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    Detalle de pintura de Jesús sanando a los enfermos

    Cuando Dios sana

    por Christoph Friedrich Blumhardt

    lunes, 01 de febrero de 2021
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    Con majestad, cabalga victorioso en nombre de la verdad, la humildad y la justicia; que tu diestra realice gloriosas hazañas.

    Salmo 45:4

    Cuando Dios usa su regla de verdad y justicia la tierra cruje con milagros. Los milagros de Dios siempre se relacionan con la verdad y la justicia. Por esa razón sus obras nunca son eventos extraños que nos desconciertan y nos hacen preguntarnos qué significan en realidad. Siempre existe la luz, siempre hay un significado en los milagros de Dios, siempre tienen un valor moral. En lugar de suplicar por milagros, por tanto, debemos orar: «Amado Dios, haz que solo la verdad y la justicia reinen en nuestra casa, sí, y en nuestros corazones; no nos dispenses, sino sigue adelante». Entonces no habrá falta de milagros. Lo que necesita hacerse se hará.

    Cuando enfrentamos dificultades encaramos un dilema: no saber qué hacer; pero no debemos afrontar el problema donde surge la dificultad y tratar de remediarlo allí. No. Necesitamos analizar lo que está detrás para ver si hay algo que está mal y orar para que el Señor ponga orden. Quizá descubramos algo falso, algo que no podemos quitar con nuestra propia fuerza. Solo Dios puede hacerlo. Aférrate con firmeza a esta verdad y descubrirás que tus heridas serán sanadas, y que lo que está mal externamente en tu vida también desaparecerá.

    En cuanto a mí, no deseo ver un solo milagro en alguien si no resulta en una restauración interior.

    ¡Cuanta falsedad todavía permanece oculta en nosotros, cuanto autoengaño y presunción! En la superficie las cosas parecen bastante normales. Pero la aflicción física, al final, es el resultado de la perversión en nuestras vidas. Esto no significa que todo problema o toda enfermedad sea el resultado directo del pecado. Sino que el sufrimiento y la enfermedad están relacionados con el todo. Somos como una cadena, y nuestras dolencias comunes dan sus frutos, al igual que los pecados individuales. Las cosas serían diferentes si realmente viviéramos conforme a la verdad y la justicia.

    Todo el mundo quiere la ayuda médica, quieren ser sanados, pero ¿quién de verdad se interesa en Dios? No queremos ser verdaderamente purificados. En cuanto a mí, no deseo ver un solo milagro en alguien si no resulta en una restauración interior.

    Durante toda mi vida con frecuencia he estado gravemente enfermo, y en cada ocasión el Señor quiso hablarme precisamente en las circunstancias de mi enfermedad. El momento en que pude asumir el dolor con gozo, agradecer al Señor por ello, y permitir que fluyeran los rayos de la gracia divina, los dones y las bendiciones de Dios se derramaron continuamente sobre mí en fe. Rápidamente el dolor perdió terreno y fui capaz de concentrarme con libertad en el Señor, estaba alegre y feliz, y el sufrimiento se disipó como una nube frente al sol. En otras palabras, durante años he recibido bendiciones inexplicables al estar enfermo. Mucha de la gente enferma que ha venido a mi casa ha tenido la misma experiencia.

    a painting of Jesus healing the sick

    Jesús sana a los enfermos Iglesia de Nuestra Señora de los Ángeles, Santiago de Chile, c. 1940, taller de Pedro Subercaseaux. Fuente: Wikimedia Commons

    Hace varios años me fracturé la mano. En aquel momento no sabía que estaba fracturada, pero el dolor era tan fuerte que tuve que recostarme. Una vez que me pude calmar de nuevo, puse mi mano sana sobre la enferma, y literalmente le agradecí a Dios durante dos horas completas, dejando que fluyeran el poder y la bendición de Dios. Le agradecí por permitirme, solo y sin interrupciones, aceptar sus palabras de vida y centrarme de nuevo en él. Mientras hacía esto sentí que mi llamado estaba siendo fortalecido espiritualmente, al mismo tiempo el dolor que sentía fue disminuyendo más y más. En esas dos horas recibí más fortaleza, más sanación de Dios de lo que puede expresarse con palabras.

    Unas semanas después, un cirujano llegó a nuestra casa. Cuando examinó mi mano, comentó que había sido fracturada en dos partes, pero que evidentemente había sido sanada muy bien como si hubiera estado enyesada por cuatro semanas. Esto me convenció mucho más de que durante esas dos horas de oración, en las que no hice más que dar gracias a Dios, el Señor mismo sanó mi mano.

    Por casi treinta y cuatro años, esta ha sido mi actitud hacia la enfermedad: asumirla con gozo y acción de gracias. Cada vez que he estado gravemente enfermo, el Señor me ha enseñado cosas importantes. He aprendido que el dolor no tiene que ser una carga. Por el contrario, me ha enseñado a estar tranquilo, a calmar mi alma, y acudir al Señor y pedirle: «Señor, ¿qué quieres de mí ahora?». Y Dios siempre hace claro lo que tengo que dejar, el pecado que debo abandonar, y cómo debo arrepentirme con todo mi corazón.


    Artículo extraído del libro El Dios que sana

    Contribuido por ChristophFriedrichBlumhardt2 Christoph Friedrich Blumhardt

    Christoph Friedrich Blumhardt (1842-1919), pastor y socialista religioso, nació en Möttlingen, Alemania. Su padre fue el pastor y ensayista Johann Christoph Blumhardt.

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