El Adviento es la preparación para un cumpleaños. En la Navidad celebramos el nacimiento de quien vino para librar a los oprimidos y presos, curar corazones dolientes y estar al lado de los olvidados: Jesucristo. Él nos muestra que Dios está cerca de nosotros, que nos visita y que, como un hermano que vive y sufre con nosotros. Como alguien que nos ama.

Este alguien se nos está acercando, y acercándose a ti también. Él camina a tu lado, no importa cuán difícil sea tu camino, no importa cuán oscuro ni largo sea. Te indicará tu destinación grande y bonita, y cuando llegues a ella, podrás decir: ahora todo está bien, todo tenía su propósito.

Recuerda esto: aunque todos a tu alrededor digan que las cosas cada día empeoran y que las catástrofes venideras no se pueden evitar. A esto puedes responder: no, no son la realidad final. Afortunadamente, tenemos un futuro ante nosotros que no se puede manipular y que no depende de la estupidez humana. Para nosotros, cada nuevo día es una puerta por la cual podemos entrar expectantes, confidentes y pacientes. Para nosotros, el futuro será más iluminado de lo que podemos imaginar. El Dios que hemos llegado a conocer, por medio de Jesucristo, nos está acercando al encuentro y nuestro camino hacia él conduce hacia la luz.


Lo clave es: ¿Estamos preparados para andar este camino? Necesitamos entender, nosotros los humanos modernos, que no son importantes nuestras metas y éxitos, sino el camino mismo y cómo lo atravesamos. Debemos entender que la vida es el camino mismo.

Este camino tiene una belleza que aumenta mientras pasa el tiempo. Su fuente es la fuerza del amor, aunque también aumenta con la sabiduría que ganamos en transcurso de los días y con los sacrificios que estamos dispuestos a hacer.

Mientras andamos, entenderemos que Dios no está escondiéndose al otro lado del mundo, ni flotando más allá de las estrellas, sino que nos estamos acercando paso a paso. Llegaremos a saber que estamos, de hecho, en los brazos de Dios, y que él está dentro de nosotros. Entenderemos que solo necesitamos sumergirnos en su cercanía, emerger de nuestra abstracción y distracción, componernos y entregarnos a él; para luego yacer en él, así como en una gran mano; solo entonces llegaremos a ver que todo está bien.

Todo esto lo podemos contemplar durante las cuatro semanas del Adviento, mientras entramos en el silencio, sin el cual nada puede tomar lugar. Porque esto es lo único que realmente importa en nuestras vidas.


Jörg Zink, Türen zum Fest. Verlag am Eschbach, 2010. Usado con permiso.

Traducción de Coretta Thomson

Vitrales por Valentin Feuerstein, 1917 – 1999. Copyright 2010 Verlag am Eschbach. Usados con permiso.

Parte I

Parte III

Parte IV