Nuestra meta en todo lo que nos proponemos debe ser una sola: que venga Su reino, que se haga Su voluntad en la tierra—entonces Dios oirá nuestra súplica (Mateo 6:33). Dios se mostrará inmenso más allá de nuestra comprensión: Sucederá mucho más de lo que osamos expresar en palabras; la satisfacción de nuestros anhelos superará nuestras más audaces oraciones. Y esto pasará mientras aún estamos rezando—o aun antes de disponernos a orar—para que sepamos que es Dios quien lo hace todo (Isaías 5:24). Cualquiera que llame a la puerta de Dios buscando a él sólo, recibirá lo que pide aun antes de darse cuenta.

En el reino de Dios no habrá necesidad de establecer normas de conducta, ni mandamientos o tablas de ley. En ese reino, todo orden será basado en la renovación interior de los individuos gracias a la inspiración del espíritu de Jesucristo.

Jesús nos llama a trabajar mientras dure el día (Juan 9:4). Compara su futuro reino con la jornada en la viña, la inversión de dineros fiados, el buen uso de cada talento. El reino de Dios tendrá que ser un lugar donde se trabaja, si ha de transformar este valle de lágrimas en un lugar de regocijo. El trabajo corresponde al destino del espíritu humano. Es parte esencial de su naturaleza que el hombre se desenvuelva en actividad creadora. Sólo trabajando codo con codo junto a otros en amor y compañerismo, disfrutaremos de la vida de manera sana e inocente.

Siempre ha habido gente con el corazón compungido por la miseria del mundo, quienes en su fuero interno sabían que el día de justicia vendrá con seguridad. Pero Jesucristo es el único quien, al infundir en nosotros el anhelo de justicia, nos dio la visión del reino de Dios con su justicia y su claridad, y al mismo tiempo nos enseñó el camino para alcanzarlo.

Cuando desciende el reino de Dios sobre esta tierra en el día de la nueva creación, cuando Jesús devolverá la tierra al Padre, será muy diferente de lo que nos imaginamos. Nuestras plegarias pueden y deben implorar la llegada de ese día, pero por más fe que tengamos, nosotros no podemos hacerlo llegar. Dios sólo puede hacerlo.

Esperamos un nuevo despertar; pero algo aún más tremendo tiene que acontecer. ¿Será posible pensar en algo más enorme de lo que ocurrió en la época apostólica? ¿Podemos concebir algo tan tremendo como el reino de Dios, que cambiará al mundo entero?


Estos párrafos son extractos del capítulo "El advenimiento del reino" del libro La revolución de Dios.
Imagen: Flores en el universo, Kirsten Lundsgaardvig. Fuente: Wikimedia Commons