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Esperar a Dios
La gente quiere llegar a Dios a la fuerza. Pero la Biblia nos enseña a esperar a Dios.
por Christoph Friedrich Blumhardt
jueves, 15 de mayo de 2025
Un principio del Reino de Dios es que no podemos servir a Dios como queremos; debemos esperar lo que él nos permite hacer y lo que no. Esta verdad se manifiesta claramente en la historia de Israel y se incorporó en la conciencia de ese pueblo. El pueblo de Israel lo sabía y por eso permaneció tan sobrio. La palabra de Dios estaba entre ellos solamente cuando Dios mandaba un profeta, de otra manera no, exigían que fuera algo auténtico. A nosotros nos importa poco o nada si comemos manteca o margarina; nos contentamos con que tenga aspecto de manteca. Nos acostumbramos a cualquier jarabe y lo tragamos como miel; si es tan dulce como la miel, entonces debe ser miel. Aceptamos cualquier cosa que suene y tintinee a religioso; poco nos importa su verdadero contenido. Y si no fuera más que una piadosa conversación, si no se da, la fabricamos; pocos se preocuparán si es auténtica, genuina. Leemos la Biblia porque nos lo proponemos, pero pocos nos preguntamos si nuestro propósito es genuino, si en ese momento tenemos la disposición interior o no; creamos nuestras propias reglas. Con tal de que haya sermones y campañas misioneras, poco nos importa el fondo de la cosa, lo que importa que se organice de forma sistemática.
Siempre ha sido así en las grandes religiones, tanto las paganas como las cristianas: la gente quiere llegar a Dios a la fuerza. Es como aquella gente que se encuentra en un barco en llamas y todos quieren salvarse a la vez; o en una casa que está por quemarse y todos quieren salir al mismo tiempo por la puerta: entonces se produce una enorme confusión y se aplastan unos a otros. No podemos juzgar que así sea, pero entonces, entre toda esta confusión —que lleva a la idolatría y a la superstición tanto en el cristianismo como en el paganismo— debe haber gente apostólica, es decir, gente sobria. No imaginamos que los profetas o los apóstoles sean algo extraordinario, lo único que hicieron fue esperar la palabra de Dios, los demás quieren fabricarla. Un profeta no estudia una carrera, ni un apóstol. Si no tienen la palabra de Dios, ¡no la dan! Un profeta no sigue un programa fijo, un apóstol tampoco; esperan a Dios, aunque tengan que esperar años.
Si el pueblo de Israel hubiera sido tan tibio como nosotros, no tendríamos la Biblia; solo tendríamos tratados religiosos. Pero fue ese esperar a Dios lo que trajo tanto calor, tanta limpidez. Pues entonces, ¡esperemos a Dios y no seamos tan religiosos!
Traducción de Coretta Thomson

Itzel
Muy interesante.