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Nuestro Señor Jesús advirtió a sus discípulos que serían perseguidos, pero ¡qué doloroso tiene que ser para él que esa persecución sea hecha por otros cristianos! Por eso, deseamos agradecer a Dios por habernos reunido, no como perseguidores y perseguidos, sino como hermanos y hermanas, que contemplan juntos a Cristo, quien nos redime de todos los pecados a través de su sufrimiento. Solo Dios puede redimirnos de nuestros pecados y de la carga de pecados pasados. 


Fuente: Que el amor fraternal prevalezca