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    Cliff Kibuuka, Barcos atracados en Gaba 3, detalle

    Profunda solidaridad

    Una entrevista a Emmanuel Katongole

    lunes, 09 de noviembre de 2020

    Otros idiomas: Français, English

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    Emmanuel Katongole, sacerdote católico ordenado por la Arquidiócesis de Kampala, Uganda, profesor en la Universidad de Notre Dame, sostiene que la pandemia de COVID-19 es un llamado a vivir nuevas visiones de comunidad. En junio, Jake Meador habló con él sobre la política africana, la no violencia cristiana, el fracaso de las instituciones y cómo debería responder la iglesia.

    Jake Meador: Vamos a abordar un tema sobre el que usted ha escrito recientemente: por qué la violencia y la corrupción siguen asolando tantos países de África. En su libro, The Sacrifice of Africa, (El sacrificio de África), usted sostiene que la razón no es el fracaso del Estado nación en África, como muchos suponen, sino más bien su éxito. ¿Podría explicarlo?

    Emmanuel Katongole: Escribí el libro, en parte, como respuesta a los interminables ciclos de pobreza, violencia y corrupción en muchas partes de África, incluso en mi propio país, Uganda. A menudo se oye hablar de la naturaleza disfuncional de la política en África; también se mencionan diferentes técnicas para ayudar al Estado nación a ser más racional, más transparente, más eficaz.

    Pero todas estas propuestas suponen que los Estados nación africanos son como son, con frecuencia, desordenados, violentos y pobres, porque todavía están en una etapa temprana de la historia. Según la narrativa, con el tiempo avanzaremos hacia un sistema más racionalizado y burocratizado, capaz de prestar servicios con eficacia y promover el bien común. Sin embargo, eso es engañoso. Para entender el porqué, se debe hacer un poco de arqueología, por así decirlo: hay que explorar en las premisas de la fundación del Estado nación africano, sobre cuándo, cómo y por qué llegó a existir; y eso es lo que pretendo hacer en mi libro The Sacrifice of Africa. Esto me llevó a ver que el Estado nación africano es una institución sucesora del régimen colonial; el cual fue creado para beneficiar, no a los pueblos colonizados de África, sino a las potencias coloniales. Por consiguiente, cualquier "desarrollo" que se estableciera, representaba simplemente el mínimo necesario para mantener el sistema colonial de control y extracción.

    Cliff Kibuuka, Barcos atracados en Ggaba 3

    Cliff Kibuuka, Barcos atracados en Ggaba 3
    Pintura de Cliff Kibuuka. Usado con permiso.

    En el momento de la independencia, cuando el poder fue finalmente arrebatado de las manos de los regímenes coloniales, las élites africanas se convirtieron en los gobernantes de facto. No obstante, las instituciones que heredaron siguieron funcionando con el mismo imaginario de control y extracción. No solo continuaron dependiendo de las potencias coloniales en los sistemas de comercio, sino que siguieron sirviendo a los intereses de las élites. Es decir, lo que se denomina "El fantasma del Rey Leopoldo".

    Así que cuando la gente dice "África es disfuncional", yo respondo: No, no lo es. Dadas las premisas fundacionales, es decir, el Estado nación, en realidad, la política en África funciona de acuerdo a como se diseñó.

    Meador: Ha hecho lo que está diseñado para hacer.

    Katongole: Exactamente. Es por eso que, no solo se necesita hacer recomendaciones para ayudar a que florezca la democracia, o para que el Estado nación funcione mejor, necesitamos volver a imaginar la política desde un nuevo punto de vista.

    Meador: Su discusión sobre la novela del escritor nigeriano Chinua Achebe, Todo se desmorona, se centra en la necesidad de imaginar una nueva narrativa política, en lugar de hacer un llamado nostálgico a lo que sucedió en el pasado. ¿Puede hablar de eso?

    Katongole: Existe la tentación de pensar: "Si tan solo pudiéramos recuperar las tradiciones precoloniales y construir a partir de ellas". Bueno, sí, esto podría ser útil, sin embargo, debemos ser cuidadosos. No es como si las tradiciones precoloniales estuvieran esperando a ser recuperadas. Aunque así fuera, hay varios aspectos de la historia y la sociedad africana precolonial, que no estoy seguro que quiera recuperar.

