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Hay muchas respuestas y ninguna. Resulta desesperadamente doloroso ver morir a la gente sin que haya hecho nada para merecerlo y, sin embargo, así es como casi siempre termina la vida. Envejecemos o no, enfermamos de cáncer, nos morimos de hambre, nos golpean por todas partes, subimos a un avión convencidos de que vamos a casa, pero nunca llegamos a ella. Hay bendiciones y maravillas, pero también una aterradora mala suerte y ninguna garantía. Nos gusta fingir que la vida es diferente a eso, que es más como un juego en el que podemos llegar a ganar si empleamos la estrategia correcta, pero no lo es.


Fuente: No tengas miedo