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CajaCafeína para la consciencia
Despiértate, Señor, que se hace tarde;
tu sangre entre mis sombras amanece;
no me niegues, Señor; mi muerte crece
de incierta vida, de engañoso alarde.
Deja los muertos que la muerte guarde,
aparece en mi voz, desaparece,
muerde la rosa, vence, prevalece,
resplandece en tu aliento que me arde.
Pena de Ti, mi pena de tu olvido
busca la mano que la suelte presa,
clara en el sueño si en la vida oscura.
¿Tal vez alguna vez Tú me has oído?…
Derramada en tu cuerpo y en tu mesa,
tu principio en mi muerte se apresura.
Fuente: “Despiértate, Señor”