    El libro Todo se desmorona fue crucial para mí cuando reflexioné sobre este aspecto. Hay violencia en el pueblo del protagonista Okonkwo antes de la llegada de los colonialistas; muchos son asesinados, las mujeres son maltratadas. Esta no es una sociedad perfecta.

    El libro contiene una escena en la que Okonkwo y los líderes tradicionales del pueblo se enfrentan a los colonialistas, y Okonkwo mata a uno de los europeos. Leí esta escena como una muestra de dos formas diferentes de violencia que existen. En cierto modo, es una imagen de lo que está sucediendo en África ahora. Algunas formas precoloniales de violencia se unen a nuevas formas de violencia, dando lugar a lo que yo llamo una forma única de modernidad africana.

    Mi interés radica en saber cómo nos movemos a través de esta. ¿Simplemente recuperando o recreando el pasado? Esa no es la forma en que funciona la historia.

    El cristianismo, creo, podría proporcionar un camino para avanzar. Claro, pienso esto porque soy cristiano. Pero también estoy comprometido con la no violencia, con la visión de la verdadera paz, que es el centro de la historia cristiana. Si viviéramos dentro de esta visión, esto nos podría proporcionar una manera de superar las violencias en la intersección de las formas precoloniales, coloniales y neocoloniales de violencia en el África moderna.

    Kasambeko Paul, Día de la feria

    Kasambeko Paul, Día de la feria
    Pintura de Kasambeko Paul. Usado con permiso.

    La violencia se puede evitar

    Meador: Usted ha pensado mucho en el tema de la violencia. En la tradición de la Ilustración de la teoría política, se asume que la violencia se encuentra en el centro del panorama.  Por ejemplo, Max Weber dice que el Estado es la entidad que tiene el monopolio de la violencia; Thomas Hobbes habla de la vida prepolítica, como fundamentalmente marcada por la violencia, que debe ser calmada por un Estado nación más violento. Algo que el cristianismo puede hacer es recordarnos que la violencia no es, de hecho, el estado natural.

    Katongole: Aprendí del teólogo John Milbank que lo que se plantea en un principio como una suposición, finalmente crea la realidad que se imagina. Esta es la naturaleza de la imaginación política; no es solo una fantasía. Así, la suposición de que la violencia es el orden natural de las cosas, de que en realidad es lo que siempre sucede, muy pronto se convierte en una profecía autorrealizada: la violencia llega a ser una parte esencial del orden político. Y entonces, todo lo que uno puede esperar es controlarla, mas no superarla por completo. Milbank desmiente esta suposición de que la violencia es inevitable. Considero que su argumento es convincente.

    Pero también encuentro convincente la invitación de Milbank para que los cristianos redescubran el poder de la historia cristiana. El pathos de la teología moderna, dice Milbank, es su falsa humildad: "Somos cristianos", solemos decir, "pero después de todo, solo somos una religión. Tenemos que esperar a que la sociología y la ciencia política proporcionen los ‘hechos’ sobre los que podemos construir, a los que podemos añadir la verdad espiritual, como una bonita glosa". Milbank dice que eso está mal. Lo que los cristianos creen sobre la sociedad, sobre Dios, sobre los seres humanos creados a imagen de Dios son hechos. Cuando Jesús habla de amar al prójimo y nos dice que, si tenemos algo en contra del prójimo, debemos unirnos para reconciliarnos antes de llevar nuestra ofrenda al altar, eso es sociología básica. No nos rebajemos diciendo, "bueno, esto es solo un principio espiritual". Tenemos que reclamar el lugar de la teología como reina de las ciencias, para que la teología cristiana sea sociología.

    Kasambeko Paul, Viaje en velero

    Kasambeko Paul, Viaje en velero
    Pintura de Kasambeko Paul. Usado con permiso.

    Un tiempo para la solidaridad

    Meador: A principios de esta semana, usted me envió estas palabras del Cardenal Turkson: "Redescubre cuán ligado está el destino de cada uno al de los demás. Redescubre el valor de las cosas que importan y la carencia de valor de tantas cosas que consideramos importantes". Para muchas personas ese momento ha llegado, a medida que van entendiendo el COVID-19. Sé que ahora está en Uganda, ¿qué ve en relación con la pandemia?

