River Claure es artista visual boliviano y creador de Warawar Wawa, un proyecto fotográfico que hace una reinterpretación de Le Petit Prince, de Antoine de Saint-Exupéry, como un cuento aimara moderno. Coretta Thomson de Plough habló con él para descubrir la historia que hay detrás del proyecto. Ella introduce la conversación:

En las materias de Historia de Arte que cursé en la Universidad de Montevideo, los profesores mencionaron con frecuencia la transculturación, término acuñado por el antropólogo Fernando Ortiz para describir la mezcla de varias culturas para crear una nueva. Es un fenómeno que me ha llamado la atención durante mis viajes por América Latina. A diferencia de la práctica de los colonos europeos en lo que ahora es Estados Unidos, que desplazaron, borraron y reemplazaron a las Naciones Primeras, los conquistadores castellanos solían adueñarse del orden precolombino preexistente —con violencia y enriquecimiento propio— y agregar elementos cristianos y europeos a aquello. El legado de estas políticas tiene sus caras buenas y malas, pero el arte y la arquitectura mestizos son de los resultados más hermosos.

Todas las imágenes cortesía de River Claure.

Por eso, cuando me enteré de un ejemplo contemporáneo de transculturación, me fasciné por él. Es Warawar Wawa, una reinterpretación de El Principito, de Antoine de Saint-Exupéry, ambientada en la Bolivia del siglo XXI, que acompaña la primera versión aimara de este texto clásico, traducido directamente del francés. Conversé vía Zoom con su creador, River Claure, un fotógrafo oriundo de Cochabamba, citadino, de herencia aimara y caucásica. Claure leyó la novela por primera vez en el metro de Madrid, cuando estudiaba artes visuales en esa ciudad. El texto le habló, pero los dibujos de un protagonista rubio eran, claramente, de otro contexto. ¿Cómo sería un principito andino, se preguntó, y qué personajes encontraría en un viaje por América Latina?

Después de volver a Bolivia, Claure hizo varios proyectos a pequeña escala para descubrir su estilo y conseguir apoyo para el proyecto Warawar Wawa. Él explica:

Hoy en día, somos como una mezcla de culturas, de razas, pero extrañamente aún predominan los discursos muy polarizados en todo el mundo. Yo, por ejemplo, uso abarcas, masco coca, pero también veo Netflix y tomo Coca-Cola. La socióloga Silvia Rivera Cusicanqui usa un término que me encanta: chi’xi, que significa gris. Se refiere a la técnica de generar gris que usan las tejedoras aimaras cuando elaboran sus aguayos: yuxtaponiendo hilos de un color encima de otro, generan un tercer color indeterminado. Creo que todos somos chi’xi y busco explorar esta realidad en mi obra.

Por fin, el gobierno boliviano financió Warawar Wawa. Después de un año de preparación, Claure y su equipo viajaron por los Andes durante un mes, sacando las fotos. Claure reflexiona sobre el proyecto que se publicó en 2020:

El Principito, digo yo, es un libro para adultos disfrazado de libro infantil; nos toca muchas veces muy profundo respecto a temas como el amor, la amistad y la muerte. Pensar todo este contenido dentro de la cultura boliviana contemporánea fue un reto porque, si bien la cultura aimara se caracteriza por tener mucha relación y empatía con la naturaleza, en el último tiempo ha habido un discurso político y social muy polarizado: esto es lo indígena y esto es lo citadino, y hay una línea que los parta. Yo creo que se debe a los siglos de maltrato que los aimaras sufrieron, una herida que todavía estaba abierta cuando los indígenas llegaron al poder. En vez de generar la cultura no violenta, la cultura ancestral de los pueblos, se sembró una cultura de venganza contra el citadino, el blanco, e incluso el hijo de inmigrantes.

