Cuando estés abrumado por problemas, aprende a liberar tu corazón. Aunque estés sufriendo la enfermedad más terrible, cuando ya no la puedes soportar, a pesar de que pases el día entero orando y suspirando, libera tu corazón. Saca la enfermedad de tu corazón. Pon tu corazón en las cosas de arriba y verás que Dios reina en tu corazón. Puedes sobrellevar tu enfermedad a cuestas si lo quieres, pero no la tienes que cargar en el corazón. Te digo que liberes tu corazón. Echa fuera el sufrimiento de tu corazón y toma tu cruz.

No nos dejemos impresionar por la enfermedad. Porque, después de todo ¿qué es la enfermedad? Si vivimos en una atmósfera de vida, la enfermedad se desvanece como una neblina. Lo experimentamos, una y otra vez, y también los médicos. Nuestras neblinas mortales no son tan densas como parecen a primera vista. Se disipan; en algún momento están allí, luego desaparecen, y nadie puede decir de dónde vinieron ni adónde se fueron.

Así que libera tu corazón. Deja que tu cabeza se preocupe de las pequeñeces, si así lo quieres, pero Dios el Salvador debe estar en tu corazón. No te dejes acosar por las insignificancias de que ya no sirves para nada. Montones de personas están paralizadas porque permiten que infinidad de cosas pequeñas, especialmente sus dolores y malestares, entren en sus corazones.

No dejes que nada confunda tu corazón, y mucho menos que te confundan pensamientos y preocupaciones sobre ti mismo.

Mantente libre para que incluso en el sufrimiento más profundo, en las circunstancias más infelices, en resumen, en todas las situaciones, puedas servir gozosamente a Cristo. No dejes que nada confunda tu corazón, y mucho menos que te confundan pensamientos y preocupaciones sobre ti mismo. Más bien, sacrifícate a ti mismo de nuevo a Dios en oración y acción de gracias. De esta manera le darás a Dios la gloria en la tierra, y él te elevará por encima de todo lo que te oprime.