Y les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo.

Mateo 28:20

A medida que pasa el tiempo quizá te sientas débil y desanimado por la naturaleza efímera de todo lo que te rodea. Es posible que no sepas si de la noche a la mañana permanecerá lo que más amas. En ese momento es cuando Dios mismo se hace presente. Él está contigo. «¡Estoy con ustedes siempre!»

La presencia de Dios es nuestra fe. Debemos vivir en ella. Dios está con nosotros, está cerca de nosotros, nunca estamos solos. Aunque tu destino parezca oscuro y difícil, aunque apenas puedas ver hacia adelante, sin embargo, no estás solo. El Salvador te ha unido a sí mismo, algo nuevo te llenará. Un poder vendrá sobre ti, una fuerza y una esperanza para triunfar sobre cada carga que tengas que llevar.

Cada uno de nosotros está en una lucha hasta la muerte, una lucha dolorosa. La cuestión es: «¿Cómo la vamos a soportar?». Todos somos como un angustiado mundo lleno de tormentas y ataques, de dolor profundo y punzadas de muerte. Muchas veces apenas podemos respirar. ¡Pero alégrate! Esta lucha diaria es una victoria diaria. Seguramente te encontrarás rodeado de ángeles grandes y poderosos, y la victoria de tu Salvador se les revelará a ti y a los que te rodean.

«Estoy con ustedes siempre», ¡Que esta palabra sea tu fortaleza y tu consigna! ¡Siempre! Que la presencia de Dios esté viva en ti. ¡Alégrate! Se te ha permitido experimentar las buenas nuevas de que Dios está contigo. Dios siempre está presente, el mismo poder que puede redimir a todos los que se abren a él.

Pinturas de Andreas Achenbach, Alemania, siglo XIX. Dominio público. Wikimedia Commons.

«Estoy con ustedes todos los días», ¿Qué días? Con frecuencia nos sentimos solos. Nuestros días se vuelven tan oscuros que a veces ni siquiera podemos pensar en Dios. Nos desanimamos por todas las cosas necias que hemos hecho. Pero incluso los días más oscuros son días que Dios te ha dado, recuérdalo. Cada día que has vivido pertenece a tus días. Todos esos años, horas y momentos transcurridos que parecen desperdiciados, todas tus experiencias, todas tus alegrías, todo lo que te da el valor para vivir, todo lo que te deprime, te entristece, todo eso pertenece a tus días. Pero es en esos mismos días y horas que entra tu amado Salvador. Si alguno de esos días se ha ensuciado, él los limpiará. Si son oscuros, hará resplandecer su luz sobre ellos para que puedas alegrarte otra vez. También en tus días felices, observa, él está presente. Él está junto a ti todos los días. Tal vez no lo has notado, pero él ha estado y está contigo durante todos tus días. ¡Todos tus días están en sus manos, también tus días futuros!

Cuando miras retrospectivamente tu vida, puede haber cosas de las que estás avergonzado. Pero, de seguro Jesús estaba contigo. Él penetra en todos tus días, incluso desde el primer día de tu vida (Salmo 139). El espíritu redentor de Jesús siempre ha estado obrando en tu vida, incluso cuando mucho de ella haya estado mal. Dios ha estado contigo. ¡Él llega hasta todos tus días! Tu vida entera ha sido, de una forma o de otra, iluminada por su presencia.

¿Puedes comprender que incluso ahora, en tu pobre y humilde cuerpo, puedes experimentar la presencia del Salvador? Dondequiera que estés, lo que sea que puedas o no hacer, siempre puedes representar al Salvador. Toda tu vida y lucha, todos tus dolores y victorias, pueden dar testimonio del Salvador. Cuando recibes consuelo el mundo entero se consuela. Cuando se perdonan tus pecados, hay esperanza para el mundo entero. Cuando vences la agonía de la enfermedad y de la muerte, entonces la misericordia del Salvador se extiende a muchas, muchas personas. «Recuerda, estoy contigo siempre, estoy contigo todos los días»: Éste es el evangelio.

La presencia de Dios es nuestra fe. Debemos vivir en ella.

En algún lugar de este mundo las tinieblas, el sufrimiento, las cadenas y grilletes que aprisionan a la gente, deben romperse. Quizá tú has sido escogido para estar atado, para que las cadenas que atan a mucha más gente puedan romperse. Tal vez sea tu turno ser abatido. Recuerda, el consuelo que recibes puede consolar a otros. O quizá la muerte está a tu puerta, incluso entonces la esperanza de la resurrección puede revelarse por medio de ti. En todo esto, Dios mismo vendrá a ti, Jesús se te acercará muy personalmente. Él se ha unido a ti, pase lo que pase.

¡Por lo tanto, no temas! Cualquiera sea tu lucha, y lo que sea que tengas que luchar ahora, aunque sea una pequeñez, es importante para la eternidad. El poder de Jesús puede obrar por medio de ti y fluir hacia los demás. Permanece como un siervo dispuesto, de este modo portarás el sello de su obra.

Todas las largas horas de espera, todas las cargas que te agobian y atormentan, todos los poderes de las tinieblas que no entiendes pero sientes a menudo, toda inquietud: ¡todo esto llegará a su fin! La eternidad seguramente se acercará a ti. Dios mismo te sacará de todas las eventualidades del tiempo, de todo lo que no proviene de él, y te llevará a su misma presencia. Los poderes eternos del amor vendrán con mucha tranquilidad, y cuando lo hagan difícilmente podrás imaginar lo grande de los poderes de Dios. Un mundo nuevo estará delante de tus propios ojos.


Artículo extraído de El Dios que sana.