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La oración matutina conduce el día. El tiempo desperdiciado del cual nos avergonzamos, las tentaciones a las cuales cedemos, la flojera y falta de ánimo en nuestro trabajo, la desorganización y falta de disciplina en nuestros pensamientos y conversaciones con los demás: todos tienen su propio origen y más frecuentemente es en el descuido de la oración matutina. El orden y distribución de nuestro tiempo se vuelven más firmes cuando se originan en la oración. Se vencerá a las tentaciones que acompañan el día laboral en base a la comunión matutina con Dios. Las decisiones que el trabajo requiere se vuelven más fáciles y simples cuando no se hacen temiendo a los hombres, sino a Dios. «Todo lo que hagan, háganlo de buena gana, como si estuvieran sirviendo al Señor y no a los hombres». Hasta el trabajo mecánico se hace de una manera más paciente cuando surge del reconocimiento de Dios y de su mandamiento. Así entonces, los poderes para trabajar se nos dan fuerza en el lugar donde hemos orado a Dios. Él quiere darnos hoy el poder que necesitamos para nuestro trabajo. 


Fuente: Psalms: The Prayer Book of the Bible