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El misterio de la creación y su perfecta armonía es increíble; hace unos días fue posible observar en el crepúsculo del anochecer la brillantez de Mercurio, Venus, Marte y Júpiter, cuatro planetas de nuestro sistema solar bien alineados y resplandecientes. Éste acontecimiento me hizo pensar en nuestro planeta azul, un minúsculo y hermoso lugar en el vasto universo, que tristemente la humanidad está destruyendo. Sin embargo, aún existe luz de esperanza para construir un mundo nuevo gracias a la resurrección de Jesucristo.
El tiempo de Pascua es ocasión para sembrar la semilla en tierra fértil. Cuando Jesús compara el Reino de Dios con una semilla, se refiere a los humanos; algo pequeño e insignificante en la inmensidad de la creación que requiere atención y cuidado, y tierra fértil para crecer y trascender. Si nosotros los humanos realmente queremos cambiar la dirección del mundo, necesitamos buscar esa tierra fértil y andar por el camino angosto.
Lamentablemente en la actualidad muchas personas jóvenes y adultos evitan el sacrificio y una vida disciplinada, especialmente cuando el sacrificio implica renunciar a los "placeres" del mundo, pertenencias y costumbres, y el colmo sería asumir una actitud de sumisión y obediencia para ser libres.
Tradicionalmente, en el mundo ha sido responsabilidad de la Iglesia establecer cuáles comportamientos son sanos y cuáles no. En la sociedad actual, sin embargo, la Iglesia ha perdido su influencia y respeto. La búsqueda y atención a la necesidad de llevar una vida moral y espiritual saludable es muy limitada o prácticamente inexistente.
La tecnología celular, videografía, televisión e internet han sustituido sin duda la influencia de la Iglesia, en medio de una sociedad ya de por si inmoral, violenta, y consumista, están guiando a millones de niños, jóvenes y adultos a relaciones humanas desordenadas, depresión y hasta la muerte. Sin embargo y gracias a Dios, en esta creciente y continua locura el Espíritu de Jesús busca ayudarnos para romper con el ciclo de lo que nos lastima y destruye. No obstante, el camino, la verdad y la vida requiere sacrificio y constancia permanente de nuestra parte. Sólo así lograremos ver y apreciar lo que realmente vale y desechar lo superfluo.
Un día comencé la búsqueda de tierra fértil y entendí que necesitaba de la ayuda y fuerza del Espíritu de Dios que está en Jesucristo. Sin entender lo que hacía entonces, hoy puedo decir que el primer paso y más trascendente para mi unidad con Cristo, fue dejar de ver la televisión, porque después de unos años en este proceso, logré experimentar serenidad y renunciar a otras dependencias, incluyendo salir de la frivolidad urbana de la gran ciudad de México; en esta búsqueda de tierra fértil. Gracias a Dios, hoy Cristo es el centro de mi vida.
Fue en la comunidad Bruderhof donde encontré esa tierra fértil que yo estaba buscando. Encontré una Iglesia que con hechos y acciones se evidencia que la construcción del Reino de Dios aquí en la tierra, anunciado por Jesús, no fue una utopía desprovista de realidad o algo ficticio del más allá. Es una comunidad Iglesia en donde la igualdad y la justica son una práctica cotidiana, no como un símbolo religioso, sino como una realidad en donde Cristo el Resucitado, vive, ejerce su reinado y comparte su Reino con hombres y mujeres; niños, jóvenes, adultos, ancianos, y aquellos que nos integramos en total unidad para vivir y trabajar juntos como hermanos y hermanas.
