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    God's Revolution Spanish

    La revolución de Dios

    La justicia, la comunidad y el reino venidero


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    Arnold testifica a la voluntad intransigente de Dios, que nos llama a vivir ahora mismo de acuerdo con el futuro reino de paz. Según Arnold, esta llamada demanda mucho más que simplemente creer y orar. Dice que esperar fielmente al reino significa “creer firmemente en la llegada de ese día y trabajar fielmente hacia esta meta.”


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    Libro electrónico

    Sobre el libro

    Arnold testifica a la voluntad intransigente de Dios, que nos llama a vivir ahora mismo de acuerdo con el futuro reino de paz. Según Arnold, esta llamada demanda mucho más que simplemente creer y orar. Dice que esperar fielmente al reino significa “creer firmemente en la llegada de ese día y trabajar fielmente hacia esta meta.” Tal fidelidad nos obliga a estar siempre luchando y cambiando. Las semillas de la injusticia, división, impureza y todo tipo de maldad se encuentran en todos nuestros corazones. Así que la expurgación de todas estas —“la supresión del egoísmo, del amor propio, de la obstinación y del orgullo”— tiene que preceder al nacimiento del nuevo orden de Dios.

    Al empezar este libro, prepárate para una revolución personal, una transformación que demuestra tu buena “disposición en las trivialidades de la vida cotidiana,” pero que “no conoce fronteras, menos aún aquella que separaría lo espiritual de lo material.” No lo leas con cautela, sino con esperanza, dispuesto a abrazar cualquier trastorno que te lleve. Ábrete el corazón para que algo completamente distinto y nuevo pueda entrar. 

    Extractado de La revolución de Dios

    ¿Qué es la libertad?

    Las primeras tentativas de viajar por el aire consistían en el manejo de un globo cautivo. Un globo lleno de gas estaba sujetado al suelo por medio de un cable de acero. Con esto simbolizamos la ley moral, principios humanos y férrea compulsión. Allí no cabe ninguna voluntad propia. Tal actitud es legalista, y no tiene cabida en la Iglesia del Espíritu.

    Luego se asumió el riesgo de dejar que el globo lleno de gas se elevara libremente. Fue abandonado a los vientos y las tempestades en lo alto de la atmósfera. Así como muchas veces se usa la expresión “libre voluntad” en forma ingenua y sin pensar, así también se llamó a este vehículo un globo “libre”. ¿Pero acaso lo era? ¿Podía llamarse libre una tripulación llevada por encima del océano a la merced de sus temporales y echados de su aeronave para ahogarse, cuando no sobre un desierto, donde se estrellan y mueren de calor? Lo que se había llamado libertad era en realidad una inestabilidad muy peligrosa.

    Imagínese a un joven paseando por las calles de una gran ciudad. Está rodeado de brillante publicidad. Cines, cabarets, teatros de variedades y bodegas lo tientan. Mujeres lo abordan. Una excitada muchedumbre política trata de incitarlo a una matanza. Impureza, violencia, mentira y falsedad lo rodean como vientos soplando de todos los lados. Su corazón se va oscureciendo. El aspecto verdadero de las cosas va velándose ante sus ojos. Finalmente sucumbe al gran engaño de una vida corrupta y fuera de control. Si de repente este joven decidiera dejarse llevar por uno de estos vientos, ¿conseguiría alguna libertad por eso? ¿Fue acaso su libre voluntad la que lo determinó? Bien puede ser que él mismo diga que sí, y aunque tal vez más tarde lo sienta, a lo mejor sigue pensando que hizo lo que había querido hacer. Muy posiblemente. Por cierto que estaba libre de cometer mal. Pero no estaba libre de hacer el bien, cuando más adelante lo que hizo le causaría remordimientos. Sin duda actuó según su voluntad, pero no era una voluntad libre. Estaba tan subyugado y sometido como lo era el globo libre flotando sobre el océano o el desierto.

    El avión moderno puede ilustrarnos lo que es verdadera libertad guiada por el Espíritu. El piloto vuela su avión en la dirección que quiere él, sople el viento de dondequiera. Todo lo que había pensado, todo lo que había inspirado su corazón será ejecutado con este vuelo. La humanidad ha tenido ya por miles de años la habilidad de timonear sus naves con determinado propósito. Cuando Cristo se encuentra en la nave, el Espíritu Santo es el timonel. El anciano Lo representa al timón. Y cuando toda la tripulación y todos los pasajeros buscan únicamente a ser guiados por el Espíritu Santo, estarán todos verdaderamente libres.

    10 de septiembre de 1934

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