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Las doce puertas eran doce perlas, y cada puerta estaba hecha de una sola perla. La calle principal de la ciudad era de oro puro, como cristal transparente. No vi ningún templo en la ciudad, porque el Señor Dios Todopoderoso y el Cordero son su templo. La ciudad no necesita ni sol ni luna que la alumbren, porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera. Apocalipsis 21:21-23

Señor nuestro Dios y Padre, te damos gracias por toda la luz que haces brillar sobre la tierra para alegrar nuestros corazones. Tu luz nos muestra cómo vivir en tu creación con ojos y corazón abiertos, recibiendo como los niños todos los buenos regalos de tu mano. ¡Cuánto bien envías a muchos corazones tristes, y cuánta fortaleza a aquellos que viven en debilidad, pobreza y enfermedad! Concede que podamos reconocer lo que viene de ti, que no estemos desanimados de espíritu, sino elevados una y otra vez como el vuelo de las águilas. Que aprendamos a decir en todo momento: «¡Sobre cuánta necesidad no ha extendido sus alas para protegernos nuestro Dios misericordioso!». Amén.