difícil trabajar reconoció en mí lo que él reconocería en sí mismo.
Tuve que lidiar con otro chico difícil de tratar cuando enseñaba en la secundaria. Era el cantante principal de una banda de metal. Una vez fui a su concierto para ver su otra faceta. A partir de ese día cambió de tono y, en clase, decía: “¡Eh, respeto! Escuchen al profesor”. Y era fantástico. Consiguió que otros se implicaran y se interesaran por la música, y juntos formamos un pequeño grupo musical en la escuela.
Hábleme de la longevidad. Mucha gente entra en la profesión con mucha energía y se compromete a llegar a estos estudiantes, pero es duro, y hay mucho desgaste y rotación. ¿Cómo ha conseguido usted permanecer?
Hace veintiséis años que soy profesor, y todavía me encanta. Durante este tiempo obtuve un doctorado, y las personas me preguntaban: “Ahora que tienes un PhD, ¿qué harás?” Y yo respondía “Bueno, seguiré enseñando porque es el trabajo más importante”. Había trabajado un poco en revisión de políticas, y podría haber seguido por ese camino o haber tomado un rol en el ámbito de la administración, pero, sin ánimo de desmerecer esos cargos, sabía que no estaba llamado a eso. Soy un profesor varón, de una minoría racial y un título superior, soy una anomalía en esta profesión, lo cual me lleva a querer servir con el ejemplo. Y al final, lo más importante es mi relación con los estudiantes.
En lo que concierne al riesgo de desgaste de los profesores, los aliento a mantener sus vidas fuera del salón de clases, para permanecer descansados emocional y mentalmente. Dentro del salón de clases, deberían tomar riesgos y recordar por qué eligieron esto. Nunca nos equivocaremos si nuestro enfoque es cuidar de los niños. Sé que todo el papeleo y las evaluaciones serán difíciles, pero si nos importan los niños, todos llegaremos a buen puerto.
¿Cómo lleva o no lleva su fe a un entorno laico?
Mi mejor virtud como maestro es Jesús, quien constituye mi modelo a seguir. Mi fe es integral a mi persona. A veces menciono que Jesús también fue inmigrante, pues su familia huyó a Egipto y vivió allí por dos años.
Y me encanta hablar de las distintas religiones que están representadas en nuestro distrito, y por qué tenemos feriado en Rosh Hashaná o en Eid al-Fitr, cuál es la historia detrás de la creciente fértil y cómo se relaciona con lo que está ocurriendo hoy día. Mis estudiantes se sorprenden mucho al escuchar que Jesús era judío o que, según el calendario hebreo, hoy no estamos en el año 2024, sino en el 5785.
Traducción de Micaela Verdecanna Zeballos