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Este es el pacto que después de aquel tiempo haré con el pueblo de Israel —afirma el Señor—: Pondré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón. Yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Ya no tendrá nadie que enseñar a su prójimo, ni dirá nadie a su hermano: «¡Conoce al Señor!», porque todos, desde el más pequeño hasta el más grande, me conocerán —afirma el Señor—. Yo les perdonaré su iniquidad, y nunca más me acordaré de sus pecados. Jeremías 31:33-34

Señor nuestro Dios, en ti esperamos. Hay algo que nunca deja nuestros corazones, es tu promesa de que serás nuestro Dios, nuestro Dios en Jesucristo. Esta se mantiene firme y queremos afirmarnos en ella con total confianza. Porque tu Palabra permanece infalible y todas tus obras nos guían hacia el día grande y maravilloso, cuando serás glorificado, cuando por fin nuestros corazones sean libres al conocerte. Podemos ser libres de todas nuestras obras, libres de todo miedo e indecisión, libres de todo sufrimiento y angustia, porque sabemos que tú, oh Dios, eres nuestro Padre. Amén.