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    Los últimos revolucionarios cubanos

    ¿Qué queda de la revolución de Fidel Castro setenta años después?

    por Harvey Maltese

    lunes, 09 de octubre de 2023

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    El 26 de julio de 1953, las fuerzas rebeldes dirigidas por Fidel Castro asaltaron el cuartel Moncada en Santiago de Cuba; fueron los primeros disparos de lo que luego sería la Revolución cubana. Cada año que pasa, quedan menos guerrilleros de aquellos que pelearon junto a Castro y el Che Guevara. Muchos de los que todavía viven siguen apoyando incondicionalmente la causa de la revolución, pero sus hijos y sus nietos tienen una visión diferente, especialmente los nacidos durante la crisis económica a la que Cuba se ha visto enfrentada desde el colapso de la Unión Soviética. Quienes aún no se han ido de la isla expresan una creciente frustración por el agravamiento de la situación económica y la esperanza cada vez más lejana de un futuro mejor. ¿Quiénes son los revolucionarios hoy? Viajé a Cuba para entrevistar a la generación de los mayores y también a los jóvenes y preguntarles cuál creen que ha sido el legado de la revolución. Harvey Maltese (seudónimo).

    an old man sitting at a table

    Isael nació en 1940, en Sierra Maestra, y se unió a las fuerzas revolucionarias a los dieciséis años. Durante tres años fue guardaespaldas de Fidel Castro. “Ser un revolucionario es lo que ha definido mi vida, y así seguirá hasta mi muerte”.

    a young man wearing a red shirt

    Mailon (veinticuatro años, La Habana): “Soy un revolucionario por mi país, pero mi idea de revolucionario es diferente de la que promueve el gobierno. Ser revolucionario es defender lo que es tuyo en tu país, pero no porque alguien te lo diga o te obligue.”


    a man showing his medals
    36MalteseVictor

    Todas las fotografías de Harvey Maltese.

    Víctor (La Habana, Alamar): Tenía catorce años cuando se produjo la revolución. De niño, viví la dictadura de Batista en carne propia; vi la miseria que provocaba. Mi padre era dirigente gremial en el ingenio azucarero y estuvo preso en repetidas ocasiones. Éramos pobres, pero después de la revolución mi padre pudo ser propietario de la casa donde vivíamos, y yo obtuve una beca que me permitió estudiar en La Habana.

    Siempre he sido un revolucionario; la mayoría de los jóvenes lo éramos en aquel tiempo. Pero hoy muchos jóvenes están influenciados por internet, y el noventa por ciento de lo que allí se ve tiene un sesgo negativo contra Cuba. Son tiempos difíciles, pero a pesar de las dificultades, ser un revolucionario me hace feliz. Aún hoy es lo que levanta mi espíritu.

    Reinier (hijo de Víctor): Los jóvenes ven un mundo que está cambiando. Concuerdo con que la revolución fue algo muy bueno en el comienzo, pero creo que fue convirtiéndose en algo diferente. No quiero pelear contra nadie y no quiero empuñar un arma jamás. Para mí, ser un auténtico revolucionario es hacer las cosas de la mejor manera, sea lo que sea que hagas. Esa es mi revolución.


    36MalteseFabian

    Fabián (La Habana, Centro): Tengo veintiséis años. Nunca fui a la universidad y nunca tuve un buen empleo. Me costaba expresarme con palabras, por eso comencé a pintar, para intentar transmitir mi verdad, para compartir mis sueños con la gente.

    No es fácil soñar en Cuba. Muchas personas se sienten atrapadas. Yo no pienso mucho en el futuro; se trata de sobrevivir un día a la vez. Si miras en las calles, verás que las cosas no están bien. Y aunque se supone que una revolución se hace para cambiar, para que las cosas mejoren, nosotros seguimos estancados en el pasado. Quizá, como los jóvenes no estuvimos aquí en aquel momento, tendríamos que impulsar nuestros propios cambios, nuestra propia revolución. Pero las generaciones mayores no escuchan a los jóvenes.

    Trato de seguir creciendo, de aprender todo cuanto pueda. Y de tratar bien a los demás. Esa es mi manera de ser revolucionario; es la única manera que conozco.


    36MalteseMaria

    María (La Habana, Santiago de la Vega): Tenía unos veinte años cuando comenzó la revolución. A fines de 1956, vi llegar una embarcación a la playa Las Coloradas, y un oficial del ejército de Batista que estaba allí me dijo: “Quédate aquí; están llegando los rebeldes”. Era Fidel. Escondí a algunos rebeldes en mi casa. Tiempo después, dejé mi casa y me fui a la Sierra Maestra donde los rebeldes estaban apostados. Mi tarea era reunir información sobre los movimientos del ejército de Batista.

    Lo que me volcó a favor de la revolución fue la situación crítica que vivía el pueblo cubano. Teníamos hambre, a nadie le importaban nuestras necesidades, y nos sentíamos abandonados por el gobierno. Sabía que, si no se producía un cambio, mi hijo nunca iría a la escuela, no tendría una buena alimentación ni nada. Fue entonces que me hice revolucionaria. Ahora tengo noventa años y seguiré siendo revolucionaria hasta que cierre los ojos por última vez.

