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    pintura de Fernando Fader de arboles colorados

    Nuestro milagroso salvador

    por Johann Christoph Blumhardt

    miércoles, 05 de octubre de 2022
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    Entonces les tocó los ojos y les dijo:
    —Se hará con ustedes conforme a su fe.
    Y recobraron la vista. Jesús les advirtió con firmeza:
    —Asegúrense de que nadie se entere de esto.
    Pero ellos salieron para divulgar por toda aquella región la noticia acerca de Jesús.

    —Mateo 9:29-31

    A Jesús no le agradó cuando la gente hizo un gran escándalo sobre sus milagros. Siempre tuvo en mente algo más que el milagro mismo. Cuando Jesús realizó un milagro, lo que más le importaba es que despertaría un sentimiento profundo y piadoso. Sus actos de misericordia fueron señales de algo más grande, algo más allá de lo temporal. Él tocaba el interior de la persona.

    Jesús en definitiva quiere seguidores, personas que están empoderadas por él y se enfrentan cara a cara con verdaderos sentimientos divinos por el reino de Dios. Sí, sus milagros manifestaban más que el poder de Dios, no con ciertos fenómenos de sacudimiento terrenal, sino con cierta clase de simplicidad, una cualidad que podía guiar el alma más a fondo. Fueron tan sencillos que a menudo sucedían antes de que cualquiera realmente se diera cuenta. De hecho, en ocasiones nadie vio que sucediera algo extraordinario. Sin embargo, Jesús, movido por la compasión, despertó el amor en la gente, el mismo amor que les había mostrado a ellos. Todas sus palabras y obras salieron directo de su corazón y tocaron los corazones de la gente, que respondieron alabando y dando gloria a Dios. En resumen, su mano sanadora hizo visible para todos la gloria y el amor de Dios.

    pintura de Fernando Fader de arboles colorados

    Fernando Fader, Armonía otoñal – Los Perales

    En este sentido, Jesús tuvo que ser un milagroso Salvador, que por el poder de Dios promovía la redención de todos los pueblos y toda la creación. Y Jesús sigue siendo nuestro milagroso Salvador. Sin sus obras portentosas no es más que un maestro. Pero nosotros lo conocemos como nuestro Señor. ¡Oh, que este evangelio pueda ser vivido y proclamado con plenitud!

    Los milagros más grandes de Dios no son aquellos que le suceden a la gente enferma. Esos no son tan importantes. De mucho mayor importancia es que veamos cosas que le suceden a los sanos, que veamos cambios en las vidas de las personas y en la condición del mundo. ¿En qué milagros realizados por Dios estoy pensando? Por ejemplo, cuando ya no se disparan armas en la guerra. ¿Crees que es posible? Semejante pensamiento parece hacer reír a todos. Pero, ¿acaso milagros como este no sucedieron en Israel (Josué 5:13-6:27)? Obras similares son las que necesitamos hoy más que otra cosa, para que todo sea tomado por completo de nuestras manos y puesto en las manos del Viviente. Por supuesto, cuando algo viene de Dios, llegará en el momento oportuno y a la manera de Dios. Lo que necesitamos es que la realidad de Dios entre de nuevo en nuestras vidas.


    Extraído de El Dios que sana.

    Contribuido por JohannChristophBlumhardt Johann Christoph Blumhardt

    El Blumhardt mayor, Johann Christoph (1805-80), estudió para el ministerio reformado y, después de un breve plazo como ejecutivo de una sociedad misionera, se hizo pastor en Möttlingen, pueblo casi desconocido en el sur de Alemania. Él continuó su ministerio hasta su muerte en 1880.

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