No debemos decirle a Dios qué hacer. Mucho menos debemos persistir en orar hasta que el Señor finalmente nos escuche. Tal «fe» es resistencia o incluso un acto de desafío al Señor. Aunque incluyamos las palabras «si es la voluntad del Señor» en nuestras oraciones, es una farsa. Si somos honestos, con frecuencia incluimos esas palabras solo porque sabemos que se supone lo hagamos. Pero en realidad no queremos que se cumpla la voluntad de Dios.

Cuando oramos que se haga la voluntad de Dios, debemos estar interna e incondicionalmente dispuestos a aceptar su voluntad. No está bien pedir constante y expresamente que nuestra salud, o la salud de alguien más, sea restaurada, en especial cuando las condiciones parecen empeorar cada vez más. Orar sin cesar no le sirve a nadie, sobre todo a nosotros o a otros que están enfermos. Solo incrementa nuestra tensión e inquietud, y entorpece nuestra vida espiritual.

Si somos honestos, con frecuencia incluimos «si es la voluntad del Señor» en nuestras oraciones solo porque sabemos que se supone lo hagamos.

Esto no significa que debemos darnos por vencidos. A veces Dios permite que las condiciones empeoren (él sabe por qué) antes de que finalmente nos brinde ayuda. Lo que quiero decir es que debemos volvernos más apacibles y resignados en nuestras oraciones por la sanación y la salud. La voluntad de Dios es lo que importa. Y la verdadera resignación y sumisión a la voluntad de Dios pone todo en sus manos, para que su ayuda, cuando llegue y como venga, pueda venir en los términos de Dios, no en los nuestros.

También es mejor no hablar demasiado de morir o no morir. Cada una de nuestras vidas es una niebla. Aquí debemos volvernos aún más tranquilos y esperar en silencio por lo que el Señor tenga en mente. Si la muerte llama a la puerta, debemos preparar nuestros corazones para la vida o la muerte (Filipenses 1:20-26). Si alguien que conoces está enfrentando una situación similar, ayúdale a resignarse y aceptar lo que Dios tenga en mente. De todos modos, ninguno de nosotros sabe lo que el mañana traerá. Debemos preparar nuestros corazones, entonces todo estará bien. Dios imparte su gracia a los humildes, y de hecho aquellos que son más humildes y hacen la voluntad de Dios recibirán abundante gracia.