Si se aprueba o no, el mundo está cambiando asombrosa y rápidamente acerca de las cuestiones de género. A menudo lo que falta en estos debates controversiales es tomar en cuenta las quemaduras que dejan atrás. Una cosa que se va perdiendo en las batallas de género es la necesidad de enseñar a los jóvenes varones cómo ser hombres.

A veces puede parecer que el género se está borrando en nuestra cultura, y que el mero concepto de género debería ser malo y opresivo. En respuesta, ciertamente tienen relevancia los artículos sobre lo que dice la Biblia acerca del género. Pero también podemos considerar el género de una perspectiva pragmática, enfocándonos en los hechos que aun las voces más políticamente correctas y combatientes en esta conversación deben reconocer.

El doctor Tony Evans señala en su libro Kingdom Man que el 70 por ciento de todos los encarcelados proceden de hogares sin padres, así como el 80 por ciento de infractores con problemas de enojo. El 71 por ciento de los niños que abandonan la escuela secundaria salen de hogares sin padres y el 63 por ciento de los suicidios adolecentes ocurren en hogares donde el padre fue o abusivo o ausente. Estas son estadísticas de proporciones pandémicas.

Yo veo manifestados los resultados cada día a nivel de barrio. En mi podcast, Behind the Curtain (Detrás de la cortina), el pastor Tyler St Clair habla sobre la niñez en los barrios pobres de Detroit, estado de Michigan: De todos los niños en mi barrio, mi escuela y mi familia, no sabía de ningún niño que tuviera un padre durante su niñez. Eso no es una exageración. En otro episodio, Dennis Hammond, de dieciocho años, describe criarse en los barrios pobres de Lansing. Ninguno de sus amigos tiene una relación con su papá. No hablamos de padres divorciados; hablamos de comunidades enteras sin ninguna presencia paterna.

Esta pandemia de ausencia paterna, especialmente en las comunidades urbanas, no ocurrió de la noche a la mañana. Durante décadas, la iglesia y la sociedad acomodada, por la mayor parte, han evitado, ignorado y abandonado las comunidades pobres en las ciudades. Nuestro país esclavizó sistemáticamente y luego oprimió a los negros, limitándolos legalmente a guetos urbanos deteriorados en los años 1960 mientras los blancos adinerados huían a barrios suburbanos donde no se permitía a los negros. No menciono estos hechos para avergonzar a los blancos de hoy, sino para que conozcamos los ingredientes con qué trabajamos y podamos responder eficazmente, con gracia y sin juicio.

Cuando se combinan las estadísticas del Dr Evans con estas anécdotas, y las multiplicamos por toda la nación, el resultado es impactante. Hasta el gobierno federal y las instituciones establecidas se han dado cuenta y están haciendo algo al respecto. Estas organizaciones, más notablemente el gobierno mismo, simplemente reconocen verdades sociológicas y hechos estadísticos.

Un comercial de Fatherhood.gov dice: No hay otro tipo de amor como él de papá. Esto significa que el amor de una madre no es igual que el amor de un padre. Se puede decirlo de revés, que tampoco hay nada igual que el amor de una madre. Esto también es verdad, pero solo recalca el argumento: tanto la masculinidad como la feminidad son buenas, únicas e imprescindibles. La ausencia de amor masculino ha producido consecuencias calamitosas, y las batallas de género de hoy día nos llevan a donde se excluirá aún más.

La masculinidad que hay que enseñar —y modelar— a nuestros jóvenes varons, no tiene nada que ver con el fútbol americano, ganar una pelea, tener facilidad con las chicas. Eso es machismo, una imitación barata de la fuerza masculina. La verdadera sustancia de la fuerza masculina tiene que ver con luchar con el corazón, no con los puños. Se trata de la integridad, la fidelidad sexual y el cumplimiento de promesas. Significa estar presente como un padre y esposo fiel, o incluso como un empleado fidedigno. Estas cualidades son la fábrica sobre la cual se construye la sociedad; sin ellas, solo queda un comportamiento desviado y destructivo.

Ninguna de estas cualidades surgen de la nada en un hombre joven: hay que modelarlas. Cuando no se modelan, simplemente se repite el ciclo. Las grandes noticias son que cuando hay buenos ejemplos, nace un nuevo ciclo de fuerza masculina. Y no olvidemos con cuánta urgencia necesitan nuestras jóvenes mujeres una fuerte presencia masculina en sus vidas. ¿Cómo sabrán ellas valorar estas cualidades en un hombre si nunca las han visto en la vida real?

A pesar de los múltiples intentos de borrar o confundir el género, hay esfuerzos en muchas escuelas públicas y organizaciones seculares para enseñar y ejemplificar masculinidad para los hombres y mujeres jóvenes. Una agencia a la vanguardia es el programa del National Center for Fathering (Centro nacional de paternidad), WATCH D.O.G.S (cifras en inglés de Papás de estudiantes excelentes). WATCH D.O.G.S. son padres, abuelos, tíos y otras figuras paternas que trabajan como voluntarios por lo menos un día de cada año en una escuela que participa en el programa. Hoy, más de 5,148 escuelas en cuarenta y siete estados y Washington DC participan en WATCH D.O.G.S. y hay programas parecidos en China, Canadá, México, Puerto Rico y Barbados. La meta general de WATCH D.O.G.S. es proveer modelos masculinos positivos a los estudiantes, demostrando por su presencia que la educación es importante. Se ha reconocido el programa en el Today Show y NPR, y en el NewYork Times, Washington Post, USA Today, entre otros medios. Es decir: los medios principales, populares, y políticamente correctos están celebrando la necesidad de que los hombres sean hombres y modelos de esta masculinidad para la próxima generación, para que ellos también abracen la verdadera masculinidad tal y como debería ser.

En un momento decisivo cuando la masculinidad ha sido degradada por muchos y borrado por otros, no debemos ignorar, abandonar ni juzgar a aquellos que no tienen padre, sino alcanzarlos, modelando lo mejor que podemos el perfecto amor masculino de nuestro Padre celestial.


Este artículo se publicó por primera vez en 2016. Traducción de Coretta Thomson. Foto: unsplash/ Martin Wessley