Así que este proyecto no fue tanto un reflejo de la Bolivia contemporánea sino una invitación a la reconciliación. Creo que justamente ha sido tan bien recibido porque muchas personas se sienten identificadas con él. Creo que hablar desde el arte y mirarnos como ch’ixi es una manera de pensarnos más iguales, más cercanos; es como quitar un poco esta barrera que nos ha dividido por tanto tiempo. Solo podremos cambiar la patria cuando nos imaginemos de una manera mejor, de una manera en la que yo convivo con mi hermano, abrazo lo indígena y también amo las cosas buenas que ha traído el occidente.


“La transliteración de Le Petite Prince al aimara sería “Pirincipitu Wawa”, que significa Príncipe Niño o Príncipe Bebé. Pero hablando con los traductores que son dos nativos hablantes del aimara, nos dimos cuenta de que, en la cultura aimara, la monarquía carece de referente. Así que decidimos cambiar el título a Warawar, una palabra súper interesante que hace referencia a un conjunto de estrellas, un conjunto de lagunas en los Andes, o un conjunto de montañas; yendo al fondo, un conjunto de entes superiores. Así que Warawar Wawa significa ‘niño que desciende de algo inmaterial, algo más mágico, más fantástico’”.

River Claure

De El Principito: “Lo que más embellece al desierto —dijo el principito— es el pozo que oculta en algún sitio...


“El rey está reinterpretado como la Virgen del Cerro de Potosí. Tanto el rey como la virgen me parecían figuras de poder en la cultura española que se quería imponer aquí en el nuevo mundo. También hace referencia al arte mestizo y a estos códigos mezclados; es una Pachamama, la madre tierra que veneraban los aimaras, pero que está mezclada con algo traído de otro mundo. Colocamos piedras brillantes en las laderas del montículo, como el mineral dentro del Cerro Rico que ha sido extraído durante casi quinientos años. Pusimos también ladrillos, que tiene que ver mucho con este proceso industrial que se metió al Potosí, el comienzo de la industria en Bolivia: el primer ferrocarril y las primeras maquinarias a carbón aparecieron en Potosí. En su cabeza hay juegos artificiales que en fiestas aimaras normalmente se utilizan, como una corona de oro para la Virgen.”

River Claure


“Yo no trabajo con actores profesionales, trabajo con gente local, con gente nativa de las comunidades a donde voy. Al único que buscamos, pero que tampoco es un actor, es el niño. Hicimos un casting en El Alto y vinieron cientos de niños, incluso vinieron niñas. Este me llamó la atención por cómo se veía y cómo era. Viajamos con él y su mamá y por todos los Andes, por más de un mes, así que nos hicimos súper cercanos. Leímos juntos El Principito original y fue algo que creamos juntos, algo muy lindo, muy colaborativo.”

River Claure

De El Principito: “Únicamente los niños saben lo que buscan —dijo el principito—. Pierden el tiempo con una muñeca de trapo que viene a ser lo más importante para ellos y si se la quitan, lloran...”


“La rosa fue el personaje que más me costó conceptualizar, pero que al final quedó de una manera extraordinaria. Muchos piensan que tiene que ver con el primer deseo sexual, pero decidí que la rosa era como una madre o una abuela. La primera mujer de quien se enamora un niño es su madre, ¿no?, y si le das vuelta la imagen de una mujer vestida de pollera, parece una rosa. Mira aquí, esta es una cholita, una mujer de lucha libre, como esta rosa que se defiende con sus espinas. Y como una rosa que está dentro de la cotidianidad del niño, el objeto de su amor. En algún momento del libro el niño se da cuenta de que, además de su madre, hay muchas más rosas, pero ella sigue siendo la más bonita.”

River Claure

De El Principito: "Mi flor es efímera —se dijo el principito— y no tiene más que cuatro espinas para defenderse contra el mundo. ¡Y la he dejado allá sola en mi casa!"



Para saber más sobre el proyecto riverclaure.com.

Versión española de Coretta Thomson, basada en el artículo en inglés y la entrevista realizada en español el 8 de diciembre de 2020.