Cada vez que algo doloroso sucede en nuestra vida, tenemos una opción. Podemos correr hacia Dios o podemos correr de Dios. Como pastor, he participado en labores de asistencia después de desastres naturales en varios países. A partir de esas experiencias he observado que, en una crisis, por lo general, aproximadamente la mitad de las personas corre hacia Dios con su dolor y aproximadamente la otra mitad huye de Dios. Eso no tiene sentido para mí. ¿Por qué huiría yo del único que comprende absolutamente todas las emociones que siento? ¿Y por qué evitaría al único capaz de curarme y recuperarme? 


Fuente: “El propósito de Dios en nuestro dolor