Plough: Tu comunidad está ubicada en el seno de la cultura aymara del altiplano boliviano. Durante veinte años ustedes han compartido todos los bienes en el espíritu de Hechos 2 y 4. ¿Podrías contarnos cómo tu tradición indígena forma parte de la vida y misión de tu comunidad?

Braulio: Somos gente de la cultura aymara. Nuestros padres y nuestro idioma materno son aymara, aunque también hablamos fluidamente el español. Nuestros principios de la no violencia, los cuales concuerdan con la vida cristiana, vienen de nuestra cultura. Tratamos también mantener nuestras costumbres como ayni, o ayuda mutua: “Hoy por ti, mañana por mí”. La minca significa que te ayudo y me das tu producto recogido en el día. El trueque también es fundamental, intercambiamos nuestros productos con nuestros vecinos, como papas por queso, azúcar por chuños o cebollas por papas, según la necesidad que tengamos.

Queremos hacer parte de nuestra cultura a los vecinos, así que, los invitamos a nuestra granja en el altiplano, para que participen de nuestras cosechas y siembras. Retribuimos con los productos que tenemos. En especial, participamos con el pueblo cercano a nuestra comunidad, que se llama Kera. Si hay una reunión, llevamos muchas veces un jugo o una comida pequeña, con palabras de esperanza, canciones u otras formas de presentar el evangelio de Jesucristo. En la ciudad de La Paz interactuamos con la gente vecina a nuestro negocio en el mercado. Nos cuentan con mucha confianza todos los problemas que pasan y los alentamos con palabras de esperanza y perdón.

Nos importa también que nuestra vida comunitaria sea sencilla y que no tengamos un nivel de vida más alto que el de nuestros vecinos. En el altiplano solo instalamos la luz eléctrica en 2013, mucho después que los vecinos.

Feria en El Alto. Fotografía de Matyas Rehak. Usada con permiso.

¿En qué trabajan ustedes?

En la ciudad, vendemos materiales escolares y suministros para escuelas, oficinas y universidades, también vendemos juguetes para niños. Además, tenemos una granja en el altiplano, más o menos a veinte kilómetros de la ciudad, para nuestra alimentación autosostenible, allí criamos vacas lecheras, gallinas, ovejas y cuyes; y sembramos papas, oca, habas y otras legumbres.

¿Cuál es el impacto de sus acciones en la relación con otras iglesias y con el movimiento espiritual presente en muchas partes de Suramérica?

Realizamos retiros, campamentos y conferencias con encuentros comunitarios. Nos gusta apoyar las organizaciones que expresan el sentido de comunidad, como el Encuentro de Indígenas de Sur y Centroamérica, que fue auspiciado por Memorial Indígena y por la Fundación Centro de Capacitación Misionera, a quienes ofrecimos alimentación y hospedaje. Fue gente de Panamá, México, Perú, Colombia, Brasil, Argentina, Chile y Uruguay, así como de otros departamentos bolivianos. Algunos estuvieron muy interesados en nuestra comunidad y en la comunidad de los primeros cristianos, por lo que pidieron seguir en contacto. Samuel y sus toros mostraron cómo sembramos nuestras tierras con las yuntas; así, compartimos la forma de hacer el trabajo comunitario en un mundo diverso.

Nos encanta involucrar a otras iglesias, como la Iglesia Nacional Evangélica “Los Amigos” de Bolivia, los luteranos, nazarenos, pentecostales y adventistas. Ellos vienen a nuestras conferencias, con participación espiritual y material. Nuestro propósito es inspirar la esencia espiritual de los primeros cristianos en sus corazones, para motivarlos y animarlos a fortalecer el espíritu de comunidad en sus propias iglesias.

Algunos jóvenes del Bruderhof vivieron y trabajaron con nosotros durante meses, incluso varios años, entre 1995 y 2014. En otras ocasiones, preferimos que no vinieran, ya que deseábamos mostrar que la vida en comunidad era nuestra propia elección, basada en Hechos 2 y 4, y que no era un modelo norteamericano impuesto desde afuera.

¿Cómo surgió la comunidad?

Soy hijo de un pastor de la Iglesia Evangélica Nacional “Los Amigos”. En mi juventud ayudé fervientemente como líder de jóvenes, apoyando a mi padre. Dentro de mi discipulado siempre me pregunté, cómo debo vivir una vida cristiana práctica, amando a mi prójimo como a mí mismo. En el libro de los Hechos leí muchas veces la vida de los primeros cristianos y cada vez crecía en mi corazón la misma pregunta: ¿habrá comunidades cristianas en el mundo viviendo la misma fe de los primeros hermanos?

Nuestro primer contacto con el Bruderhof fue mediante un pastor menonita, quien me dio la referencia de Darvell, en Inglaterra. Al enterarme de esta comunidad, me dio ánimo y mucho gozo de empezar a vivir en comunidad en mi propio pueblo. Después de unos años de correspondencia epistolar, invité a varios miembros del Bruderhof para que nos visitaran en Bolivia, en 1995. Yo pensaba que los misioneros necesitaban un lugar especial para hospedarse, pero en ellos no había nada de esto. Me llamó la atención que compartieron nuestra comida y costumbres sin problema. La vida simple de estos hermanos, me dio confianza para compartir con ellos mi deseo de empezar una comunidad en Bolivia. Nos invitaron a visitar el Bruderhof, aceptamos y unos meses después estábamos en Darvell, fuimos siete adultos y un bebé.

