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    Esperar la segunda Navidad

    Él viene a renovar y purificar todo, para establecer su reino aquí en la tierra.

    por Dwight Blough

    jueves, 26 de diciembre de 2024

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    Ahora que la Navidad ya pasó, entramos a una nueva estación de Adviento —la expectativa de un tiempo sagrado de una segunda Navidad—, el nacimiento del Hijo de Dios dentro de nosotros, el nacimiento del reino de Dios para el mundo entero. Esperamos la llegada de un nuevo día, el principio de una nueva edad, un nuevo tiempo para la humanidad.

    ¿Cuándo ha sido esto más urgente y necesario que ahora? Quien está profundamente preocupado por los tiempos puede percibir que la tierra entera tiembla y se sacude bajo el peligro inmediato de poderes terribles que amenazan con desatarse. La humanidad tiene a su alcance la energía y poder colosales para literalmente destruir toda forma de vida en este planeta. Violencia y matanza son realidades diarias en muchas partes del mundo y cada vez están más cerca de nosotros esos sentimientos de odio y hostilidad que irradian aquellos menospreciados y no deseados.

    Este gran momento, esta acción directa de Dios, debería conmover los corazones humanos. Necesitamos ser liberados de todos nuestros falsos soportes y malos caminos; deberíamos despertar de nuestro sueño y estupor. Solo entonces podremos oír el mensaje de Adviento y entender la importancia y el significado de la Navidad. El nacimiento de Jesús —que es el primero y el último, y quien sostiene todo en sus manos— debería estremecernos una y otra vez, como también debería impactarnos que Dios haya mandado a su mismo hijo al mundo para redimirlo. Por lo anterior, estamos llamados constantemente a considerar cómo nació Cristo.

    La experiencia convencional de la Navidad, que se presenta como una situación cómoda y placentera, no es la correcta. La humanidad necesita desesperadamente encontrar el sentido más profundo de la Navidad, que transforma los corazones de personas y, por consiguiente, sus vidas enteras y todas sus relaciones. Este es el misterio eterno de la Navidad, su gran poder y luz, su evangelio eterno de amor, unidad y pureza, su alegría y gozo infinitos. Deberíamos descubrir lo que significa que el reino de Dios naciera en esta tierra, con la llegada de un niño, en el tiempo preciso.

    Vivimos en un tiempo en el que es evidente y reconocida la necesidad, la miseria y la división de la humanidad. Muchas personas experimentan odio, violencia y opresión descontroladas. A causa de la injusticia y corrupción de hoy, muchas voces se levantan para protestar y anunciar que hay que hacer algo. Muchos hombres y mujeres están motivados a sacrificar mucho en la lucha por justicia, libertad y paz. Hay un movimiento en nuestro tiempo, un movimiento que crece.

    Sin embargo, esta enorme necesidad humana y la carga del tiempo nos hace ver cuán débiles e impotentes somos para llevar a cabo cualquier cambio. Entonces necesitamos reconocer que, si vamos a proponer un cambio, tenemos que empezar por nosotros mismos. Hay que reconocer que nosotros somos culpables individuamente de la injusticia social, la opresión y el menosprecio por los otros, ya sea personalmente o colectivamente. Necesitamos reconocer que nos falta una revolución contra todo lo que destruye la vida. Esta revolución debe ser diferente a las que ya han pasado en el mundo. Dios debe intervenir y dirigir tal revolución con su Espíritu, su justicia y su verdad. La miseria, necesidad y el deterioro de hoy deben alejarse, y debe nacer un nuevo día con el Hijo del Hombre. Este es el adviento de la venida de Dios. Esta es la misma esencia de la Navidad: él viene a renovar y purificar todo; él viene para establecer su reino aquí en la tierra (Ap. 21:5).


    Traducción de Coretta Thomson de un extracto de la introducción de When the Time was Fulfilled, edición de 1965.

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