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Una comunidad solo prospera cuando todos sus miembros anteponen las necesidades de los demás a las propias. La recompensa, cuyo valor no puede medirse en dinero, es gozo y paz perdurables aun en los momentos más difíciles que me ha tocado atravesar. A esto se suma un sentimiento de plenitud duradera, una familia extendida que siempre está allí, paciente y fiel, y muchas más risas que lo que jamás hubiera imaginado.


Fuente: Por qué mis votos me hacen feliz