El año pasado, mi hija desaparecía a menudo. Se escabullía dentro de la puerta del ropero para descubrir a Mister Tumnus, o se metía en el hoyo del conejo para tomar té con el Sombrerero. Y mostraba su desagrado al llamarla para que viniera a casa y ayudara a lavar los platos, igual como había sido cuando mi mamá trataba de localizarme desde la Tierra Media a la Tierra actual, porque necesitaba poner la mesa. Los niños necesitan tener los pies en el mundo real y en el imaginario. Pero, ¿cómo lograr el equilibrio?

El equilibrio se nos movió a todos el verano pasado, cuando una arpista profesional nos invitó a un concierto espontáneo al aire libre. Estábamos a tres metros del sonido, mientras la inolvidable melodía ondulaba por el aire del atardecer, la soñadora a mi lado despertó, y se mantuvo despierta desde entonces. Cuando terminó la música, caminó en medio de la gente, pero nunca apartó su mirada de esas cuerdas. La arpista fue interrogada, aunque a ella no parecía importarle. Regresamos a casa deslumbrados, y nuestra hija le dijo a su papá que ella iba a tocar el arpa. Él bufó con escepticismo. Su padre puede tocar siete instrumentos, pero el arpa estaba fuera de su competencia. Durante seis meses, la conversación recurrente entre ellos fue: «Solo tienes nueve años, piénsalo un poco más», pero ella seguía enfocada en el arpa.

¡Aclamen alegres al SEÑOR, habitantes de toda la tierra! ¡Prorrumpan en alegres cánticos y salmos! ¡Canten salmos al SEÑOR al son del arpa, al son del arpa y de coros melodiosos! Salmo 98:4-5 

Posteriormente algunas cuerdas comenzaron a alinearse. Un amigo donó una pequeña arpa portátil ya usada. Otro amigo recomendó un maestro, el arpista de una orquesta sinfónica local. Pero con el arpa portátil no puedes avanzar mucho, pues no se le pueden cambiar las claves. Un arpa de calidad con palancas, sin embargo, puede costar cinco mil dólares. Mientras ponderábamos la posibilidad de adquirir una de esas, mi esposo y yo viajamos a Lancaster para presentar un estand en una conferencia sobre educación en el hogar. Desde una esquina distante del salón de exhibición, los inconfundibles tonos de un arpa fluyeron en medio de las cinco mil personas que asistían al evento. Seguimos el sonido hasta llegar al estand de un fabricante de arpas, Alex Marini y su familia, que estaban tocando himnos en una serie de majestuosas arpas Regency.

Nos encontramos de nuevo durante las comidas y al terminar el horario, y cada vez aprendíamos un poco más, no solo sobre la fabricación de las arpas, sino también sobre la historia de un instrumento que ha acompañado la adoración y oración a Dios durante siglos. Cuando Alex se enteró de que mi esposo es carpintero, nos dijo que tratáramos de ordenar el herraje y los planos de fabricación de un arpa Regency, por una fracción del costo de una ya terminada.

Lo que siguió fue un verano dedicado al arpa. Y debo decir que el papá que al principio había bufado ante la sola idea del arpa, hizo la mayor parte del trabajo para construirla. Pero todos ayudaron, sin importar el esfuerzo invertido, desde ir juntos a conseguir los tablones de madera de cerezo hasta lijar (el más pequeño de tres años usó una lija de grano fino), pegar, pintar y teñir. ¡Oh, y también afinar! Llevó cincuenta afinaciones antes de que las cuerdas mantuvieran el tono con suficiente fidelidad para añadir las palancas de claves. Ahora los primeros cantos de Navidad pueden resonar en nuestra casa: «En el invierno sombrío», «Santa la noche»... No hay nada en el mundo como el sonido de un arpa. ¿Hay inconvenientes? Quizá. ¡Ahora padre e hija se disputan el turno para tocarla... y ninguno de ellos lavará los platos!


Vea el proceso de construir el arpa y escuche la primera presentación pública.


Traducción de Raúl Serradell. Fotografías de Clare Stober.