    Katongole: La atención que se le ha prestado al COVID-19 aquí es muy impresionante, ¡simplemente asombrosa! Todo el mundo está tratando en lo posible de evitar que explote; el país estuvo bloqueado durante más de dos meses y todo el mundo colaboró. Pero no puedo dejar de pensar que, si el mismo liderazgo y esfuerzo se diera para atender las realidades que matan a la gente aquí diariamente, por ejemplo, malaria, diarrea, desnutrición y la propia pobreza, seríamos un país completamente diferente. ¿Por qué no ha sido así? Creo que, en cierto modo, es porque realidades como la malaria y la desnutrición han sido aceptadas como normales en África. Y mientras estas cosas maten solo o principalmente a africanos, nunca recibirán la atención que merecen. Una de las razones por las que el COVID-19 ha recibido tal respuesta es porque estaba matando a europeos y estadounidenses, y nosotros pensamos: "¿Se imaginan lo que le va a hacer a los africanos?". ¿Por qué esperamos a saber de la OMS antes de actuar? Es parte de ese problema de imaginación. También lo vemos en la forma en que pensamos sobre la economía. Esperamos que el FMI y el Banco Mundial definan lo que África necesita.

    Hablando de economía, el COVID-19 ha revelado una gran vulnerabilidad del desarrollo económico en África. He visto una pobreza tan terrible, durante estos meses de cierre, en las zonas semiurbanas y los barrios marginales. Sin embargo, gran parte de la política y la economía africana se centran en la ciudad. Parece que se piensa que no ocurre nada importante en las aldeas, tan solo son pobres y atrasadas; en cambio, la gente se vuelve interesante cuando se traslada a la ciudad, donde se produce el "desarrollo". De hecho, el COVID-19 ha revelado la fragilidad de la ciudad y que el futuro está en la vida rural.

    Todavía no ha golpeado a África tan fuerte como a Europa y a Estados Unidos. Como cristiano, como teólogo, digo, bueno, tal vez sea el momento para las palabras de Nuestra Señora en el Magnificat: Dios derriba a los poderosos. Creo que ha revelado vulnerabilidades en la sociedad occidental y en Estados Unidos. Los sistemas que pensábamos que funcionaban tan bien, que dábamos por sentado, nos hicieron pensar que tal desastre nunca podría ocurrir allí. El COVID-19 ha proporcionado un kairós, una oportunidad única en la que Dios interviene, ofreciendo tanto una invitación como un desafío. La invitación del momento es para que vivamos siempre de cara a un nuevo futuro.

    Kasambeko Paul,  Crucero en veleros

    Kasambeko Paul, Crucero en veleros
    Pintura de Kasambeko Paul. Usado con permiso.

    También es una advertencia. Los momentos de kairós siempre están vinculados con la profecía; el papel crucial de los profetas es mostrar las señales del tiempo. Porque cuando seguimos con nuestros quehaceres diarios, tal vez no los veamos. Los profetas también invitan a la comunidad a la lamentación y el arrepentimiento, donde pueden descubrir algo del otro lado: la esperanza.

    En la medida en que nos dejamos llevar por el lamento, podremos avanzar hacia el futuro. Me gusta especialmente Jeremías, quien advirtió a los líderes, profetas y sacerdotes por no haber curado correctamente las heridas del pueblo —"mi pueblo"—. Habían dicho "paz, paz" cuando no había paz. Se movieron demasiado rápido a: "volvamos a la normalidad". Eso es tomarse la sanación a la ligera.

    Piensa en el lamento de Joel, después de que vinieron las langostas. Desde los sacerdotes, a los reyes, a las madres, a los bebés, todos se vistieron de arrepentimiento. "Después del [luto], derramaré mi Espíritu sobre todo el género humano. Los hijos y las hijas de ustedes profetizarán, tendrán sueños los ancianos y visiones los jóvenes" (Joel 2:28). Esto solo ocurre en el contexto del lamento. Creo que después del COVID-19 necesitamos desesperadamente nuevas visiones, de algo más que el viejo orden ligeramente mejorado. Necesitamos nuevas visiones de la comunidad, de la sociedad y, en Estados Unidos, de un mundo posracial. Esto solo puede surgir de una profunda práctica de lamento, de volverse hacia Dios, de volverse hacia los demás en solidaridad. Entonces, sus jóvenes verán visiones y los viejos soñarán en un nuevo futuro.

