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Crepúsculo — Desvanecen esperanzas,
quiébranse templos, todo se deshace.
Muere el día.
Pesadas nubes que sofocan,
relámpagos de oscuras fuerzas.
Despierta la noche.
Vanidad y grotesco vacío.
Envidia y riña, clima de veneno.
Domina la serpiente.
Hombres duros, amargas penas,
alzan al ciclo angustiosos ruegos.
Se acerca el alba.
Luces brillan sobre el caos,
absuelve la luz hecha juez.
Arde el sol.
Sonríe la paz. Alegría pura.
Salva el espíritu. Une la verdad.
Llega el día.
Se disuelven venenos, caen cadenas,
une la libertad. Resuena júbilo:
¡Reina el Señor!
Originalmente publicado en El Arado Número 8, diciembre de 1958.

Edvard Munsch, El sol
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