    Susel (nieta de María): Tengo veintiún años. Mi abuela es una persona de mucho coraje. A veces, cuando pienso en mi padre y todas las dificultades que tuvo que soportar por las opciones de mi abuela, tengo sentimientos encontrados. Pero, la mayor parte del tiempo, su coraje es fuente de fortaleza para mí. Creo que así se hizo la revolución: mediante acciones decididas como las que llevó a cabo mi abuela.

    También hoy la gente común enfrenta un tiempo de crisis –diferente del que vivió mi abuela, pero no por eso menos crítico—, y yo trato de responder generando un cambio positivo, como ella en su momento. Mi novio y yo dirigimos un proyecto comunitario en la ciudad donde vivimos. Estamos comenzando una granja y construyendo, allí mismo, un espacio donde puedan trabajar músicos y artistas plásticos –pintores, cantantes o vecinos de la zona, todos son bienvenidos.


    36MalteseMisael

    Misael (provincia Granma): Tenía veinte años cuando me uní a la revolución. En aquel momento, trabajaba transportando mercadería con burros de carga. Cuando el Che Guevara vino a Sierra Maestra, yo vivía aquí mismo y le pedí a un rebelde que me presentara. Fue así que llegué a ser segundo jefe de suministros al batallón del Che. Habló mucho de política conmigo, algo de lo que yo no sabía nada en aquel momento. Quería unirme a la revolución a causa de la brutalidad del ejército de Batista. Habían matado a mi cuñada, y a mí, intentaron matarme varias veces. Tiempo después fui a La Habana, y Fidel me nombró teniente primero de su ejército recién formado. Pero no me gustó el ejército. Le dije al Che que regresaba a las montañas a trabajar con mis burros de carga. Me dijo que estaba loco, pero me fui de todos modos.

    Estoy por cumplir noventa y seis años, y sigue sin gustarme la política. Pero ser un revolucionario lo es todo para mí.


    a man holding a medal in his hand

    36MalteseRaul

    Raúl (provincia Granma): Me uní a la revolución cuando tenía catorce años. Mi familia tenía una pequeña granja, así que no éramos de los más pobres, pero, aun así, tuve que trabajar siendo niño cortando caña de azúcar o vendiendo carbón vegetal. Toda Cuba estaba sumida en la miseria; solo quienes lo vivieron saben verdaderamente cómo fue. Para mí, la revolución fue algo muy bueno, porque acabó con toda esa miseria.

    Cuando se organizó una rebelión en la Sierra del Escambray contra el reciente gobierno de Fidel, hubo un llamado a voluntarios para defender la revolución. Fui a las montañas como rastreador en 1961 y estuve allí durante un año y medio. Las montañas estaban pobladas de rebeldes enemigos; hubo muchas muertes.

    Tengo setenta y nueve años y sigo siendo un combatiente. Aunque ya soy un viejo, no he cambiado. Si fuera necesario, volvería a pelear.


    36MalteseLuis
    a young man standing in a doorway

    Luis (La Habana, Alamar): Tengo veinticuatro años y trabajo como chef pizzero. Mi abuelo peleó en la revolución con solo diecisiete años. Se unió a la revolución siguiendo a su hermano, que murió durante la lucha armada. El propósito de una revolución es el cambio, transformar el mundo en un mejor lugar. Ese era el sueño por el que pelearon mi abuelo y su hermano. Pero entre aquel tiempo y el presente, el sueño se desvirtuó, las cosas tomaron otro rumbo, y ya no es posible ver aquel sueño en la Cuba de hoy. Ahora la revolución no es más que algunas personas que siguen aferradas al poder. 

    Y la gente que peleó por aquel sueño, los que pelearon en la Sierra Maestra, en el Escambray, han quedado en el olvido. Ni las asociaciones de veteranos ni el gobierno se acuerdan de ellos. Si mi abuelo no tuviera a mi abuela y a sus hijos, estaría solo. Si eso les ocurre a nuestros mayores que hicieron la revolución, ¿qué podemos esperar para nosotros? 

    Mi abuelo contribuyó a gestar un gran cambio en su tiempo, un cambio radical. Todo el mundo aprendió a leer y escribir, y la atención médica y la educación estuvieron al alcance de todos. La revolución les otorgó viviendas a muchas familias que vivían en muy malas condiciones durante la dictadura. Y en la década de los ochenta, gracias a la Unión Soviética, había alimentos, estabilidad económica y empleo. Pero yo nací en 1998, y solo he conocido apagones, desempleo y un sistema de transporte deficiente. No he conocido más que problemas, problemas que nunca se solucionan.

    Hay muchas personas que carecen de vivienda; parece que estamos nuevamente en los días previos a la revolución. Quizá la historia vuelve a repetirse. Necesitamos una nueva perspectiva. El sueño de la revolución era producir un cambio, avanzar en una nueva dirección. Creo que deberíamos hacerlo nuevamente: cambiar el rumbo, buscar otro camino. Un camino que nos lleve a un lugar donde nadie quede olvidado. 


    Las entrevistas fueron traducidos al inglés y editadas para hacerlas más claras y acortar la extensión. Versión en español de Nora Redaelli.

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