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    a brown duck in the grass

    Gimpy

    Un padre y un hijo aprenden lecciones de vida criando patos para obtener huevos. Gimpy era la favorita de la bandada.

    por Ian Barth

    martes, 02 de enero de 2024

    Otros idiomas: English

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    Hace dos años, apenas unos días después de Navidad, me arrodillé junto a la incubadora con mi hijo de ocho años y observamos a través del vidrio cómo eclosionaban nuestros huevos de pato. Es algo que yo había visto antes, pero observarlo con un niño constituía un inmenso agregado a la experiencia de maravillarse. Los huevos se balanceaban suavemente a medida que los patitos comenzaban a picotear la cáscara. Luego, uno a uno, fueron apareciendo unos pequeños agujeros. Podíamos ver cómo los diminutos picos de los patitos daban golpecitos y oíamos su agudo piar a medida que tomaban su primer aliento y gritaban al mundo la noticia de su existencia.

    El proceso de eclosión es un milagro de diseño y sincronización. Es bastante más complicado que simplemente salir del interior de una cáscara. A medida que el embrión se desarrolla, construye una red externa de finísimos capilares que corren a lo largo de toda la membrana interior de la cáscara y, de ese modo, el embrión obtiene su oxígeno. Cuando el ave hace su primer agujero, comienza a respirar por sí, aunque aún necesita tiempo para cortar el flujo sanguíneo externo y absorber la yema hacia su intestino, lo que le permite estar abastecida de alimento durante veinticuatro horas. Recién cuando esos delicados procesos se completan el ave está lista para salir del cascarón.

    Salir del cascarón es, sin embargo, complicado y no todos los patitos lo lograron. Algunos no llegaron a hacer un agujero; otros sí, pero murieron dentro del cascarón. De un modo desgarrador, una pequeña hembra no había podido salir treinta y seis horas después de haber hecho el primer agujero y, en su lucha, se había quedado sin fuerzas. Su piar era cada vez más débil. Con mucho cuidado rompí unos trocitos de cascara alrededor del agujero y así el ave pudo salir, aunque una pata se le dobló en un curioso ángulo. Lograba desplazarse, pero siempre caminó de un modo extraño. La llamamos Gimpy, que significa, coja.

    a brown duck in the grass

    Fotografía de Marvin.

    Mi esposa y yo habíamos tomado la decisión consciente de criar patos para obtener huevos. La idea era dar a nuestro hijo una responsabilidad genuina y algo que pudiera ser de él, así como enseñarle a comprender a los animales de granja y a tener respeto hacia los animales, en general. Se dedicó a ello y los patos se convirtieron en su proyecto. Los alimentaba, recogía los huevos, les acondicionaba el nido y estaba bastante entusiasmado acerca de hacer un poco de dinero vendiendo huevos. Gimpy era su favorita. Con esa piedad instintiva hacia los indefensos que tienen los niños, la cuidaba mientras crecía, informaba de sus avances y le prodigaba atenciones extras.

    Ha sido un proyecto divertido y una alegría ver a los patos caminar con su balanceo, aventurarse en el arroyo con su parpar incesante. Ya sea en el agua o en vuelo, los patos tienen gracia y belleza, pero en el suelo son unos animales ridículos. A menudo solo los observamos en su ocupada vida de picotear, parlotear y buscar insectos, y nos reímos.

    Los patos de mi hijo son Khaki Campbell y unos excelentes ponedores. La raza fue desarrollada por una tal Sra. Adele Campbell, de Gloucestershire, quien los presentó al público en 1898. Son bastante pequeños, muy amigables, completamente mansos y jamás sobrevivirían solos en estado silvestre. Aunque pueden volar lo suficientemente bien como para sortear con facilidad la cerca en torno a su corral, solo lo hacen cuando están asustados. Prefieren la comodidad y la familiaridad de su casa y su pradera antes que lo desconocido más allá de la cerca. Saben reconocer lo bueno.

    En este aspecto, son parte de una relación histórica entre las personas y los animales que se remonta a miles de años. Según National Geographic, hace diez mil años las personas en Mesopotamia ya criaban cabras y en Asia, pollos. 

    En el segundo capítulo del Génesis se vuelve claro que los humanos tienen un lugar especial en la creación. Dios da a Adán y a Eva el jardín del Edén para que lo cuiden, y trae animales para que les pongan nombre. Durante la casi totalidad de la historia la responsabilidad de los humanos hacia los animales, así como nuestro derecho a valernos de ellos para obtener alimento y vestimenta, ha sido parte de un orden de vida rara vez cuestionado.

    Uno se da cuenta de que ama más profundamente la creación cuando de verdad comienza a participar en su cuidado.

    Está siendo cuestionado ahora. Según un estudio encargado por la Sociedad Vegana en 2019, casi la mitad de los británicos siente que es una hipocresía amar a los animales y, aun así, comerlos. Y el número de veganos en el Reino Unido se ha cuadruplicado en siete años, esto es, ha pasado de 150,000 en 2014 a 600,000 en 2021. Cuestionar la ética de valerse de animales para obtener alimento es algo común y corriente en estos días, y muchos activistas y celebridades de alto perfil reclaman que dicha práctica termine.

