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CajaCafeína para la consciencia
Nada podría hacer que mereciera
tu altivez o tu júbilo, Dios mío,
sólo puede tu amor llenar el frío
abismo que al nacer mi carne hendiera.
Mas no porque esta cal perecedera
de mis huesos haciendo su albedrío
no sume ver tu cuerpo bendecido
se ha de escandalizar lo que en mí espera.
Ahora que sé por fin lo miserable
de esta dádiva y del incierto juicio
que puedo hacer de mi alma impenetrable,
ahora creo, Señor, en tu mirada,
en mi obra y su oscuro sacrificio,
con esa fe que se alza de la nada.
Fuente: “Nacimiento de la fe”