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Cuando percibo que se acerca una sugerencia diabólica, me apuro para cerrar la puerta del corazón, y garantizar su seguridad. Me ocupo con deseos santos y  oraciones devotas para que cuando llegue la sugerencia, mi corazón pueda responder: «Vete, está ocupado y no hay espacio para otro huésped». Así, nunca permito al maligno entrar en el corazón, y el diablo viéndose derrotado, se retira consternado no solo de mí, sino de todo el barrio.


Fuente: The Little Flowers of St Francis of Assisi