    Necesitamos esto desesperadamente. El viejo mundo ha seguido su curso. No puedes limpiar las cosas un poco y pretender que todo va a estar bien. Por eso me tomo el COVID-19 en serio, como un momento de kairós.

    Aquí en Uganda la cuarentena coincidió con una temporada de lluvias extraordinariamente fuerte, ríos y lagos inundados, casas destruidas y negocios arruinados. Esto apunta a un área que necesita atención urgente, nos invita a cuidar la creación en este nuevo momento. ¿Por qué no le hemos dado la misma atención a la degradación ecológica, que la que le hemos prestado al COVID-19?  El COVID-19 y las lluvias están conectadas.

    En Estados Unidos está coincidiendo con las tensiones y las frustraciones raciales ¡No te apresures a separarlos! Tanto el COVID-19 como el racismo nos llaman a la disciplina del lamento. Y si nos volvemos hacia Dios, puede que esto dé lugar a nuevas visiones de un mundo de justicia e interconexión, de profunda solidaridad, a un mundo que compartamos juntos. Esto no puede suceder cuando nuestro ego es tan alto y tenemos demasiada confianza en nosotros mismo, cuando pensamos que somos un pueblo invencible, una superpotencia, que somos lo mejor de la creación de Dios; así, los nuevos sueños no pueden ocurrir. Creo que esto es algo que Dios nos está comunicando ahora.

    Así es como deberían funcionar las cosas; necesitamos solidaridad, y no solo entre nosotros, sino entre blancos y negros, ricos y pobres. Debemos responder a este momento de kairós como un momento crucial en el viaje hacia un nuevo futuro y una nueva sociedad que está naciendo. Dios siempre está trabajando en la construcción de su nueva creación y lo que estamos experimentando ahora mismo es parte de eso. Este es un momento muy significativo, aunque este tipo de transición no puede ocurrir sin lágrimas, ni sangre, ni dolor.

    Kasambeko Paul, Árbol de la vida

    Kasambeko Paul, Árbol de la vida
    Pintura de Kasambeko Paul. Usado con permiso.

    El llamado de la iglesia

    Meador: En su libro, usted plantea que la iglesia tiene un papel central en la preservación de la buena vida, dentro de una comunidad política. Pero los escándalos de abuso sexual en la Iglesia católica romana y en las iglesias protestantes, así como el escándalo de la forma en que los evangélicos estadounidenses se han unido para apoyar a Trump, han hecho que las iglesias pierdan legitimidad social. ¿Es posible que la iglesia nos reúna y nos ayude a recordar lo que es verdad?

    Katongole: El desafío de África es un desafío de las instituciones; me doy cuenta de que eso también es cierto para Estados Unidos. Las instituciones en las que confiábamos se han desacreditado, ahora cuando más las necesitamos.

    La iglesia está llamada a ser la sal del mundo. Un amigo mío usó esta imagen: puesto que está en la naturaleza misma de la carne podrirse, la pregunta clave es: "¿dónde estaba la sal cuando la carne se estaba pudriendo?". Cuando echas sal en la carne, la sal desaparece. Es la única manera en que puede funcionar; no llama la atención sobre sí misma, ni es lo que sobresale; más bien, lo que se nota es que la carne se conserva y se realza su sabor.

    Nuestras podridas instituciones están preocupadas por su autopreservación. Esta no debe ser la preocupación de la iglesia. Los cristianos deben estar dispuestos, en cierto sentido, a desaparecer como la sal. Tenemos que volver a lo básico, al sentido del cristianismo como una historia, una historia de relación amorosa con el mundo, una historia de salvación, una historia asombrosa. "¿No ardía nuestro corazón mientras conversaba con nosotros en el camino?" Con frecuencia olvidamos esta emoción, pero nuestras iglesias necesitan un poco de ella. A medida que seguimos las enseñanzas de Cristo, aprendemos que eso requiere simplicidad y despojo; se puede experimentar una alegría básica al vivir de forma sencilla.

