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Necesitamos a la iglesia para formarnos en las prácticas y las costumbres que renovarán nuestro primer amor. Necesitamos a la iglesia para señalarnos los caminos de Dios y orientar nuestro caminar. Necesitamos a la iglesia para advertirnos y llamarnos de vuelta cuando erramos el camino. Necesitamos a la iglesia para confesar nuestros pecados y experimentar el perdón. Necesitamos a la iglesia para que, junto con nuestros hermanos y hermanas podemos adorar a Dios y recordar de nuevo nuestra razón de ser como pueblo que anuncia el Evangelio de la paz y transformarnos en pacificadores al estilo de Jesús.


Fuente: Embajadores de paz