Cuando yo tenía trece años, mi papá murió de sida como consecuencia de una relación del mismo sexo que tuvo fuera de su matrimonio. Así que, como discípula de Jesús, cuando me llaman fanática intolerante porque creo en las enseñanzas del cristianismo sobre la sexualidad, me duele profundamente. Amaba a mi papá, la mayoría de mis recuerdos más felices de la infancia los compartí con él. Bailábamos las canciones de Carly Simon; horneábamos pastel de cerezas y chocolate; nos sentábamos juntos en nuestras mecedoras durante las cálidas noches de Carolina del Norte, contemplando con asombro el universo de Dios.

Mi papá y yo, 1980. Fotografías cortesía de la autora

Pero sobre todo lo amaba porque, más que cualquier otra persona en mi vida, me guiaba hacia Jesús. Cuando tenía nueve años, me regaló la Biblia que todavía uso hoy. Quería que yo supiera lo importante que era seguir a Jesús, pase lo que pase. Él sufrió intensamente como consecuencia del sida, pero me dijo que sufrió mucho más por su traición a Cristo. Sabía que había pecado, y estaba profundamente arrepentido. Fui testigo de su arrepentimiento y de su alegría tan sincera cuando supo que había sido perdonado. Sigue siendo el ejemplo más importante en mi vida.

Cuando me enteré de la atracción de mi papá hacia personas de su mismo sexo, quedé impactada y sorprendida, no porque tenía algún escrúpulo de principios morales, sino por cómo él había luchado solo por tantos años. Provenía de una familia militar de los bautistas del sur, y había tenido una relación difícil con su propio padre, que había sido de los boinas verdes. Mi papá no era el típico macho, ni tampoco jugaba en el equipo de fútbol americano como su hermano mayor, simplemente era diferente.

En aquellos años, la atracción al mismo sexo era un tabú, y mi papá no podía compartir sus sentimientos ni en casa ni en la iglesia. Al mismo tiempo, se sintió llamado por Jesús y quería dedicar su vida a él como pastor. Pero, ¿qué pastor con una atracción al mismo sexo era aceptado en la década de 1970? Así que hizo «lo correcto»: se casó, tuvo dos hijos, y se convirtió en pastor.

Pero no pudo deshacerse de su atracción al mismo sexo. Conocía los mandamientos de Dios, sabía que no tendría bendición en un estilo de vida públicamente gay, pero no podía compartir su carga ni pedir ayuda. Con el tiempo, y absolutamente solo, sucumbió ante la tentación.

En ese entonces las iglesias le fallaron a mi papá, y le siguen fallando ahora a personas como él, pero las cosas no tienen que ser así. En este sentido, he encontrado una gran ayuda en el libro de Ed Shaw: The Plausibility Problem. Shaw, un pastor célibe, atraído al mismo sexo, desafía a las iglesias por su falta de apoyo a los cristianos con atracción al mismo sexo. Todos nosotros, afirma, estamos sujetos a las tentaciones, y todos necesitamos ayuda para vencerlas. Todos los cristianos necesitan el apoyo de una comunidad íntima de fe para seguir a Jesús, pero, debido a que muchas iglesias se niegan a hablar sobre la atracción al mismo sexo, por temor de ser etiquetados de homofóbicos, o alientan a las personas atraídas al mismo sexo a vivir un estilo de vida gay con el mismo espíritu de compromiso, la mayoría de los cristianos con atracción al mismo sexo no reciben el apoyo que necesitan.

En lugar de ayudarlos, dice Shaw, las iglesias dificultan su vida al ser poco claras, incluso hipócritas, en cuanto a pecados como el divorcio y el segundo matrimonio, y por no clarificar los sacrificios que se requieren para el verdadero discipulado. Escribe sobre lo que llama «momentos de abatimiento», cuando siente intensamente los sacrificios de la posición que ha asumido.

Lo que me ayudará a recuperarme del abatimiento es ver a otros cristianos sacrificar la felicidad a corto plazo por la obediencia a la Palabra de Dios. Me anima mucho obedecer lo que Dios dice acerca del sexo al ver la costosa obediencia que tienen otros cristianos. Un buen amigo ha estado dispuesto a sacrificar su reputación profesional al mantener una postura en defensa de la verdad. Otro amigo perseveró en su matrimonio del que casi todos los demás se hubieran alejado, porque sabe que Dios aborrece el divorcio. Todos ellos son el tipo de personas que más me han hecho sentir la posibilidad de la vida que estoy experimentando, y alabo a Dios por ellos.

