Un zar, hallándose enfermo, dijo:

–¡Daré la mitad de mi reino a quien me cure!

Entonces todos los sabios se reunieron y celebraron una junta para curar al zar, mas no encontraron medio alguno.

Uno de ellos, sin embargo, declaró que era posible curar al zar.

–Si sobre la tierra se encuentra un hombre feliz –dijo–, quítesele la camisa y que se la ponga el zar, con lo que éste será curado.

El zar hizo buscar en su reino a un hombre feliz. Los enviados del soberano se esparcieron por todo el reino, mas no pudieron descubrir a un hombre feliz. No encontraron un hombre contento con su suerte.

El uno era rico, pero estaba enfermo; el otro gozaba de salud, pero era pobre; aquél, rico y sano, quejábase de su mujer; éste de sus hijos; todos deseaban algo.

Cierta noche, muy tarde, el hijo del zar, al pasar frente a una pobre choza, oyó que alguien exclamaba:

–Gracias a Dios he trabajado y he comido bien. ¿Qué me falta?

El hijo del zar sintióse lleno de alegría; inmediatamente mandó que le llevaran la camisa de aquel hombre, a quien en cambio había de darse cuanto dinero exigiera.

Los enviados presentáronse a toda prisa en la casa de aquel hombre para quitarle la camisa; pero el hombre feliz era tan pobre, que no tenía camisa.


Traducción de Cuentos escogidos. UNAM: 1923.
Imagenes: Fred Kooijman, fotografías sacadas en el barrio bajo de Bucaramanga, Colombia, década de 1980. Fuente: Wikimedia Commons, portada y lateral.