    El Papa Francisco usa la imagen del hospital de campaña. La iglesia no existe solo para sí misma, sino que es un hospital de campaña, en medio de una batalla, que salva vidas. En medio de la batalla, con tantos heridos, uno no les pregunta primero: "¿Eres gay? ¿Eres heterosexual? ¿Eres negro? ¿Eres de Nebraska? ¿Eres de Texas? ¿Eres de Uganda?". Primero se necesita atender sus heridas, o llevar a los heridos al hospital.

    No obstante, tenemos esta necesidad de saber exactamente quién está dentro, quién está fuera, quién va al infierno. ¿Cómo llegamos a eso? Así que, creo que el desafío es, ¿cómo se reimagina el cristianismo? El Papa Francisco dice que no podemos hacer esto si no nos conectamos con los pobres, los débiles, los sin techo, los más marginalizados. Creo que los cristianos podemos recuperar un poco nuestra alma y ser luz —y sal— para las naciones, al estar en las márgenes que nos salvan de pensar como esclavos del centro.

    Meador: ¿Cómo considera que la Eucaristía nos ayuda a entender la forma en que debe ser la convivencia?

    Katongole: La Eucaristía es el cimiento de la memoria y de la imaginación cristiana, puesto que la memoria es parte de la imaginación. En la Eucaristía se reúnen todos los elementos de la historia cristiana y se proclaman las buenas nuevas: ¡La nueva creación está aquí! La Eucaristía nos lleva a recordar el pasado, lo que Dios ha planeado y lo que sigue haciendo. También nos lleva a recordar el futuro; además, nos recuerda dónde estamos y hacia dónde se dirige la historia. Nos ubica.

    San Pablo dice, una y otra vez: "En Cristo, Dios ha estado reconciliando al mundo". Es a través de Cristo que se produce esta reconciliación; la Eucaristía nos ayuda a recordar su sufrimiento, muerte y resurrección. Recordamos esta institución en la última cena, cuando él, el día antes de morir, tomó el pan y lo bendijo y lo partió y lo dio; tomó el vino y lo bendijo y lo dio. Y luego comieron. Ese es el recuerdo que da forma a la vida de los cristianos. Es tomar, dar gracias, partir, dar, comer y luego enviar: ¡Adelante! Hagan esto en memoria mía. ¡Vayan al mundo!

    Creo que esto es lo que es único de la historia cristiana, que forma vidas que son eucarísticas. Primero debemos recibir, antes de intentar hacer algo. Eso es lo que encuentro tan frustrante en las discusiones de reconciliación y perdón. Cuando hablo con la gente sobre el perdón, inmediatamente se interesan por su propia capacidad. Preguntan: "¿Cómo puedo perdonar?" y "¿Cuáles son los pasos?"; yo quisiera de decirles: "Espera, la historia no comienza así". Empieza con la reconciliación de Dios y con nosotros, no como agentes sino como receptores de la reconciliación y el perdón de Dios. El problema es que a menudo no creemos que haya nada malo en nosotros. Pensamos que el problema es la otra persona. Pero nosotros mismos hemos recibido ese perdón, y se nos ha dado como un regalo.

    Meador: Está Adán en el jardín: "Esta mujer que me diste... ¡fue la que cometió el error! ¡No soy yo! ¡Yo estoy bien!"

    Katongole: Exactamente. Y la mujer dice: "¡Es la serpiente! ¡No soy yo!" Pero en la Eucaristía recibimos todo lo que necesitamos como un regalo. Y ya no tenemos que fingir que no estamos necesitados, que no necesitamos ese perdón, ese amor. Tal vez, lo que debemos hacer, cada vez más, es dar ejemplos de cómo es la iglesia, con historias de personas que están viviendo ese perdón.


    Esta entrevista, realizada el 11 de junio de 2020, ha sido editada para mayor claridad y concisión.

    Traducción de Clara Beltrán

    Contribuido por EmanuelKatongole Emmanuel Katongole

    El padre Emmanuel Katongole, PdD, es miembro principal del Kroc Institute for International Peace Studies en la Universidad de Notre Dame y sacedote católico para el arcodiocese de Kampala, Uganda en donde fue ordinado en 1987.

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