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Hermanos míos, no temáis al pecado; amad al hombre aunque sea un pecador, pues así seguiréis el ejemplo del amor divino, al que no se puede comparar nungún amor de la tierra…A veces, sobre todo en presencia del pecado, nos preguntamos: «¿Hay que recurrir a la fuerza o a la humildad del amor?» Emplead siempre el amor: con él podréis dominar al mundo entero.


Fuente: Los hermanos Karamazov