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    detail from All Along the Watchtower, a  painting by Cassandra Miller

    El arrepentimiento como revolución

    por

    lunes, 01 de junio de 2020
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    • Alfredo Soto

      Muchas gracias, muy interesante y muy buena las recomendaciones. Me gustaría poder acceder a su programa

    • Carlos Parada Miranda

      Sin conversión del corazón todo cambio externo será solamente apariencia, meramente cosmético. Y esa transformación auténtica la hace el Espíritu Santo. Él es quien labra en nosotros el rostro de Jesús.

    A pesar de las connotaciones negativas que la palabra «revolución» puede implicar, es la que mejor describe la conmoción espiritual a la que Arnold nos llama. El siguiente discurso fue pronunciado en noviembre de 1917, pero su mensaje no ha expirado: la necesidad de renovación interior frente al abrumador cambio social y político es tan vital en nuestros días como lo era entonces. Y la afirmación de Arnold, según la cual el bolchevismo fracasaría en su intento de traer la paz y la justicia, es profética. Es indudable que la vida exterior tiene que cambiar. Pero antes tiene que cambiar la vida interior, y este cambio sólo se puede realizar por medio del arrepentimiento.

    Hoy se habla mucho de revolución y, de hecho, todos nosotros sentimos que nos encontramos en medio de la revolución más grande que la humanidad haya podido experimentar. Como consecuencia de la guerra, nuestra civilización europea está sufriendo un cambio sin precedentes. Es un cambio que trae juicio y castigo de Dios sobre todas aquellas cosas que pensábamos tener tan firmemente bajo nuestro control, y nos ha derribado de las alturas de la arrogancia y el orgullo.

    Los mayores cambios están teniendo lugar en la esfera económica. Una poderosa ola de revolución social ha atravesado Rusia: es una ola cuyo recorrido aún no ha terminado. Todavía no sabemos qué clase de cambios tendrán lugar en ese país, en la distribución de la riqueza entre ricos y pobres, en la industria y el comercio, en las compras y las ventas. Todavía no podemos predecir hasta dónde la revolución en las cosas exteriores afectará todo lo demás. Pero hay una cosa segura: necesitamos una revolución.

    Ciertamente la mayoría de las personas se limitarán a aplicarla a los asuntos externos. Se parecen a los socialdemócratas que afirmaron: «No tenemos tiempo para ocuparnos de los asuntos internos, porque los externos nos mantienen bastante ocupados». Éste es el peligro para la mayoría de la gente: debido a sus muchas preocupaciones olvidan las cosas más internas, hacen caso omiso de ellas y atienden sólo las externas. Quizá esto sea lo peor en las apremiantes circunstancias del momento presente: los que ansían el cambio pasan por alto completamente la cara interior de la vida. Sin embargo, debemos comprender que todo cambio duradero tendrá que empezar en la vida interior.

    Lo que es grande a nuestros ojos es una abominación ante Dios. Hemos preferido el honor humano al honor de Dios, y por ello nos hemos ensalzado en lugar de inclinarnos ante Dios, y nos hemos hundido en las profundidades del pecado y la muerte. Éste es el motivo por el que necesitamos una revolución: una inversión total, una revalorización de todas las cosas y todos los valores.

    Nosotros proclamamos a Cristo como poder divino. Jesús es el Espíritu y donde está el Espíritu, allí hay libertad. Quien se encuentra bajo la influencia de este Espíritu, experimenta una revolución desde dentro y esta revolución del alma aporta la renovación que ansiamos y necesitamos. El poder de lo alto nos transforma desde dentro y nos capacita para hacer obras que, sin él, no podríamos hacer de ninguna manera. Ya no vivimos según la carne sino según el Espíritu. Pablo lo expresa con estas palabras: «si alguno está en Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo!».

    Despojarse de la vieja naturaleza y revestirse de la nueva es lo único que puede ayudarnos en estos tiempos. Es un asunto del Espíritu, un asunto del dominio de los espíritus. Las cosas externas no importan. Son las cosas internas las que tienen poder, porque en todos los poderes externos subyacen fuerzas espirituales. Por ello, si nos preguntamos en qué dirección deberían avanzar nuestras vidas, entonces sólo hay una cuestión importante: ¿qué espíritu reinará sobre nosotros, el espíritu del mundo o el Espíritu de Dios? Afrontamos el gran dilema: Dios o el diablo, Cristo o Satanás.

    «Si alguno está en Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo!»

    Jesús es el único que puede realizar un cambio en nosotros; Jesús, que vivió entre nosotros y descubrió y desenmascaró nuestra hipocresía. Sólo él puede cambiar y transformar todas las cosas. Pero nosotros podemos ponernos bajo su reinado, bajo la autoridad de su Espíritu, sólo a través de la gran revolución del arrepentimiento.

    El nuevo nacimiento del que Jesús habló a Nicodemo, el anciano que acudió a él de noche, es el arrepentimiento. Y éste consiste en una revolución total de la vida. Es la conversión del espíritu de las tinieblas al Espíritu de la luz, la redención de todas las ataduras y servidumbres, de todos los errores y engaños. No deberíamos preocuparnos de cómo esta revolución penetrará en la vida cultural y política, si antes no la experimentamos nosotros de una manera muy personal.

    O vivimos en el pecado y permanecemos en pecado, o somos salvados del pecado y, por el Espíritu de Jesús, morimos al pecado y declaramos la guerra al pecado. Porque el que ha nacido de Dios no vive continuamente en una condición de pecado. Es elevado al mundo de la luz de Dios, al mundo del poder del Espíritu. Está moralmente renovado y se ha vuelto a Dios en todas las cosas. Se ha despertado a una vida nueva y gozosa.

    Cuando Jesús proclamó el arrepentimiento, usó esta palabra de una manera que implica acción. Y ya que Jesús no añadió nada a esta palabra, sino que la proclamó como una realidad total, nos mostró que es una obra que afecta a la totalidad. No existe arrepentimiento si no es el arrepentimiento de toda la persona. No hay arrepentimiento si éste no está presente en todos los ámbitos de la vida. No hay arrepentimiento que no abarque a toda la persona, empezando desde lo más profundo del ser y presionando hacia el exterior en todas las demás esferas.

    El arrepentimiento tiene que empezar en la vida del pensamiento. Los pensamientos son gigantes que producen acciones y si el arrepentimiento no ha tenido lugar en lo profundo de nuestro corazón y nuestra mente, nunca seremos capaces de manifestarlo en los hechos. Pero si la vida del yo resulta vencida dentro de nosotros, por medio de la vida divina de Jesús, entonces se producirá una transformación completa de la vida exterior. Tendrá lugar un cambio total en nuestras relaciones con otras personas y pondremos a nuestros anteriores amigos ante la misma decisión. Si no aceptan el arrepentimiento, ya no podremos estar por más tiempo unidos a ellos.

    Nuestro arrepentimiento será la prueba en nuestra vida profesional, en nuestro concepto del deber y del trabajo. Huiremos de todo lo que tiene que ver con Satanás: las apetencias de la juventud, el amor al dinero y el dominio de mammona. Todas nuestras lecturas, tiempo libre, actividad política y trabajo serán puestos bajo la influencia del Espíritu Santo.

    ¡El arrepentimiento como revolución! «Si alguno está en Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo!»

    detail from All Along the Watchtower, a  painting by Cassandra Miller

    Imagen: Cassandra Miller, “All Along the Watchtower”. Fuente: Wikimedia Commons
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    Contribuido por EberhardArnold2 Eberhard Arnold

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