    Esto indica que hay una confusión general en la sociedad acerca de la relación entre las personas y los animales. Lejos de la realidad de la vida agrícola, la mayoría de las personas jamás ha visto ordeñar una vaca, mucho menos lo ha hecho. Al mismo tiempo, cada vez hay más propietarios de mascotas. Según el portal Statista, la propiedad de perros en el Reino Unido trepó más de un 70 % entre 2012 y 2022; en la actualidad, en uno de cada tres hogares hay un perro.

    Unos meses después de haber salido del cascarón, uno de los patos fue robado. Un vecino vio a un par de muchachos de la aldea pasar caminando con un pato que aleteaba bajo el saco de uno de ellos. Sin duda, les pareció algo divertido. Mi hijo se sintió afectado y desconsolado. Yo estaba furioso. La policía no pudo ayudar. Quelle surprise. Fue una buena oportunidad para tener una conversación familiar acerca de una cantidad de asuntos: las cosas malas suceden a veces; la importancia del perdón y de no aferrarse a la ira; los hechos de la vida agrícola. No fue una experiencia agradable ―la sentimos como una violación―, pero intentamos mantener un sentido de la proporción. Un animal que amábamos había sido robado y probablemente asesinado, pero había tenido una vida feliz, todos nosotros vamos a morir y las personas son más importantes que los animales.

    Una desventaja obvia en criar patos ponedores a partir de huevos es que solo las hembras los ponen. La relación promedio de sexo en los huevos de pato fecundados es 50:50. De los catorce patitos que logramos que salieran exitosamente del cascarón, nueve eran machos e, incluso si conservábamos dos de ellos, los demás debían irse. Por supuesto, los comimos. Cuando los patos alcanzaron la plena edad adulta, yo mismo los maté con la ayuda de un par de amigos. No involucré a mi hijo, pero los dos conversamos al respecto con anticipación. Tuvimos otra conversación valiosa acerca de las circunstancias de la vida, la muerte y la actividad agrícola. Un par de semanas después hice escalopes de pato. Muy sabrosos.

    Las alternativas vegetales a la carne están ganando importante terreno. Según Grand View Research, el mercado global tenía en 2022 un valor de USD 4.4 mil millones; se espera que crezca casi en un 25 % cada año hasta 2030. Teniendo en cuenta que la actividad agrícola tomada como un todo está valuada en USD 10 billones ―es decir, 10 millones de millones―, significa una tajada comparativamente pequeña, pero aun así implica dinero y está en auge. Los principales impulsores de esta tendencia son las preocupaciones ambientales ―producir carne requiere más recursos por caloría y, además de eso, los animales, como nosotros, emiten gases de efecto invernadero― y las preocupaciones acerca de la crueldad hacia los animales. Ambas preocupaciones son aceptables. He hablado con varias personas que se han vuelto vegetarianas o veganas en los últimos años; en general, están motivadas por un deseo genuino de hacer del mundo un mejor lugar, asegurar el futuro del planeta y no ser cómplices de la crueldad que acontece en las granjas industriales.

    Mi sencilla discordancia es simplemente que, si uno ama a los animales, debería comenzar a producir algo de comida por sí mismo. Los pollos son algo fácil. Las cabras y los conejos son baratos. Los cerdos pueden alimentarse con bellotas. Uno se da cuenta de que ama más profundamente la creación cuando de verdad comienza a participar en su cuidado.

    He comido una hamburguesa vegetariana. No estuvo mal e imagino que la mejorarán aún más. Por razones de sostenibilidad, quizá deberíamos movernos un poco en esa dirección. A diferencia de algunos de mis amigos varones, no creo que haya una conexión entre la virilidad y el consumo de carne. Pero, aun así, considero una tragedia que el cuidado de los animales de granja y el lugar de los productos de origen animal en la cadena alimenticia se estén volviendo cada vez menos presentes en la vida cotidiana. Preocuparse por los animales que nos proporcionan alimento es distinto a cuidar a las mascotas. Todos ellos son más libres de conservar su animalidad, menos como un receptáculo para nuestra humanidad que como algo ligado a nuestro lugar natural en la creación.

    Hay un sendero público que pasa junto al corral de los patos y cada día muchas personas de nuestra aldea transitan por ahí: corredores, madres y padres con bebés en cochecitos, parejas mayores con botas de goma y numerosas personas que llevan perros con correa. Hace un par de meses alguien consiguió mi número de teléfono y me llamó con un poco de agitación para decirme que uno de los patos tenía un problema en una pata. “Es Gimpy”, le dije. “Ha tenido un problema con esa pata desde que nació. Recibe amor y cuidado, y lleva una vida feliz”.

    Unas mañanas atrás, después de alimentar a los patos, mi hijo vino hasta donde yo estaba y me di cuenta de que algo andaba mal por el modo en que caminaba. Esperé. “Bueno”, dijo, intentando mantener la voz firme, “creo que necesitaremos otro pato. Gimpy ha muerto”. Le di un abrazo, dije algunas palabras de consuelo y le dejé un espacio para que llorara. Después de una hora, más o menos, volvió al corral y con delicadeza depositó a Gimpy en el bosque, junto a la orilla de un arroyo. Probablemente esa noche los zorros se dieron un buen banquete. Ahora vamos a comprar otra docena de huevos fecundados y agregaremos unos cuantos huevos de nuestros patos para la próxima eclosión.


    Traducción de Claudia Amengual

    Contribuido por IanBarth Ian Barth

    Ian Barth es un editor para Plough. Viven el la comunidad Darvell en Robertsbridge, Inglaterra.

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