Braulio y María con Pablo, su hijo. Fotografía cortesía de Braulio Condori

Después de un mes regresamos a Bolivia, donde tuvimos muchos problemas con nuestra iglesia. Me citaron a una reunión del Concilio Nacional y me acusaron de seguir un evangelio diferente al de la organización. Luego, me expulsaron. Fue la noche más oscura y triste, me sentí vacío. Después llegó una carta diciendo que se me prohibía visitar sus iglesias, la carta circuló por cada congregación. Intenté visitarlos, pero me rechazaron, solo la iglesia pequeña donde había crecido estaba dispuesta a acogerme.

En esta época tan difícil, empezamos nuestra comunidad en El Alto, alquilamos un sitio para empezar la vida en comunidad y compartir nuestra fe. Después de eso, adquirimos una propiedad en Los Yungas —a un viaje de cinco horas manejando desde La Paz— donde compartimos la fe en comunidad durante casi tres años.

En 1999, la mayoría de los hermanos y hermanos decidieron volver a sus vidas anteriores. Fue otro momento dolorosísimo. En julio de 1999, fui el único dispuesto a comprometerme a la membresía plena, apoyado por algunos que no eran miembros de nuestra comunidad, pero les gustaba hacer comunidad. Luego, Samuel, otro hermano que había estado por terminar la secundaria en el momento de la crisis, se comprometió a trabajar juntos en comunidad. Allí fue un gozo nuevamente, olvidando atrás las cosas pasadas y mirando para adelante. Años después, formamos nuestras familias cada uno, y empezó a brotar nuevamente una comunidad. En el presente, estas dos familias enteras somos miembros comprometidos. Hay otras seis familias que son miembros pasivos, viviendo y compartiendo una comunidad, con propósitos y metas para alcanzar el evangelio de Jesucristo en una vida práctica.

Hoy en día, ¿cómo es la relación con la iglesia que te expulsó?

Una de nuestras experiencias fue perdonar a los líderes quienes nos expulsaron de su iglesia. El perdón es una esencia especial del cristiano. Sin esta actitud del perdón, el hombre se pudre en su propio interior. Decidimos dar el primer paso y empezamos por visitar los parientes de estos líderes que estaban en el hospital. Uno de los líderes nos encontró antes de su muerte, explicando que no sabía lo que estaba pasando. Hoy la mayoría de los pastores de su iglesia son nuestros amigos. Nos visitan para darnos ánimo en esta caminata de la comunidad. Les regalamos libros y nos dan algo de monedas para seguir caminando adelante.

A finales de 2019, hubo protestas causadas por los resultados de las elecciones y luego, la destitución de Evo Morales, el primer presidente indígena de Bolivia. ¿Cómo experimentaron ustedes esta situación?

La granja comunitaria en el altiplano

No era la primera vez que vivíamos tiempos turbulentos. El abuso de muchos gobiernos, a lo largo de los años, ha instigado movimientos de resistencia y nos hemos involucrado personalmente, incluso participando en algunas protestas.

Morales hizo mucho por los pobres e indígenas, pero no siempre estábamos de acuerdo con sus políticas. En diciembre de 2017, cambió el artículo 88 del Código Penal —de la trata de personas— y estableció como sanción la prisión de siete a doce años de cárcel al reclutamiento de personas para conflictos armados u organizaciones religiosas. Esto nos dejó entender claramente que estábamos prohibidos de predicar el evangelio. Si invitara a casa a alguien para compartir el evangelio, estaría haciendo algo ilegal. Nosotros como comunidad pensamos en escuchar la voz de Dios y obedecerla, antes que estas leyes, arriesgando nuestra vida por una causa muy superior a nosotros mismos. Si amamos a Jesús, él va a guiarnos de la mejor manera, protegernos y cuidarnos. Y así ha sucedido. Después de seis semanas de protesta popular, esta ley fue abrogada.

Sin embargo, preguntaste sobre las revueltas recientes. Hubo saqueos y bloqueos. La gente pasaba hambre; así que, en el centro de la ciudad, los negocios fueron saqueados. Los propietarios llevaban sus cosas desesperadamente, para no perder el pequeño capital que tenía invertido en su trabajo. Por ser parte de un gremio, debíamos ser muy solidarios con nuestros amigos del mercado, de donde ganamos también nuestro sustento. Allí estuvimos y tuvimos la oportunidad de presentar la protección de Dios, con oraciones y lecturas de la Biblia. Todos se arrodillaron y vivieron la protección en paz durante este conflicto en nuestro país.

Samuel y Margara, en nuestra pequeña granja, experimentaron la misma cosa. La gente vecina había traído sus cosas para tener más protección en nuestra comunidad, para estar más seguros. Con esto, experimentamos que la gente busca un lugar de confianza, y así pudimos continuar proclamando el evangelio de Jesucristo con amor. Cada vez que nos juntábamos, estábamos de rodillas para pedir paz en nuestro país. El involucrarnos no significa contaminarnos, sino más bien difundir el amor de Cristo en medio de la desesperación. Dar esperanza de que Jesús está presente en esta situación.

¿Cuál es la visión para tu comunidad en el futuro?

Nuestros planes, esperanzas y visión están en las manos de Dios. No queremos hacer papeles escritos. Solo queremos estar atentos a la voz de Dios. Queremos ser guiados por el espíritu espontáneo de Dios. Nuestra visión es ser una comunidad, asentada sobre un monte, que no puede esconderse, según Mateo 5:14.


Esta entrevista, realizada el 15 de enero de 2020, ha sido editada y acortada para mejorar la claridad.