Tales sacrificios compartidos son cruciales para reforzar la idea de que la iglesia es un lugar de acogida para los discípulos con atracción al mismo sexo.

La iglesia pierde su voz y autoridad cuando somete a personas con atracción al mismo sexo a un estándar más alto que los demás; la fidelidad al evangelio nos incluye a todos. No podemos ignorar el adulterio ni justificar a la ligera el divorcio, el segundo matrimonio y la cohabitación mientras condenamos la homosexualidad; la Biblia contiene fuertes juicios morales sobre todos ellos. Ninguno de nosotros elige nuestros demonios; ellos nos eligen a nosotros, y, en ese sentido, la iglesia tiene que aceptar a las personas que parecen tener una atracción fija e implacable hacia personas de su mismo sexo, y ayudarlos con esperanza y verdad.

Con mis padres el día en que cumplí dos años

Mi papá murió todavía esperando por el apoyo de una comunidad íntima de fe, una iglesia que no condena, una iglesia enfocada en tratar de vivir el Sermón del monte con amor y cuidado los siete días de la semana. Afortunadamente, Shaw encontró una comunidad de fe para llenar las horas solitarias cuando él, igual que otros solteros, echaba de menos una esposa e hijos propios al volver a casa. Yo encontré también una comunidad de fe y compromiso cuando me uní al Bruderhof. Aquí, con mi esposo Dan y nuestros tres hijos, podemos ayudarnos unos a otros a poner la voluntad de Dios antes que nuestra propia voluntad; nuestra fidelidad a Jesús antes que nuestra búsqueda de felicidad. Dentro de mi propia iglesia comunidad, he visto que los gais que se congregan encuentran paz y respuestas dentro de la comunidad, ya sea en la soltería o en el matrimonio ordenado por Dios. Si mi papá hubiera tenido ese apoyo las cosas hubieran sido muy distintas.

Todos los cristianos necesitan el apoyo de una comunidad íntima de fe para seguir a Jesús.

No solo se trata de Ed Shaw y de mi papá; hay otros que también han hecho este sacrificio. Sam Allberry (Is God Anti-Gay?) y Wesley Hill (Washed and Waiting) son cristianos con una atracción exclusiva hacia personas del mismo sexo, para quienes el celibato es la única opción para permanecer fieles a los mandamientos de Dios. Rosaria Butterfield (The Secret Thoughts of An Unlikely Convert), por otra parte, fue capaz de renunciar a su estilo de vida como lesbiana para casarse y adoptar niños en la iglesia. Todos ellos, por amor a Jesús, pusieron primero a Dios y tuvieron el valor de publicar sus historias.

Las personas con atracción hacia el mismo sexo que buscan seguir a Jesús pueden convertirse entre los testigos más importantes de nuestra época. Están asumiendo una postura valiente y sin concesiones en favor del evangelio, que requiere un gran sacrificio personal. Están pidiendo que la iglesia se mantenga unida con ellos. La iglesia necesita manifestar su apoyo a personas como mi papá, y a cada uno de nosotros. Todos somos pecadores, sea que seamos heterosexuales o que tengamos atracción hacia personas del mismo sexo. No podemos señalar pecados específicos o a ciertas personas para condenarlos, porque la verdad para todos es que cuando ponemos a Jesús antes que nuestros intereses, todos podemos ser redimidos.

El apóstol Pablo habla sobre esta unidad esencial, orando por el día cuando «ya no seremos niños, zarandeados por las olas y llevados de aquí para allá por todo viento de enseñanza y por la astucia y los artificios de quienes emplean artimañas engañosas. Más bien, al vivir la verdad con amor, creceremos hasta ser en todo como aquel que es la cabeza, es decir, Cristo. Por su acción todo el cuerpo crece y se edifica en amor, sostenido y ajustado por todos los ligamentos, según la actividad propia de cada miembro» (Efesios 4:14-16). Si un grupo de creyentes se erige en juez para juzgar a otro grupo, la nave de la iglesia se hundirá en la tormenta. Pero cuando los pecadores —sin importar cuál sea su pecado— se unan en su necesidad de gracia y arrepentimiento, la iglesia solo se fortalecerá.


Traducción de Raúl Serradell